sábado, 14 de febrero de 2009

TALLER DE POESÍA DE LOS SÁBADOS 14 DE FEBRERO DE 2009. DÍA DE SAN VALENTÍN


GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR : MIGUEL OSCAR MENASSA
NÚMERO - 4- 14/02/09




Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa.









Cuadro: Naranja otoñal, Miguel Menassa


MIENTRAS VIVAMOS, JUGUEMOS

Caen inexorables los días,
recortados en la recta arena de un horizonte roto
dejando en mi mirada un rumor de sorpresa traído por el viento.
Jalonada por vastos continentes,
alejada del hito de las rocas,
ne propongo nadar hasta sentir exhausta la palabra,
jugar al arbitrio de las letras,
saludar la mañana apostando al batir de las olas
saltar entre atisbos de peonzas,
caminar hojarascas jugando a sortear los escondites
entonar el ritmo de un pausado latir.
y un verso, sólo un verso para apostar de la vida su jugada.


Pilar Rojas





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Cuadro: Llantos del exilio. Miguel Menassa

UNA HOJA CAE, ALGO PASA VOLANDO

Nunca lamentaste sostener entre los puños la daga,
el vértigo arrebatado de un reloj de agujas inquietas
pronunciando un silbido aterrador, para este lunes lluvioso.

Frente a la condena del diario vivir,
como hoja que cae hacia una laguna inerte
mientras refleja el eco del gavilán en sus aguas,
hablo a la escritura tenue, magia para la noche.

No lamentes los ocres acordes de esta sátira
que camina hacia la muerte,
como cortejo aquiescente en época de soles.

Amanecen, tatuados en la frente, los años,
el viento primaveral que ciñe por la cintura los árboles
que brotan de tus ojos, como eternas palabras
inermes, ante el cuerpo roído del hombre.

Cuando una hoja cae, algo pasa volando...

Magdalena Salamanca

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Cuadro: Joya del Nilo. Miguel Menassa

YO QUERRÍA ESE MAR PARA MI SED


No era preciso recordar ningún oráculo
después de la catástrofe es inútil contar los resultados,
mañana alguien hará rodar su corazón como un velero
sin temor a las maniobras de fantasmas.

Es tarde para avivar el fuego que ilumina la noche,
es tarde para dejar caer el horizonte que se tragó la bruma,
es un decir demás que los monstruos habitan soledades
porque los veo allí sentados en la silla mirando el sol detrás de los rosales.

Crujen maderas desgarradas que se lleva de prisa la corriente,
mas allá se agita todo el mundo en su protesta interminable,
inquieto corre el viento sin saber de dónde viene pero lo mismo anda,
y ahora tengo el mar debajo de la mesa
ahogando mis estrellas anhelantes que beben

los minutos prendidos a mi vida.

Ato a mis caderas las piedras de la edad y un cráter rompe la luz
sin resolver ninguna geología,
pero oceánicas olas despiertan un ejército asesino
y quiero tirar piedras a la noche para que te despiertes
y abras los ojos buscando el sol que acalle los tambores del orgullo

y vuelvas a ser dulce en la rompiente

y me saludes otra vez a mí, que a veces como vos, quiero tragarte.

Norma Menassa.






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Cuadro: La jóven virgen de Gustav Klimt, por Alejandra Menassa









UN ABISMO SE OCULTABA EN MEDIO DE LAS NUBES

Era el quinto día del naufragio,
entre las sábanas estábamos
perdidos en tempestades de lujuria
yo buscaba una honda para derribar a Dios
para que cesara de caer esa lluvia insistente sobre los dos
era el día del hacha y de la rabia,
yo tenía en el pelo una orquídea amarilla y en la liga
el cuchillo del alba.

Era el quinto día de la muerte del sol,
yo buscaba una hormiga que en la almohada
fundó su campamento
y tu explorabas para encontrar las migas del amor
que atraían insectos a libar el licor de nuestros sexos,
ya éramos en la noche las sombras del averno,
el descenso sin retorno al abismo del tiempo,
que se ocultaba quieto entre las nubes,
como callado espectro.


Era el quinto día del relámpago y del trueno,
una luz eléctrica proyectaba en la pared
nuestras sombras, que como un torpe gigante
hacía huir a los fantasmas,
llegaste con la pala de los días,
a abrir surcos en mi piel buscando el mineral
la precisa distancia entre los cuerpos,
la fruta madurada a costa de libarla.

