-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO - 74- 28/05/11
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
POEMA A MI MADRE
Siempre queda algo por decir:
¡Si supierais
cuánto os he querido!
Una vez más recuerdo tu cuerpo y sus manos,
tu silencio entre palabras siempre necesarias,
tu pan encendiendo mi garganta, tu amor
incansable y tu permiso interminable.
Todo cuanto fue presa del tiempo
se ha eternizado entre tus amados labios.
Ahora las esperanzas se han separado de la espera,
el amor de tu sangre, y la nostalgia ha huido
con la claridad y su crepuscular existencia.
En tiempos en que mi corazón aún te amaba
y me escondía en los pliegues de la cobardía,
todo era juicio bacanal y esclavitud buscada,
después me dije: esta época estéril no me retendrá.
Inexorable y terrible la inquietud me llama al vivir
y el poderoso Destino juega entre nosotros,
ha dejado de burlarse de los mortales,
ha dejado de ser sin nuestro trabajo:
no dejaré que mi voz abandone el relámpago.
AMELIA DÍEZ CUESTA
POEMA A
¿Madre? ¿Acaso no ves que estoy ardiendo
en el fuego del vivir? Aléjate de mí, déjame
besar otros labios, escribir otro poema.
Vísteme de pudor y lejanía, dame un destino.
En el refugio de la burla ha nacido una vez más
su cuerpo, incesante enemigo de las mutilaciones.
Ata mis pasos a su paso y arremete contra
toda condición humana y sus extensos suburbios.
Busco una separación perpetuamente indefinida.
Atada a las palabras que nunca pronunciaré
muto y nazco cada vez que decido vivir,
cada vez que decido morir.
Ella se debate y me bate con sus alas de sueño
cuando la quietud se apiada de mí,
cuando me llama el ayer y el mañana
cuando el silencio sella mis humanos labios.
AMELIA DÍEZ CUESTA
MADRE DADORA
Madre dadora, de tus tectónicos movimientos se desprende la leche de los días,
los dorados centauros habitan tu cintura indomable de amazona.
Amasaste con manos diligentes el pan de la ancha vida,
y en aroma de lilas y naranjas, tu perfume me asombra todavía.
Madre, caricias de tus manos hicieron fronteras de mi cuerpo,
y tu mirada me señaló la dirección del mundo inconocido.
De tu mano pisé el cuerpo de otra madre: la tierra generosa que nos nutre,
la que nos lega los peces y las uvas, como hicieras tú en mi indefensión primera.
Tus dedos, como hormigas laboriosas, tallaron los prismas que alojaron las letras,
y en ellos, mis ojos ávidos aprendieron el arte milenario de descifrar idiomas,
y amé el verbo como antes había amado tu extensa piel americana.
En el columpio del mundo, entre otros hombres y mujeres, me impulsabas,
y así rompí los límites de mi infantil silueta, y amanecí poeta y mujer a la alborada.
Y ahora te canto, madre, con las mismas palabras que aprendiera en tus brazos,
brazos múltiples en los que habitó la humanidad a la que abrías mis curiosos ojos,
en la escala del lenguaje trepé hasta tu rostro en el que el poeta puso la belleza,
y besando tu frente, dije emocionada: suelta la mano, madre, la ancha vida me llama.
Alejandra Menassa
POEMA A MI MADRE
Era preciso venir para otra cosa,
esperar el momento,
mantener el silencio
a pesar del bullicio,
de las malas palabras.
Preciso fue mantenerme escondida
para que no me vieras
y creyeras que estaba.
Cuando hubo el amor
el aire enrarecido
se bañaba en tus lágrimas.
Cruz González Cardeñosa
A MI MADRE
El viento agitó la lluvia para llegar a tu rostro
y con un velo dilapidaste la ilusión de Dios.
Ya nada podía arrebatarte,
así que te maldije por ocultarme la verdad.
¿Qué verdad puede estar contorneada por la nada?
¿qué nada puede ser tan deslumbrante
que nos impulse a seguirla sin alcanzarla nunca,
en la ceguera?
Tú, que con tus manos y tu pecho saciaste mi boca
también me obligaste a comenzar una guerra
sin contrincantes ni destino,
una lucha por aceptar el latir de mi corazón.
