-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 123, 14-09-2013
Semana
a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo
realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la
Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
Dibujos: Miguel Oscar Menassa
A 300 KMS POR HORA
De viaje en tren, 10 % de batería en el móvil, sin internet, pensé que era un buen momento para escribir, tal vez el cuento erótico que tenemos de tarea para el taller de poesía erótica, o tal vez otra cosa. Para este me hubiera gustado empezar a hablar en castellano antiguo, tanta formalidad parece ideal para dar cabida a las bajas pasiones. No hemos avanzado tanto, ni el móvil, ni internet, ni la carrera espacial nos hacen psíquicamente más avanzados, es curioso que nuestras emociones sigan al comando de nuestras vidas cuando ya nos dijeron que nos engañan, es inquietante que lo mejor que se puede hacer es aprender a vivir con lo que los estados, las terapias milagrosas y nuestra propia ilusión nos promete, vivir sin odio, sin envidia, sin celos, nirvana nos espera desde ayer en algún sitio señores, fidelidad, risas constantes, matutinos polvos celestiales, asépticos, para no contagiarse de las enfermedades sintéticas producidas para acabar con el hambre en el mundo, eliminar a los indeseables hambrientos. Podríamos hacer el amor indefinidamente, sonreírnos constantemente hasta hartarnos de tedio, ir al baño como un reloj y rascarnos nuestras partes no porque nos piquen sino para demostrarle al otro que tenemos huevos.
Sinceramente me avergüenza hablar así, la omnipotente familia se me presenta con su aspecto espectral de localización tópica a juzgarme sin ninguna consideración hacia mi creciente valentía. Hoy preferiría morir en estas manos que de felicidad y placer, pero lo que yo prefiera le es indiferente al tirano. Estoy dispuesta a aceptar su castigo siempre y cuando sean unos cuantos azotes en el trasero, como bien diría mi abuela, que con 90 años se enamoró por primera vez de un hombre que precisamente hacia lo que ella había deseado hacer toda su vida, ser escritora. Su niñez no pudo construirse de otra manera, pobre, abandonada por la muerte prematura de la madre, castigada por la familia política, castigada por un marido excesivamente severo, algo maltratador y egocéntrico. No fue suficiente su muerte, ella ya se lo había comido. Castigada por el mundo que la imaginó pobre y senil como la aplicación de la justicia sobre su cabeza blanca de tantos inviernos entregada al frío, por el despropósito de unos sueños juveniles mientras la enfermera la levantaba de la silla de ruedas apretándole más que con firmeza, con rabia contenida sus lindas manos desperdiciadas de poeta. Toda una tragedia griega. Los días fueron crueles, parecía increíble que a sus años la miraran con deseo, pero eso era lo único que despertaba día a día sus ganas de vivir.
Vamos rápido, a 300 kilómetros
por hora es difícil no recordar los siniestros errores humanos. Es
imposible representar la propia muerte, siempre llegas a imaginar justo antes
de morir, como un orgasmo, imposible de soñar sin experimentarlo, sin
entregárselo como una flor a alguien, tal vez también se muere para alguien y
tal vez también se escribe para alguien. Y no es que vea necesario
experimentar, vivimos en una época en que todo parece que ha de ser probado
para conocerlo, un delirio promovido por el marketing del consumo. Luego la
idea es reunirnos a ver quién experimentó más y mejor, y otra vez no la andamos
midiendo para decirle a todos que además de huevos tenemos pene, tan sólo por
tener algo que de sentido a nuestros pequeños pasos de peregrinos sobre la
inmensidad de una creación anónima. Nunca sabremos y eso es insoportable.
Me gustaría no perder las ganas,
coger las cosas poco a poco, despacito, como abriendo suavemente y con ternura
los orificios del amor para luego reventarla. Tendrá razón el papa Francisco,
nos pasamos de civilizados, somos capaces de perdernos un encuentro con las
personas que queremos por estar lavándonos copiosamente durante una hora las
manos, el sexo, la cara y bajar cuando nuestro amor ya partió. Es fácil evitar
el goce, cualquier excusa nos auxilia, qué neurosis. Y si no nos somete nuestra
neurosis nos someten los gobiernos, con su modelo pasado de civilización donde
todo está prohibido, sobre todo la creación y no digamos el amor, si llamamos
amor a algo más y además diferente de la fórmula amo - esclavo. "Soy tuya,
pégame", "denme un diagnóstico...qué alivio por fin soy
algo". Pequeñas hormiguitas de papel, somos débiles, andamos
anidando de cuerpo en cuerpo, intentando seguir mamando la leche perdida, y
mordemos vengativos cada teta del amor.
No voy a disculparme sino
entienden, porque yo tampoco entiendo y sin embargo sigo adelante. Cuantas
veces quise y quiero acallar la voz del fantasma sobre mi cuerpo, cuantas veces
sollozar en el vientre de mi madre, huída fatal a los casi 40
años. Y no crean que me di cuenta yo solita, si alguien no me lo
hubiera dicho seguiría enfrente del tablón de anuncios de la Universidad (en
mayúsculas porque fue como una madre, no tanto por su protección sino por su
sometimiento, que bien puede ser consecuencia uno de otro) memorizando el
apellido de un amado y su teléfono, que indiscretamente publicaron sin contar
con el delirio de una enamorada histérica que busca su príncipe azul:
Él la la mira atraído por su
mirada, le quiere besar los pechos, apretar su trasero con pasión, y ella
desnuda en medio de la tenue penumbra dorada interrumpe el idilio para
preguntarse qué hace allí, abofetea al impetuoso y confundido caballero, y se
va corriendo para masturbarse a solas, boca arriba en su cama, sintiéndose
inútilmente libre. No recuerdo haber hecho eso, supongo que no había conocido
aún el goce, y si por mi fuera aún no lo conocería. Definitivamente
podríamos ser mejores sino fuera por nosotros mismos. Aún podría
seguir mirándome en el espejo creyendo que el reflejo era yo "ese es mi
ser", y cuando mi primer psicoanalista me dijo "es usted muy
egoísta" que seguro así no me lo dijo y que aún me ha costado tres
correcciones de ortografía para escribirlo, yo seguiría pensando que estoy
llena de virtudes y que aún después de 12 años de análisis pensaría que a veces
las cosas que conseguí las logré yo sola, qué "ingenuidad".
