sábado, 24 de octubre de 2009

TALLER DE POESÍA DE LOS SÁBADOS 24-10-09

GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR : MIGUEL OSCAR MENASSA
NÚMERO - 29- 24/10/09
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa


Cuadro: Deriva del placer. Amelia Díez.


SONRÍEN LOS INASIBLES HUÉSPEDES

Sonríen los inasibles huéspedes
cuando te alejas bajo la barbarie
del malestar del ayer
aterradoramente inmenso.

Sonríen los inasibles huéspedes
como palabras ateridas de silencio
como cuerpos sumidos en la ciencia
cuando mi mano me acaricia.

Era una nostalgia corrosiva la que manaba
entre mis labios cuando hablaba
de la tierra y el sueño, de la nocturnidad
del suelo cuando la vigilia llama.

Era y no era yo misma
la que amordazada por el tiempo
caminaba entre las páginas
mientras sonreian los inasibles huéspedes.


Amelia Diez Cuesta.





Cuadro: La reina de la noche. Miguel Menassa.

“A SOLAS CON MI NOMBRE”
Olga Orozco

Estaba distraída de nostalgias
cuando,
sigilosa y esquiva
desplazaste mi noche
y moviste de lugar
los acertijos.

Ya no estoy ahí
donde encontrarme
era el sencillo recorrido
de una piel deslizando sonrisas
barranco abajo.

No estoy entre los huecos de un armario
esperando que abras la puerta
para salir huyendo y volver
a esconderme de nuevo en algún mueble de rejas
a escuchar confesiones plagadas de blasfemias,
oraciones de dios invadiendo mi cuerpo
que se escapa en silencio
mientras la lluvia moja
mi rostro en el espejo.

Cruz González CardeñosaCuadro: Lentitud. Miguel Menassa



AQUÍ HAY UNA ESCALERA
Este es el primer escalón.
La vida comienza aquí.
Borremos los prejuicios del pasado,
los derrotados y los victoriosos,
los monumentos miserables de la humanidad.
Al unísono daremos el paso,
luego, la suerte estará echada.
Cada uno tendrá su ritmo,
sus vaivenes,
pero compartiremos la dicha
de estar todos arriba y abajo,
en el camino,
construyendo una vida para todos,
para cada uno.


Helena Trujillo Luque


Cuadro: Latido atemporal. Carmen Salamanca

A SOLAS CON LA TIERRA

Primero,
exceder límites tempestuosos,
sorteando la redundancia
de aceras y doblajes,
en un descender sin tregua
hacia el rincón último del movimiento.

Dentro,
parafernalia de emergencia
frente al tímido barracón del miedo,
escasa densidad en reciclaje
y nula ilusion de permanencia .

Después,
escabullirse entre cuerpos y miradas,
urbanas tribus de impronta vertical.

Para subir
cemento arriba en desmesura,
olvidarse de pasos y materia
hasta quedar, al fin,
a solas con la tierra.


Carmen Salamanca



Cuadro: Latitudes de la locura. Manuel Menassa.


LAS PALABRAS OSCURAS.


Quien clama por la ausencia
olvida el rubor del alba
cuando el cuerpo regresa.

Cuando el cuerpo regresa,
las sombras
se ciernen al alba inextinglibe
renuncias olvidadas
las palabras oscuras
llanto de un fruto maduro
exigen un lugar privilegiado.

Manuel Menassa






Cuadro: La vidriera. Carlos Fernández.

ES INÚTIL AULLAR

El verbo rasgó de mayúsculas todo inicio
después advino el mar trabajando en la roca,
minúsculas playas del tono y cursivas inclinaciones
sobre el disimulo nocturno de las negrillas ocultando
la letra pequeña, la que siempre anuncia condena.
Es inútil aullar.

Acunan los pasos una especie similar de consonantes,
hermanos mosqueteros, desenfundando la última tinta de la espada
al desnudar mi nombre en el juego secreto
de la noche que besa tu párvula sombra de río insurgente.
Contracorriente. Es inútil aullar.

Lo plural es mujer, hielo maduro y singular latido
-la sangre siempre lo recuerda-
La sangre que te habita sabe de su límite cuatrimestral
cabalga con su roja melena la diadema de la noche
donde el miedo me enseño a silbar con elegancia dejando
la muerte para otro verso donde rimar pueda con suerte.

El aullido, gutural gruta lupina pidiendo la palabra
espejo vocal despellejando el paladar salado en múltiples lenguas.
El aullido, la sangre y el verbo enterraron su esqueleto sin cuerpo,
dejando abierta la boca muerta del último disfraz.

Las mariposas nunca mueren.
Los alfileres son claveles rojos en la solapa de la nostalgia.
Es un aullido la muchedumbre que tropieza con los pies en el espejo.
Es inútil aullar.

Carlos Fernández

Cuadro: Lujurias. Miguel Menassa.


