-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO - 73- 21/05/11
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
A MI MADRE, A LAS MADRES
Digo madre y las letras se repiten en eco insistente hasta signar el mañana,
tanto te amé, tanto te hice volar en ideales, fue tan difícil desprenderse la pez de tu mirada.
Una pléyade de azogues escandalizados frente a tanto ardor saludan
con reflejos diamantinos el acontecimiento atroz de tu reinado silencioso.
Miro colinas desafiantes cortando el firmamento con el musgo aterciopelado de sus horas,
y tu leche sacrílega, esa que me hizo la boca, vuelve a humedecer mis labios de nostalgia.
Cuando la m habita las palabras, todo tiembla, mujer y madre, candorosa virgen
siempre a punto de la desfloración o salvaje meretriz del destierro,
al borde siempre de recuperar su perdida, inmarcesible inocencia.
Fueron necesarios el abrazo y el desprecio, el fiero amor y el tibio desamor,
junté mis restos después de las batallas, olvidé los rencores nacidos de la mutilación,
allí donde la especie soltaba su eslabón, me escapé por un instante de ella,
la burlé para meterme en el corazón de la ciencia. Padre vino al rescate, guerrero de la letra.
Porque mujer no basta, no basta dejarse penetrar por líquidos extraños
y decir que de otro es el deseo, porque madre no basta, no basta retener lo gestado,
porque late lo humano en mis entrañas, y pugna por salir,
mi deseo abandona mi animal y se hace poema.
Alejandra Menassa
A MI MADRE
¡Tiempo sin ver el mar!
Aflora en la memoria ocre tus ojos
la sombra de dos banderas izando
en la ventana del ayer
la copla de padre en tu cintura de molinera.
El tiempo se hizo mármol.
Aquí se quiebra la voz
Y un par de golondrinas
aletean mis parpados.
La gramola es un olor de ensaimada
en el prohibido obrador donde se partió la guerra.
Escucho en tu voz historias de un patio
de hortensias como pechos,
de inmensos geranios y azabache sombreando
la reina caligrafía de la repetición,
el galgo aullido dibujado
en la silueta precisa del verde dintel.
Carlos Fernández
NUNCA HICE CENTRO
Dibujé con mis ojos
el círculo perfecto,
la diadema que rompería
definitivamente tu mirada.
Deslicé mis manos hasta topar
con lo que a todas luces
era diana permanente.
Salí disparada de tu corazón
disfrazada de brisa anhelante.
No hice centro,
la roca eran los labios
entreabiertos y su amor,
pesaba demasiado.
Cruz González Cardeñosa
POEMA A
¿Madre? ¿Acaso no ves que estoy ardiendo
en el fuego del vivir? Aléjate de mí, déjame
besar otros labios, escribir otro poema.
Vísteme de pudor y lejanía, dame un destino.
En el refugio de la burla ha nacido una vez más
su cuerpo, incesante enemigo de las mutilaciones.
Ata mis pasos a su paso y arremete contra
toda condición humana y sus extensos suburbios.
Busco una separación perpetuamente indefinida.
Atada a las palabras que nunca pronunciaré
muto y nazco cada vez que decido vivir,
cada vez que decido morir.
Ella se debate y me bate con sus alas de sueño
cuando la quietud se apiada de mí,
cuando me llama el ayer y el mañana
cuando el silencio sella mis humanos labios.
AMELIA DÍEZ CUESTA
COMO RAYOS QUE PARTEN AL DESTIERRO
Como un árbol despertando en primavera
con sus verdes tenues y su promesa de sombra,
brotaron mis sueños juveniles
sobre la tierra que sentía mía.
Era un despliegue de colores y de aromas
al paso de mis pies ligeros.
Mente abierta mi ciudad,
adalid del pensamiento universal.
La dictadura se alzó con su mirada asesina,
nos arrebató la vida.
Huyendo como rayos que parten al destierro
fuimos catapultados a doce mil kilómetros del país natal,
a otra cultura, otro tiempo.
España de la transición, gris, marrón...
despertaba recién a la democracia,
tutelada por la monarquía
que el "caudillo" había asegurado.
España, mi país, desde entonces.