Tuve que renunciar a la eternidad que hinchaba
mi vientre vacío
de la semilla fantasmal del que yace contigo.
La voz del mundo me encontraba agazapada
por creerme aún de ti y quererte solo para mi.
He dejado de ser lo que soñabas,
sin embargo sigo siendo de tu placer
lo que crees reflejar de tu cuerpo en mi trabajo.
Porque si algo habita mi alma de soldado
es con la condición de una ausencia
que corre como un río blanco alejándose de ti,
como una caricia exagerada en la que la hostilidad
anhela tu ternura.
Permíteme jugar para que los dados caigan de tu lado,
seguirte solo hasta que este poema
fallezca en el punto.
Susana Lorente Gómez
A MI MADRE (2)
Entre el humo y el hielo escamas de plata:
“mis sardinitas que ricas son,
son de Santurce las traigo yo”.
Blanca nieves, conchita, tu cuento de cenicienta en las sienes
y lobos salvajes que pastan robaron la infancia
de actriz farmacéutica en el zaguán sin Biblia.
Cuando el amigo taconea o palmea el frío municipal,
la señal alerta peligro de bigotes con gorra
buscando con jaez inclinar el fiel de la balanza.
Relincha el llanero solitario al verte llegar a casa
tebeos, onzas de chocolate y un ajedrez
receta de los abuelos.
Con el clavel en la boca el tallo verde se dobla.
queda pintado tu retrato: piel de castañuelas,
pasea en tus brazos cruzados tierna la hogaza,
palabra de honor el escote y de seda un pañuelo bordado
que sus manos de luz, entre barricada, aprendiera.
Carlos Fernández
A MI MADRE
Los pasos de mi madre,
en besados
bordes de cometa,
lamían
elevadas
raíces sin rima.
Inenarrables
giros de eclipse
en lo vivo de la noche,
sin necesidad
de lanzarse
a blancos cubiles.
Jamás se escuchó
el menor roce de vísceras.
Y, se veía
por las mañanas,
un chico
caminando con su madre
acariciando parábolas,
verdes capillas
a la escucha
de misterios,
largamente descifrados
en la relojería celeste.
Jaime Kozak
A MI MADRE
(2)
“Fuimos esa complicidad,
mi primera ceniza, mi tierra última”
Norma Menassa
Madre, en el bullicio de tu mirada
desespere tu nombre en una cloaca.
Un sistema de piedras golpeaba al zar
de tu esperanza. Busque y desterré
la inclinación que enredaba el aire.
Fuegos, ramas de viento, nudos de lengua,
detenían el trampolín primordial.
Madre, mi pliegue de luz,
tu eternidad era un huracán destinado
se desmayaba, terrestre,
y maldecía el compás de tu perfume.
En mi boca, mascara enamorada,
luchaban las melodías.
Palabra hueca,
penetrábamos los gestos de este balazo.
Tu rostro, esparcido en mi cara,
desvelaba los crepúsculos,
el lejano tumulto de nuestra complicidad.
A MI MADRE
(3)
Hoy, Madre, nuestra historia yace
en el bosque de un corazón.
Ni tú, ni yo, relatamos la sonata
que fulmino la corteza de nuestras manos.
Todavía tus ojos se hinchan en el espacio
y a tientas encuentro la puerta del olvido.
Estas aprisionada en una loza del cuarto
como una mujer que desliza sus pájaros
como un ausencia plácida que esparce
el océano y abre la sangre inmóvil,
esa llama de puntillas que pesa sobre mi cuerpo.
Clémence Loonis
POEMA A MI MADRE
Te ofrezco al destino
abierta de par en par a mis pies,
Anhelo en ti las alas de la codicia,
la absurda trayectoria del amor
y sus turbulencias.
Renunciaré a buscarte en las luces del futuro,
o en las formas inauditas del viento
que sacude alforjas en la lejanía.
Filtraciones de ti afluyen tercamente
cada vez que me detengo,
equilibrista de la hecatombe para el consuelo.
Ciño la piel al olvido.
preparo la maleta
y te dejo partir.
Tomo el vuelo de la vida,
para no perder la costumbre.
Magdalena Salamanca
POEMA A LA MADRE
Umbilicales hebras de batientes
entredichos, ahora connivencias;
ahora quereres otros ya posibles.