QUÉ PASÓ ENTRE VOSOTRAS

Pasó la vida..
Pasó un siglo de silencios y palabras.
Pasó, del amor, las fogatas,
los amaneceres de la vida cotidiana.
Pasó el tiempo de puntillas,
el tiempo traicionero y voraz,
Pasó la media noche del furor oculto,
las horas muertas y tantas dulzuras olvidadas
que el papel en vano intenta atrapar.
Pasó, frase tras frase,
toda la vida.
Persistente pasó, una y otra vez,
y otra vez aun la luz de la poesía .
Los días festivos de sábanas blancas,
los días vibrantes, sin tedio
sin pan amargo,
sin angustia.

Pasó la vida compartida en la misma piel
la vida entera,
de proa a popa,
sus estados de gracia
y su punto final.

Claire Deloupy Marchand


Cuadro: Alegría primaveral. Miguel Menassa.


TANTOS SUEÑOS DISPERSOS

Para ti y en voz muy baja
caen de tus ojos las palabras ignoradas,
días olvidados en las cascadas
de tantos sueños dispersos.
Con inocencia hablamos de todas las
preguntas que no hemos descubierto todavía,
de nuestros cuerpos atónitos ante el silencio,
del frío
y de aquel hombre que soñamos tan lejano
y de esa mujer con las manos distantes
que atraviesa lentamente cada misterio
escrito en el espejo de la noche.

Sueños dispersos que rozan el silbido,
se reclinan a punto de llegar
avanzan rendidos buscando
la nada que han de encontrar.

Un color se fuga con la rapidez del relámpago.
Imagino el nacimiento de las formas
en cada paso.
Abandono todos los nombres
y aprendiendo a mirar
averiguo cómo atravesar el vacío
de tantos sueños de rostro desconocido.

Mónica López Bordón





Cuadro: Horizonte de otoño. Miguel Menassa.


CUANDO ALGUIEN SE NOS MUERE.

Habrá un día que nos separará la noche,
y la música se fundirá en un vacío ignorante
e inmenso de quietud sobrecogedora.

Solo sabré, si mis huesos aún se cansan
bajo el peso de la vida que me insiste,
ofreciéndome luces en el cielo
que en mi funeral alumbran.

Cuerpo de ti, solo para el amor,
vida vivida solo por amor.

Insisto en que el mar se haga en ti,
cuando esa noche llegue
y uno de los dos se hunda en el manto que cubre la tierra.

Entonces, mis manos, mis uñas mis dedos se aferrarán
con furia a la única lucidez que nos hará huella:
la luz que dejamos, será luz sin nombre.


Miguel Martinez







Cuadro: Balada de la juventud. Miguel Menassa.


LA MUJER DEL OTOÑO LLEGABA A MI VENTANA


Era el otoño, el frío de la calle arropaba
los límpidos cristales con un vaho que nublaba la mirada.
No dudé , árboles y matorrales denudaban sus cuerpos lentamente.
A veces una ráfaga furiosa arrancaba andrajos de sus cuerpos
dejando en el jardín los yertos troncos que, insolentes, desafiaban al viento.
En la mirada, la nostalgia de un brillante estío,
en el cuerpo el frío que ganaba cada día un palmo mas de carne,
en el paso, la cadencia que reflejaba en mi ventana la mujer del otoño
alejándose con firmeza de la bruma del vidrio.

Pilar Rojas




Cuadro: Miradas en la cumbre. Miguel Menassa.


UN PUEBLO EN LA CORNISA


Lloro en mis ojos viendo desfilar paisajes que siguen
la marca de las ondulaciones de las dunas encerrando un pueblo junto al mar]
donde el jadeo de las olas viene a acompañar la furia del viento en los tejados.]
Testigo de mis antepasados, sólo ladrones de la lluvia,
mojaban el pan cuando invitaban al huésped del olvido,
el hijo que fugó del mar sin poder escapar,
que volvía a la mesa tendida hecha de piedra y agua.
Había un frenesí y un ritmo incorruptible entre los habitantes
que dormían al azar en la playa o en las embarcaciones
mientras temblaban suavemente las velas encendidas
y la borra de café señalaba destinos que encerraba el porvenir en un puñado de arena.]
Los itinerarios estaban marcados por lugares intactos
donde el sol vociferaba gritos anunciando su caída
y era inconsolable que el día perdiera su pereza
y entregara su belleza salvaje a las mutaciones hechizadas de las noches.]