Era el quinto día y tocaba a su fin esta batalla,
la lucha cuerpo a cuerpo,
la huída en desbandada al pais de los ayes,
el recorrer de una esquina a otra la ciudad de la cama
los altos edificios del placer,
las farolas nocturnas erectas e irisadas,
el final de salivas y de savias destiladas
cómplice suicidio de manos, voces y miradas.




Alejandra Menassa de Lucia






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Cuadro: El árbol de la sabiduría. Carmen Salamanca






NO FUE DEL TODO BIEN

No fue del todo bien:
sin historia, sin malla invisible
sosteniendo esta fugaz agonía sin palabras,
su eterna melancolía de violín enamorado.
Nadie fue responsable de aquel aliento,
entrecortado por el vaivén infinito de las horas.
Degollada espera, dividida en su espesura
de mármol, aquietado por la costumbre.
Eterna rebeldía entre los dedos,
ese destapar, sin tregua ni cartón,
deshilachados algoritmos de noches sin espuelas.
Horizonte divisorio en legítima y vertical estampa
como quien escucha su atronador desafío: la vida.
Soberana y gastada pantomima de los siglos
cuando tu imagen rebotaba sin parpadeos especiales
a la luz de aquél traspiés inoportuno.
Vacilante y sin cornisas, henchida
de rigor apasionado entre nubes de ausencia,
repito: no fue del todo bien y, sin embargo…


Carmen Salamanca






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Cuadro: Mujer con sombrero. Henry Matisse, reproducción de Carlos Fernández

UN OJO SE ABRE FRENTE AL ESPEJO

Tengo tanta necesidad de ternura que ubico mayúsculas
las letras en cada inicio, razón asnal de respirar,
con la boca cerrada para dibujar sobre el espejo, el vaho
de tu mirada, cayendo en pentagrama una lágrima.

Tengo tanta necesidad de ternura que he visto
agitar la alas rojas del horizonte capitaneando
la firma en blanco del oleaje que alcanza
tu silueta de odalisca en la playa desierta.

Tengo tanta necesidad de ternura que, he regalado
mis ojos verdes al balcón donde desfila virgen
y desnuda la mujer de la cabellera incandescente,
la mujer que desnuda mis sueños y esconde
en su cintura de otoño, mis deseos, ardiendo la noche.

Por todo ello, y después de tanta y tanta necedad
sin arbitrio ni góndola, decidí escribirte en la roca el legado
de todos los escombros donde habito, levantando mis brazos,
como saluda en el puerto un amante que se queda
frente al futuro ojo de buey que se abre al naufragio de perderte.

Carlos Fernández



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Cuadro: Enamorada. Miguel Menassa




BUSCO LA ALONDRA QUE ESCAPÓ DE MI PECHO

Descubro en los mares árticos
un juego para inventar silbidos de la tarde
en el canto de la alondra.

Olvido todos los nombres.

Retrocede la noche como pájaro rendido
en tu pecho deshabitado.
Se alejan los vientos del Norte
plegados en tantas cosas por encontrar.

Entre las alondras vuelan gargantas de mundo
inundadas de versos.
Engendran sus nidos
con el ir y venir de tanto viaje
siempre, para volver.

Resbalarán y caerán en mis manos alzadas,
sonámbulas de tu boca,
desnudas entre tus brazos…

Cómo apagar el resplandor de este vuelo,
la pasión de su ruta acariciando
tus labios con los dedos,
deslizándose por el horizonte abierto,
alondra que no pudo hablar.

Miro el cuerpo que anida en mi pecho
invadiéndolo todo
para encontrarme a mí misma
volando, por primera vez.


Mónica López Bordón

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Cuadro: De la mano del amor. Miguel Menassa



¡CUANTAS VECES LA VIDA HABRA RECOMENZADO!

Vigilia del otoño, pequeña herida
Que vuelve a convocar los tiempos.
Aliento perpetuándose bajo la higuera
Reclinada en la siesta
Última presencia
Caída del sol.
La vida comienza otra vez cuando te escribo,
Anónimo poema
Estatuas de cemento
Corazones amantes.
Fugaces momentos
Donde alguna glicina blanca, alguien,
Recuerdos. Presencias.
¡Cuántas veces lo mucho se hizo poco!
Y el color del apuro,
Cruzó entre cornisas oscuros escondrijos
Herrumbre
Este amor que te tengo vida,
porque te he visto renacer
fabuloso anticuario,
Última esquina, aliento de Benares.