Mi florida ciudad, Madrid, mi jardín más preciado
Olga de Lucia
A MI MADRE
Destilo en alambique de infancia
la nostalgia de opacas realidades,
allí donde tu sonrisa araña el equilibrio.
Olores dulces amurallan estrechos callejones
donde albergar zalemas en tardes de juego
mientras siembras en las veredas geranios
cuando tus manos rozan el infinito del horizonte.
Te nombro y la esperanza de lo inexistente alumbra
las tardes ahítas donde voraces dentelladas de la nada
disuelven los posos de un destino rasgado en tu pupila.
Pilar Rojas
POEMA A MI MADRE
Madre natal de pechos intranquilos
o cielo conspicuo que me ha parido
bajo la mirada de un alegre sol.
Madre interminable de dulce arrebol
difuminado en el bello presente,
tus colores maternos, evidentes,
subyacen tercamente en mi mirada
escrutadora, de mundos y nadas.
Te agradezco, francamente fraternal,
la vida: esta responsabilidad
fundamental del mundo apasionante;
esa generosidad inmemorial...
Tu entusiasmo juvenil, es la mitad
de este cuerpo amador y diligente.
Kepa Ríos Alday
“COMO RAYOS QUE PARTEN AL DESTIERRO”
Enrique Molina
Luces eternas llegan
desde los cielos
y dibujan en la arena
ríos de sueños,
solo sueños.
Espantado por tanta maleza
insoportable,
huye,
escapa buscando calmar
su hambre y su sed.
Desde el destierro
sentado en acantilados de sal
ve caer mensajes de luz
que se dejan sentir
como miel en las vísceras
para seguir dibujando
en la misma arena
una flor blanca
blanca como las del cardón.
Rosalba Pelle
NUNCA HICE DIANA
Nos vamos, ya no volvemos,
nos quedamos entre la hierba,
como los sentimientos que hacen de la turbidez, la niebla.
Nos vamos hacia el sur,
que es el norte frío y sutil
del risco solitario en la que la montaña se abre al atardecer.
Es la valentía de unas alas
sin el límite de la tierra,
donde la luna vuela sobre nuestra cabeza
y se esconde para ocultar los restos de sol.
La oscuridad nos cobija
e incendia la noche tus besos,
rasgo irreal que une para ser nada.
Cuando te cubres los ojos con la fantasía
la piedra se quiebra en nuestros rostros perecederos,
grabados en las olas de un mar que desfallece
como una espuma demoniaca
en el que ruge nuestro ser por el misterio.
No hay vuelo de pájaro sobre la colina,
ni príncipe cabalgando,
no hay sueños esperándonos fuera de este tumulto,
solo caemos desvanecidos de éxtasis
por una raíz excelsa que aferrada al polvo
nos vio nacer.
También hay una senda que recorrió un niño,
un camino diluido por el ácido de la guerra y la codicia,
y muertos de hambre llevando a cuestas
un rublo para los sables con los que cortar
el cuello al que clama salir de su desdicha.
Por eso volvemos huérfanos a habitar una rosa que se pudre,
un látigo que se despliega,
una muralla vuelta a construir para que no alcancemos sus labios.
Nos rendimos para que en la mentira caiga la sombra
de la sorda tez del amor,
para que las promesas nos fulminen al medio día.
Susana Lorente Gómez
POEMA A MI MADRE
Dulce la sonrisa
bello el gesto
tierna en la caricia
y las palabras amables.
Sólo sé que el amor
y el agradecimiento
-más la nostalgia-
me nublan la mente.
Imposible decir de tu fuerza
de tu ánimo
de la defensa sin tregua
de tus hijos.
Todo es pobre cuando
pienso en ti.
Cuando recuerdo tu
resplandor, tu abrazo.
María Chévez
A MI MADRE
Mujer de sencilla juventud
que acunaste en el horizonte
el canto de tu vientre.
Hoy, quiero acariciar tu silencio.
Abrazar tus manos, temblorosas,
alzándose de tu pecho,
como una canción vestida de domingo.
Quiero tenderme en tu costado,
alma entregada en la pasión abierta,
con el aroma del mediodía
tejiendo laberintos de destino incierto.