Ya me alejan de ti con la potencia
de una selva sedienta de sonidos.
Me separan de ti, mi casta madre,
los vientos tempestuosos vespertinos,
y una fruta madura que ya arde.
Ardiente voy, tañendo la cordura,
besando la esperanza, la tersura
insepulta de andar apenas vivo.
Una sombra se siembra en esta altura,
para ofuscar, con tenue luz oscura,
los labios que se acerquen al cautivo.
Kepa Ríos Alday
NUNCA HICE BLANCO
Venía la pandilla de condenados remando por el río.
Batían los remos en el agua aceptando la prueba,
sabiendo que iban a ganar.
La fuerza estaba en ellos mismos,
pulmón de oro y pétalos de rosas en las festividades del agua siempre tironeando hacia su molino.
Ningún rostro delataba la fuerza del efecto de vencer la superficie.
No está aquí, no está aquí, gritaba su repetición de golpes provocadores, lacayos insensatos bordando la escenografía de la condena.
Un peñasco asomando entre las brumas y todo a punto de caer,
todo perdiéndose en círculos que se alejaban hasta que el agua se volvía lacia como cabellos mojados por la lluvia.
Era una cortina de invierno y nubes interponiéndose,
un horizonte nublado en una finitud que se corría con el tiempo de un giro que duraba un día y era imposible encontrar una igualdad entre segundos.
Me tocó una ventana desde la que veía cómo se inclinaba el sur y el norte en una parsimonia disparatada que ordenaba el adentro y el afuera,
el arriba y abajo, y todos los laberintos a punto de licuarse caían en el agua, verdadero mareo de la vida.
Un nombre para recordar lo que éramos nosotros
y manuscritos, memorias, incunables, borrándose y yendo a parar al reino de los inmortales tachados, que sin edades ni academias se hundían sin poder ver la cultura velada ahora por el diluvio de razones no compartidas, cada uno queriendo hacer su crónica, sin precio a su cabeza.
Lástima de búsquedas y registros que se perdían en el humor acuoso
que insuficiente empañaba el cristal de la mira que apuntaba corrida,
como se corren los líquidos del cuerpo
frente a la presión que pide por la vida.
Todo nublándose en el tiempo por el tiempo que empujaba colosos,
otros célebres que deponían su destino de coronas
frente al blanco inalcanzable del disparo desviado por maniobras oxidadas, que nunca se terminan de aprender, perdidas como un sueño olvidado,
pequeño hacedor de un destino equivocado.
Norma Menassa
A MI MADRE - 2
Sé que te fuiste,
pero te busco
en el hueco de mi corazón
cada vez que el olvido
retuerce mi pensamiento.
Salto al muestrario
de las pasiones,
en el preciso instante
en que tus ojos
abandonaron mi mirada
y comenzó algún camino
para mis pies.
Un hálito de gratitud
rasga mi voz
frente a tu recuerdo,
en este paisaje infinito
que me nombra,
cuando escribo.
Carmen Salamanca
A MI MADRE II
Te abrazo en la distancia de esta palabra,
que olvidada,
resuena con el eco de mis pasos, abandonando tu mirada.
Cae la noche.
Mi sueño se tiñe de tristeza,
tus plegarias acompañan mi respiración
y un lágrima, distraída, acaricia esta despedida
y me aleja de tu nombre.
Madre,
abecedario de sombras hechiceras,
tejido cuando apenas me enredaba en los colores,
de la vidrieras que vestían mi mundo.
Soledad Caballero Castro
POEMA A MI MADRE (II)
“Ambiciono un sol que me parta la mirada
en mil direcciones”
Toco el cielo con las manos
y desde el fondo de tus ojos verdes
veo el porvenir:
Un gran sol y esas mil direcciones
para alcanzar las flores del aire.
Me transformo.
Mudo mi piel.
Acaricio tus pupilas
y vuelvo a mirar al fondo de tus ojos verdes.
Bailo en tus caricias
y nazco como las rosas,
arrebatada en el resplandor.
Mónica López Bordón
POEMA A MI MADRE
Zarpé desde tus brazos para conocer el mundo.
Luz encadenada,
regía mi vida tu sonrisa,
tus largos silencios, tus pocas palabras.