Caminar sin rincones, todo abierto
Y apostar impunemente
A fortalecer este loco corazón
Que late condenado en poesía
Negro pasado
quiebre del espejo
Naufragio que acelera la débil voz
Alud, recomienzos

Lucía Serrano


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Cuadro: Constelación mutante. Olga de Lucia


PREFIERO ESCUCHAR LA NOTA DEL ALELÍ

Quisiera tu paracaídas Altazor
para aterrizar con tus palabras de alabastro
tu florida fauna, tus delicados arco iris
y caer de pie en esta selva de palabras,
impregnada con la vehemencia de tu sangre.
Ver más allá de los jeroglíficos
que describen las golondrinas en el aire.
Bajar la persiana de mis ojos
y que sus olas no destruyan la quietud de los nenúfares.
Que la marería no castigue la geografía de las costas
ni se lleve el torbellino las almas inocentes,
ni arrecien huracanes desterrando transeúntes,
ni aludes ensombrezcan la mirada de los hombres.
Que nadie grite el hambre, ni rasgue con sus uñas
el dolor de la izquierda, latiendo en la mañana.
Ni atronen los obúes, ni salten pedazos de humanos
cercenados por intereses espúreos.
Que se apague el estruendoso ruido de la pólvora,
que me dejen escuchar la nota del alelí

Olga de Lucia




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Cuadro: Boda en el mar de Miguel Menassa


LA RELATIVIDAD DE LA PRIMAVERA


Yo querría poner una paloma
al perverso, en mitad de la nuca,
curar al enfermo con una sonrisa,
comprar al vendedor,´
las viandas sobrantes.

Yo querría terminar
con la soberbia del vándalo,
ayudar al diestro a utilizar la zurda,
besar de las mujeres las melodías del cantor.

¿Dónde está la llave que abre el corazón del
hombre triste,
que aleja al soldado de la batalla,
sin que su pecho mutilado lleve impresa la
cobardía?

¿Quién es éste que escribe estos versos?

Estruendo mudo,
cinta de fuego en busca del Amor,
espíritu jadeante entre las hebras del deseo,
primavera vibrante lanzando rosas
sobre la tierra, polvo humano,
perenne imperfección.

Hoy siento el vértigo volátil
de andar a ciegas.

Vicente Prada Gómez


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Cuadro: Al sur de Europa de Miguel Menassa


ATADURA PRIMERA
Buenos Aires, aún te amo en aquellos años primeros,
donde la confusión vivía
erogenizando el caos palpitante
de la plena juventud. En todos los casos un desorden apasionado
pleno de sabores y aromas, de pasos inquietantes,
de decisiones sin arte ni concierto,
por las ganas y el ímpetu.
Allí avanzar era un capricho
y la mejor dirección la de cualquier hoja en el viento.
Pedía al amor que me amara, al perdón que me perdonara,
al abrazo que me abrazara y creía en encuentros previamente señalados
por un destino aposentado en mí desde el principio.
Tu tiempo fulgurante de mestizaje y arte
de surrealismo cotidiano,
tareas y amor, los días transcurrían
entre el murmullo de tus fuentes
con ritmos canyengues
y voces potentes
se derramaban
desde el Colón hasta Corrientes
Buenos Aires, aún te amo y se me nubla el alma,
cuando inevitable,
me dejo mecer por tus brazos
de lluvia vocinglera.
Qué bella permaneces
aún ahora que muestras y ocultas
las marcas, los estigmas...
Guerra sucia cayendo sobre ti
estropeando las vidas, los mármoles
dejándose el asombroso brillo de tus ojos
parpadeando entre millones de lágrimas.
Buenos Aires aún te amo
mi piel atardece y se mira en tu río.



María Chévez





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Cuadro: Salto mortal de Manuel Menassa de Lucia




YO VUELVO A TI HUYENDO DEL REINO INCALCULABLE

Desprenderme de ti
no es olvidarte,
ni comerte en cada bocado
ni beberte en cada sorbo indeciso.

Desprenderme de ti
no es construir un muro
de arpegios en los pies, ni tropezar.

Desprenderme de ti
no es contar hasta diez
ni subir las escaleras de una en una.