Hoy quiero prender en el reverso de la luna,
los besos que acompañan mi camino.
Soledad Caballero Castro
A MI MADRE (1)
Madre, si, si, se han mudado los vacíos
se desmayaron cuando el calor
amenazaba con retomar la negligencia de tus manos.
Pesaban tus ojos en el equilibrio
la abrupta vereda giraba sus quehaceres,
enclaustró destinos en el pudor del intento.
Buscando una travesía;
un vértigo donde esparcir semillas
deje volar el camino, despacio,
con la determinación de la distancia.
Temblaron los párpados del hemiciclo,
acometieron sobre la última pasajera,
palabra de amor callada en la pregunta,
un tajo metálico que apostó por la saliva.
Fronteras y rojos abiertos insistían
abrazando los paréntesis para corroborar el golpe
que separaba el año del mar
el hechizo de su cometa.
Clémence Loonis
POEMA A MI MADRE
Quiero brindar, madre, por la savia nueva que brota en mis entrañas.
Néctar preciso que corrompe las sombras del pasado
y conforma una nueva mujer.
Ya no soy la que huye a otros mundos,
sonrojándose por sus fúnebres delirios,
arrastrando sus lágrimas más allá de tus pechos.
Soy la desconocida que inaugura un nuevo apellido.
La que deja de soñar en tu cuerpo
y respira, por fin, este aire impuro.
Grito de la revolución quebrando los tímpanos,
torrente que arroya este añejo paraíso,
apasionante abismo hacia otra vida.
Llena de otros vacíos, violada por el verbo
aprendo a amar, abandono el miedo a morir entre tus brazos.
Te encontraré lejos de ti, seré tu hija más grande.
Helena Trujillo Luque
A MI MADRE
¿Fuiste tú quien ordenó mi silencio,
quien disparó con insistencia
sobre mi memoria futura,
o quizá mi propia vacilación
tiñéndote de olvido?
¿Eras la que esperaba, agazapada,
esa rendición incondicional
que suponías mi destino
o acaso, simplemente,
el eco del miedo en mi rostro?
¿Es mi queja, la herencia
de aquel grito que inunda
mi cuerpo y sus contornos?
¿Fuiste tú, madre, mi madre?
Carmen Salamanca
POEMA A MI MADRE
Madre, te siento en el límite del mundo,
caminar de Tierra y Mujer,
palabras plurales que me dejan desplegarme
en la fuerza de la hoja en blanco,
tan poderosa en nuestros silencios,
tan fértil en cada nudo por deshacer.
Nos hablamos en nuestra distancia,
mi inquietud y tu impaciencia
dibujan un paisaje, a veces abrupto,
pero siempre tan interesante
sabiéndonos parte del juego.
A veces, soy arista y tú, como Gea
el gran centro que domina el universo
desde la cumbre de la montaña
como los soldados templarios,
implacable.
Entonces, ambas queremos ser
el as de oros para fugarnos con
nuestro triunfo.
Y de nuevo la separación
con tanto amor por decir.
Sintiendo tu voz te busco, madre,
desde la sangre que palpita en mí.
Te busco en los versos.
Tendida en el umbral de tu nombre
caigo en vertical por tu piel
y le entrego al poema esta mujer.
Alondra, madre, de aire desnudo
para poder amar.
LA SEXUALIDAD FEMENINA.
POEMA A MI MADRE.
Goce incalculable.
Tiembla enamorada, usando su locura,
la muerte fiel.
Un hecho cotidiano,
los siglos horadando su vereda.
Un camino de doble recorrido.
Masculinidad de universo abstracto lleno de luna.
El orden enceguece, no su dueño
mas tu canto:
¡Noche, muérdeme con tu semen verdadero!.
Podrida y tibia fuerza creadora.
¡No, loca infernal!
Miéntete doblemente, como a los masturadores.
Despréciate en el placer extremo de tu sexo.
Sacúdete la envidia
entre los golpes que encuentran su estallido,
como delirio de puntillas,
en este amor.
Ojos sangrantes, en la milésima parte
me ambicionan muerto.
Pronunciando un nuevo proyectil:
la perforadora,
que contra los días, enfría tu fervor.