En tus territorios la humana ternura
se disfrazaba de rezos.
El tiempo era eterno
sin futuro.
Pequeña llama incansable
brillo de la noche
ferviente amante de la vida.
Claire Deloupy
POEMA A MI MADRE
Crecí bajo tu sombra, madre,
y aún creo escuchar tu voz
cuando algunas veces
cruzo la calle y olvido
que ya no estás en el lugar
de los nombres que me trae el viento.
Cada vez que escribo una frase,
cada vez que mis labios
prorrumpen en un verso,
eres esa mujer que,
de país en país, de hijo en hijo,
sumaba sus esfuerzos.
Nunca la lluvia fue más lluvia,
ni el dolor más sangriento.
La guerra era la pobreza
que de tarde en tarde
labraba sus miserias
con sus letras de fuego.
Trabajadora del silencio, madre,
me diste sin saberlo algo de dinero
para comprar mi libertad.
Ruy Henríquez
POEMA A MI MADRE 2
Escondido el hondo pozo de la extravagancia,
anhelante de un deseo vagabundo,
fui llenando el tiempo de negruras
viudo de tu presencia.
Ignorante del final, preñado de falsas ilusiones,
ruedo por la vida tras un rumbo nunca hallado,
huellas de una belleza perdida,
cálido aroma de la infancia.
Reina de las noches en vela, llantos del vacío,
tu voz resuena en las paredes rotas del recuerdo,
tibia mujer de pechos dulces,
fuiste el alimento de pasiones para otros destinadas.
Entono consignas inolvidables
avanzo olvidando soledades,
me alejo de lo que nunca pudo ser,
vacío los océanos para fundar mi patria.
Convencido, por fin, de tus deseos,
alzo el vuelo, madre, crezco,
me entrego al mundo, otro de ti,
te hago humana, eres libre.
MADRE
Extiendo mi mano al sur
atravesando el océano
para acariciar tus sienes
y expresarte que te quiero,
porque no hubiera vivido
sin tu savia de almizcle
y tu mirada protectora.
Hoy que declinan tus fuerzas,
que se acercan sigilosos
los heraldos negros,
me resisto al designio mortal
pensando que vivirás en mi recuerdo,
como la que fuiste siempre:
un alma abnegada
un espíritu valiente.
Olga de Lucia
MADRE MIA QUERIDA
Madre mia querida,
por mi corazón,
por el alma que no tuve,
querida por mis ideas,
las que para estar a tu lado,
era preciso renunciar.
querida por el mundo
de los seres humanos,
de las plantas,
de los animales mitológicos
jamás te acercaste
a un animal doméstico.
cotidiana como las hadas
en los cuentos mayores,
rebelde frente a la injusticia,
siempre presente.
no te irás de mi lado
ningún día de mi vida.
desafío a los monstruos
de la muerte
queriendo escribir este poema.
los secretos escondites de tu hogar
forman tu mundo
y estoy siempre a tu lado,
en tus palabras madre,
en el amor de escuchar a los vencidos,
al ciego, a los pobres, a los sabios.
tú madre, tan soberbia,
tan creadora de verdades,
tan infiel
para encontrar el mal.
ningún mundo de abajo conociste
y sin embargo
sabias que algo iba a faltar
en el camino.
haremos juntas madre
todos los jardines
que alivien nuestros ojos,
que serenen la furia de la muerte.
no entrará cuando quiera
sin avisarnos antes de la cita
la esperaremos madre
siempre estaremos juntas.
Lucía Serrano
POEMA A MI MADRE EN SU 63 CUMPLEAÑOS
En la sabia bordada con tristeza
fuiste un diamante enmudecido
de pérgolas de arena
y pájaros de amanecer.
Morirá de azul y de camelia
teñido por tu cuerpo
un frío rubor distinto a ti
en tu mano huérfana.
Tus sueños de papel,
un horizonte quieto en su infinitud.
Hasta tu pan era distinto
al de los muertos.
La brisa de tu aurora, de sol,
en tu rincón te espera
sujetando el párpado del día.
Madre querida,
ni tu figura de amazona
ni las horas alejan tu futuro.
Míralo esperando tu señal de España.
Míralo clavado a dentelladas
a lomos de Dios.
Virginia Valdominos
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