Mi objetivo es acabarte en mi,
que el canto del viento sur
recuerde los besos que nunca se darán.
Mi objetivo es tenerte presente
pero no en los ojos de las mujeres
Mi objetivo es imaginarte
tendida en los brazos de otro
y sonreír la procesión de dientes
y el séquito de saliva blanca
que espera impaciente
la ausencia de tu lluvia en mis sueños

Seguramente,
el proceso en ti será diferente.

Manuel Menassa de Lucia



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Cuadro: La lujuria de los recuerdos de Miguel Menassa

AQUELLA MISMA NOCHE BAJO EL CIELO OBLONGO

Tuve desmedida vergüenza,
con tu palabra última.
Soñé con besos rotos,
me disparaban piedras.

Mi tristeza, me la había robado
la noche y no pude calmar el dolor tibio,
al ver columnas rotas
que no podían sostener nubes
ocultas por lágrimas negras.

Solo el fuego calla, - me dijiste-
y mi soledad quedó oculta.

Se que una noche vendrás cubierta
de heridas monótonas
y sabré lamer tus huellas
con atemperada calma,
- desconocido dueño de mí me siento-
porque no veo tu mirada.

Me lanzo al poniente, enfrente, campos desiertos.
Te sueño vestida con trajes improvisados,
de recuerdos que yo mismo inventé para tí en la noche.

Miguel Martínez


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Cuadro: Mujer con abanico de Gaugin, reproducido por Claire Deloupy


PARIS, UNA ESTRELLA DESNUDA


París
gota efímera
te crees inmortal.
No eres tus orgullosos monumentos
ni arcos triunfantes
ni elíseos campos trazados para dioses
ni el obelisco soberbio robado al desierto.
No eres tu torre desafiando las nubes
ni tus puentes de orilla a orilla del Sena.

Enamorada de ti misma
entregada a tu gloria pasada
a tus mil años de vida
eres, sin siquiera saberlo
millones de palabras al viento.

“Hermanos humanos
Que después de nosotros vivirán…”
susurran los ahorcados
mientras Villon, el poeta
extranjero en su propia ciudad
abandona para siempre
tus calles ingratas.
Muero de sed cerca de la fuente
Ardiente como el fuego
Me muero de frío.
En mi país
Estoy en tierra extranjera.

Paris, no eres de piedra
eres las lágrimas de Gargantúa
inundando tus calles.

Los pasos del sabio Montaigne
llegando de Aquitania
sus “Ensayos” bajo el brazo
para el rey de Francia:
“He aquí un libro de buena fe, lector…
Soy yo mismo la materia de mi libro”

Bajo tus techos, Paris,
Descartes piensa, escribe y fundamenta:
“ Pienso, luego soy”
mientras Cyrano, el poeta,
a la luna intenta llegar.

Pero he aquí Molière
parisino de pura cepa
y su Ilustre Teatro
burlándose a sus anchas
del devoto, del avaro,
del médico a pesar suyo.
Ni del enfermo se apiada.
Imaginario lo considera

Y aquí La Rochefoucault
lúcido y cínico que advierte al lector:
Ni el sol ni la muerte
Se pueden mirar fijamente
.
Y si te quieres casar, amigo
Sepa que buenos matrimonios hay
Pero ninguno delicioso.
Así que
quien vive sin locura
No es tan sabio como se cree.

No menos lúcido La Bruyère
Que por tus calles, observando al hombre sentenció:
Hay gente, que habla un rato
antes de haber pensado.


Paris, Paris…ya lo ves, no eres de piedra
Eres de letras…
Y si no me crees, mira.
Ahí entre tus murallas nació colosal y censurada
de mano de Diderot, d’Alembert et Voltaire
La Enciclopedia, magistral.
¡Eso si que es monumento!

Pero ya viene la Revolución.
Caen las viejas piedras de La Bastilla pero
Sade siguen preso…y escribiendo.

Ves…eres de palabras

Una revolución sigue a la otra
un gran escritor a otro.
Victor Hugo con su “Leyenda de los Siglos”.
quiere verlo todo, sentirlo todo, escribir de todo.
También frase tras frase reconstruye Notre Dame,
frase tras frase tus Miserables, Paris.
Por fin, la poesía invade tus calles.
Aquí viene Baudelaire.
Crecen, exuberantes Las Flores del Mal.
Pronto sigue Verlaine.
La poesía se vuelve pura música.
“Los largos sollozos de los violines del otoño
Mecen mi corazón con monótona languidez”.
Y ahí, viene caminando desde lejos
-le esperaban desde hace siglos-
“ El hombre de la suelas de viento…”
Rimbaud.