No había escrúpulos que se resistieran a esta inconstancia
que navegaba por las venas,
y a la furia del día le oponían la noche con la misma ingenuidad
con que transformaban la tristeza en perfume.
Llevaban a cabo ceremonias y homenajes a las diosas caídas
de altares clandestinos creados para que los filtros del amor
ejerzan esa magia que vengue el desencuentro.
Noches de luz de luna y brillos fosforescentes
atraían a las parejas como un afrodisíaco a esas orillas
donde suspendían la vida,
mientras que mas allá alejado de la costa,
el pueblo era el refugio de personajes nómades,
futuros visitantes del silencio.
Era el borde del mar la cornisa donde se colgaba la cabeza del sueño y de la carne]
uniforme patíbulo de la fe desmontando quimeras,
heridas frescas del océano derramado sobre arenas ardientes
enmudeciendo el ruido de los pasos para que las huellas no fueran sospechadas]
y quedase muy atrás el paradero borrascoso de algún crimen perdido,]
de aquel que ambicionaba el oro del verano.


Norma Menassa







Cuadro: Fuego azul. Magdalena Salamanca.




LEJOS VAN NUESTROS GESTOS

Desde lejos, como al encuentro,
se van desnudado los gestos
a través de la mirada.

Pinturita alegre de inquietud ardiente
que va cambiando de color…

Mirada que cae cuando la medianoche
ríe las concavidades de sus cuencas.


Magdalena Salamanca





Cuadro: Espirales del sueño. Alejandra Menassa.


SOLAMENTE LOS MUERTOS CONOCEN EL REVERSO DE LAS PIEDRAS.

Con la seguridad inquebrantable de la que nada puede asegurar,
recorro los caminos de tu tiempo, circunvalo tus calles empedradas de hombres,]
Ninguna certidumbre me acompaña, y se hace pequeña, inútil, la esperanza:]
Muere un poco el que espera en ese impasse, segundos detenidos, horas desiertas.]
Pero el hombre no puede la quietud, lo mueve una humanidad inconmensurable ]
que bate en sus entrañas y lo incita a correr, a buscar caminos más allá de su cuerpo.]

Ella, su reina, esa potencia inextinguible del deseo, lo empuja hacia la vida,
hay lastres, pequeñas pesadillas atadas a tobillos que pretenden su cercana escapada]
pero a Ella no la frena nada, nada colma su elíptico movimiento de lazada.]

Y son miles los lazos, en infinitas combinaciones hacen redes de seda y de vocablos.]
Inmersos en las marañas del lenguaje, sus cuerpos temblorosos se propagan:]
son los vivos, es la vida que les late en las venas, reventando en .palabras]

Y para ellos: un coro de muertos, canta. Un día abonaréis con nosotros la tierra,]
seréis futura vianda de gusanos, serán ceniza vuestros vanos sueños.

Y los vivos responden, cantando siempre en voz más alta y clara:
vosotros, aquellos que camináis la tierra por abajo, nos decís a nosotros que bajemos]
para anegar las fosas que os acogen, pero nos queda aún mucho por hacer sobre la tierra,]
vosotros, que conocéis el reverso de las lápidas, queréis que descendamos
a escrutar el lenguaje de las piedras, pero nosotros, hemos de fabricar aun muchos días, para agotar la hazaña de vivirnos.]

Alejandra Menassa de Lucia


Cuadro: Tormenta interior. Olga de Lucia.


Y SOBREVIVO AUN


Sórdidos los lazos que me unen
a la opaca desidia de la muerte.

Vivir queriendo reparar un daño irreparable
y morían las azucenas por millares
y en cada esquina, agazapado lo imposible
pulsaba resbalando entre las letras
hacia un oasis, entre gritos de libertad.

Fui frágil en los brazos del amor,
valiente ante los tentáculos de la muerte.
Yo misma mate la niña que vivía en mi
y sobrevivo aun, porque a partir de ahí,
soy del mundo todo porvenir.

Olga de Lucia Vicente.


Cuadro: El poeta y el oro. Miguel Menassa.



Y LA SOMBRA QUE ARRASTRO


Y la sombra que arrastro cerró sus labios

negando su oscuro consejo cuando,

triste esperanza,

preferí interrogar al vacío

que sepultarme en exquisitos lodazales,

cual ávido surco premonitorio

en la blanca palma de un poema.


Kepa Ríos Alday




Cuadro: La belleza. Miguel Oscar Menassa.

FUE NECESARIO UN LENTO TRABAJO DE LOS AÑOS

Tengo fe en que soy,
y en que he sido menos
César Vallejo

Vuelvo la vista atrás,
amo, convierto el alma.
en un gran beso que envuelva la vida.

Muero,
arrojo a las tinieblas,
el peso soportado a cuestas,
por la espina dorsal de una agonía ardiente.

Llueve sobre las sienes de la primavera,
donde un lúgubre tambor,
clava su estruendo en un puñal grabado
en el barro del dolor.

Muere un antiguo sentimiento
y asoma el guarismo
del lento transitar a través de los años.

Fue necesario incorporarse,
sin violencia, sin el chirriar
de esas noches por corredores ocultos,
caricias de faltas sin fondo.

Y desde aquel rincón donde permanecía sentado
me he puesto a caminar,
tengo fe en que soy
y en que he sido menos.


Vicente Prada Gómez.







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