Mata brutalmente a dos enamorados.
Piezas inútiles para el sistema.
Vaga donde los hombres huyen
de la nube de polvo religiosa.
Y sus hijos como de pantera, matan por ser.
Y llega la policía y lo estrangulan.
Murieron por estúpidos, sin destino.
Un viento de rostros desteñidos.
Y un cielo en todas direcciones.
Buscando su olor,
hemos perdido el rastro a soledad.
Virginia Valdominos
POEMA A MI MADRE
Toda para mí,
como un volcán, amamantabas mi sed,
procurabas mi consuelo de luz,
regabas de intensa terquedad, los abrazos.
Masa descomunal de aliento
fuiste solemne y perpetua,
un corazón latiendo a pleno sol,
el porvenir perfecto,
todo eran jardines de geranios a tus pies.
Un día, cuando menos lo esperaba,
tocaste la puerta del olvido,
acercarte tu piel a otra piel,
y yo abandona y sola,
comprendí que nunca más
serías toda para mí.
Primero, las sacudidas de odio, cercenaron la mirada.
Tú y yo, no éramos el mundo,
tú y yo, trajeron a nuestra cohabitación perfecta,
una sangrante caricia de distancia,
cirugía abierta al corazón que no deja de latir.
Pasados los instantes
desplacé mis ojos hacia el destino de tus ojos,
y encontré el amor,
la viril templanza de aquel hombre
me hizo descomponer.
Millones de fragmentos de mí,
ahora eran nosotros para el mundo,
una muerte feliz
una página escrita.
Magdalena Salamanca
YO TAMBIÉN SOY VIRTUOSO
En tempestades magnéticas
colmadas de exhalación repentina,
a través de mundos suspendidos
y bestiarios nocturnos,
en fronteras
de bajas lunaciones,
como entrañas hembra,
desde el alma, acaricio
fondos telares,
ajustadas máscaras.
Intento
las últimas posibilidades
de acceso
a la dura mordaza del silencio.
Yo también soy virtuoso,
el camino
abre
rasgos de luz,
tambores oceánicos
sin tregua ni medida.
Es una historia que cuento
como una caricia
que no se puede planificar.
No digo:
la he visto en la ventana,
vibra en las puertas del júbilo
hacia lejanos albergues
en la extensión de las aguas,
como un movimiento imposible,
huye de tiempos.
Jaime Kozak
Poema a mi madre
Ella podría haberme dejado morir ¿comprendes?
Sus poderosos brazos me estrecharon contra su pecho.
Que no decidiera ahogarme es un enigma.
Un poco más fuerte y mi fin habría llegado.
Y sin embargo, decidió alimentarme, dejarme vivir,
dormir en su regazo.
Su mirada estaba sobre mí como el sol sobre los árboles,
prodigando su calor y sus cuidados.
Ella lo era todo para mí ¿comprendes?
Y yo aspiraba a ser de ella su último rayo.
Era la vida, el mar y yo un pez
nadando entre sus manos.
En la noche, a veces, despertaba llorando.
Soñaba que abría sus brazos, me dejaba caer,
miraba para otro lado.
Esas noches no había amor ni promesas
que me devolvieran la paz de su presencia.
La noche se abría como dos labios preguntando
y todo al rededor se hacía ajeno y extraño.
Entonces corría, saltaba, la llamaba a voces
pero ella parecía haberme olvidado.
Podría haberme dejado morir ¿comprendes?
Que me dejara crecer sigue siendo un enigma.
Ruy Henríquez
COMO RAYOS QUE PARTEN EL DESIERTO
Como rayos que parten el desierto,
esas dulces espinas del amor,
firmamento que se estrella en mi mano,
sin prisa, casi sin esperanza.
Enarbolando la vida,
hilvanando perlas del tiempo sobre tu rostro,
llegaré un día hasta la muerte.
Palabras enlazadas transfiguran la huida.
El deseo abre la puerta a la noche,
extrae su miel de las sombras,
secreta,
cataclismo entre los brazos del tiempo.
Perfilo en tu mirada los cantos del mañana,
murmullo devastador,
contra el viento,
cantos evanescentes.
Claire Deloupy
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