Nos arrastra con él en “Una temporada en el infierno”
En otro tiempo…
Pasan los días y pasan las semanas
y siguen corriendo las aguas del Sena bajo tus puentes.
Apollinaire sucede a Rimbaud.
Ni tiempo pasado ni amores vuelven.
Está por nacer el surrealismo.
En las terrazas de tus cafés, Paris, se reúnen
Breton, Aragon, Soupault
"Todo miente”, lector, reza su Manifiesto…

Paris lo ves, no eres de piedra.

Aunque tus calles se puedan invadir,
los carros de guerra ocupar tus plazas,
siempre habrá un poeta para escribir sobre las paredes
que te visten, la palabra….Liberté.
Y así escribe Éluard:
Sobre las alas de los pájaros/
Y sobre el molino de las sombras/
Escribo tu nombre[…]
Y por el
poder de una palabra /
Empiezo de nuevo mi vida.

Ves..Paris…Puedes desnudarte de tus piedras,
De tus orgullosos monumentos,
puedes desnudarte de ti misma.

Ahora, ven, ven conmigo.
Prepárate a volar como el gran Altazor.
Despegaremos de un jardín,
uno de tus jardines, Paris.
Ven, leamos juntos a Prévert,
el amable poeta.
Despeguemos juntos en un beso.
Miles y miles de años
No bastarán
Para decir
El pequeño segundo de eternidad
Donde me besaste
Donde te besé
Una mañana en la luz del invierno
En el Parque Montsouris en Paris
En Paris
Sobre la tierra
La tierra que es un astro.

Lo ves Paris…Lo ves…
No eres de piedra.
Eres la voz de tus poetas.
Eres, Paris,
una estrella desnuda.


Claire Deloupy

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Cuadro: El violinista verde de Marc Chagall, reproducción de Cruz González


ALGUIEN QUE LLORABA HACÍA CAER LAS HOJAS

Alguien que lloraba hacía caer las hojas sobre mi corazón.
No era por tristeza que lo hacía, no había desesperación en su mirada,
era simplemente la manera de hablar de las mujeres de su raza.

Hacía su equipaje y lloraba. Si pintaba de azul la mañana, ella lloraba.
Andaba por el mundo como si fuese la única que quedaba,
la indígena del canto vital de la montaña.

Ella se desprendió de mí una mañana, disfrazada de mujer solitaria.
Bajó de mi caballo, se puso unas sandalias, trenzó sus cabellos
para que el viento no los volara, para no seducir con su deseo a la mañana.

Enterró con el hacha de guerra con el que había luchado en la batalla,
cada muerto querido, cada dolor acallado por el llanto, cada palabra.

Fueron de carne y hueso sus entrañas. Tuvo padres e hijos, tuvo un hombre
con el que compartir la lumbre y las madrugadas.

Su piel era tersa y sus labios fueron tomando el rojo atardecer de una mirada.

Piel sobre piel se transformó en tranvía, en bosque, fue faro del tiempo
y aire, muchas veces fue aire para que respirara aquella que lloraba,
la mujercita que cada tanto hacía caer las horas sobre su cara.


Cruz González Cardeñosa



Cuadro: El sonido de la estepa. Amelia Díez.


¿TE HA QUEDADO EN LAS MANOS UN AROMA DE SELVA?


Se me caen las manos de la nuca al suelo y me levanto
Se me acongoja el corazón entre amor y rencor
Se me ata tu mano a la cintura como hierro
Suelo dibujar en la tarde una magnolia para ti
Salgo del invierno cuando tú me llamas
Recorro el frente y la retaguardia en un solo día
No descanso nunca en cuestiones de amor y hambre
Era un siglo bendecido por los siglos
Era una noche cualquiera de un año cualquiera
Sólo faltaba yo cuando se reunieron las nostalgias
Cuando llovía sobre mil rostros olvidaba llegar
Cuando estaba enamorada yacía sobre mi mismidad
Cuando escuchaba morir no tocaban por mí.


Amelia Díez Cuesta

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