Hoy soy parte de un gran equipo y
en ocasiones son insoportables estas cadenas. Como a algo teníamos
que estar encadenados, me encadené a su deseo grupal que es lo que me mantiene
viva, hoy no elegiré la libertad, acudiré al encuentro:
Siempre era una sorpresa, había
cosas que sólo me pasaban con él a pesar de mi impotencia, siempre pensaba que
podía menos, y sin embargo no sin miedo, pero dos o tres orgasmos casi seguidos
hacían temblar mis huesos con sus frases
insospechadas. Era un incordio tanto goce, ella encima con la
tersura de su piel sobre mi estómago, ella detrás arrasando con su lengua toda
duda respecto a nuestro amor y él en éxtasis por nuestro goce, una crueldad. A
veces le gustaba agarrarla de pies y manos, someterla como en sus más sádicas
fantasías de violación y penetrarla por detrás como un loco maldito de placer,
derramándose sobre sus hombros, dándole a probar su dedo inquisidor, instigador
de aperturas inciertas, de sueños sobre los frescos colores del verano.
Disculpen, mi vocabulario es aún
pobre, he estado al menos un minuto pensando un sinónimo o una metáfora
hermosa, no con muchos éxitos. Unos cuantos latigazos en el culo y
arreglado. Las gaviotas tampoco son libres, ellas también vuelven
cada noche a dormir en el mismo lugar.
Era poesía, la única y mejor
forma en que sabíamos estar en el mundo, no podía imaginarlo sino con Ella. El
tenía la tarea más difícil, mantener su posición. Pero yo aún adolecía de raras
ideas sobre la cotidianidad y el tiempo libre, aún vendía mi cuerpo, que según
el Maestro es tiempo, por dinero, cuando era mi trabajo el que había que poner
en circulación. La envidia era fuerte frente a algo inalcanzable, porque
mientras mi energía se consumía no podía más que imaginarlo pintando,
escribiendo, siempre en compañía, desde su soledad de genio. Inmiscuida en
estos menesteres era fácil que cualquier paciente te sacara de la posición,
rápidamente te dejabas confundir por una mujer y ahí terminaba la confianza,
más cuando fue la primera traición sufrida por el niño, aunque necesaria.
También era para negar el trabajo del Maestro, siempre fue más fácil
morir. Bueno, también es más fácil matar, imponer el poder que ya no
es poder sino fuerza, o sino pregúnteles a las grandes potencias impotentes
incapaces de llevar al pueblo una fructífera ideología política y económica.
Tendrían que comenzar con sus propias vidas.
Yo por mi parte siempre esperaba que él me odiara, pero nunca conseguía más que me tratara tal cual yo me merecía, que me hiciera sentir la diferencia, y eso era de agradecer para alguien que daba más a sus enemigos que a sus amigos. Pero yo iba aprendiendo, el mar siempre era un buen aliado, con idas y vueltas no podía más que despertar nuestros deseos y caíamos en la trampa y en vez de follar alegremente y con pasión por la excitación de tantos cuerpos desnudos agitando su sexo al sol de arena bajo las rocas, discutíamos como descargando el frenesí en gritos entrecortados mientras ella le miraba los pechos a ellas y él los penes a ellos. Cuando somos animales, somos de costumbres. La sexualidad está sobredeterminada por la cantidad de palabras que utilicemos y sus combinaciones, ya no iba más quererse follar a todo el mundo, más cuando el padre, la madre y los hermanos son prohibidos. Algo de la Ley teníamos que dejar de negar para no andar psicóticos, para hacer el amor aceptando la convivencia de la belleza y la crueldad, haciendo las cosas de otra manera.
Yo por mi parte siempre esperaba que él me odiara, pero nunca conseguía más que me tratara tal cual yo me merecía, que me hiciera sentir la diferencia, y eso era de agradecer para alguien que daba más a sus enemigos que a sus amigos. Pero yo iba aprendiendo, el mar siempre era un buen aliado, con idas y vueltas no podía más que despertar nuestros deseos y caíamos en la trampa y en vez de follar alegremente y con pasión por la excitación de tantos cuerpos desnudos agitando su sexo al sol de arena bajo las rocas, discutíamos como descargando el frenesí en gritos entrecortados mientras ella le miraba los pechos a ellas y él los penes a ellos. Cuando somos animales, somos de costumbres. La sexualidad está sobredeterminada por la cantidad de palabras que utilicemos y sus combinaciones, ya no iba más quererse follar a todo el mundo, más cuando el padre, la madre y los hermanos son prohibidos. Algo de la Ley teníamos que dejar de negar para no andar psicóticos, para hacer el amor aceptando la convivencia de la belleza y la crueldad, haciendo las cosas de otra manera.
Susana Lorente
PASAN TANTAS COSAS
¡Pasan tantas cosas cada día
que cubren la verdad
con sus mentiras...!
Y las voces se pierden
en una confusión de rostros
y de tiempos,
y ya no sé quién soy
ni por qué lucho.
Tu voz llega como un susurro
mientras camino
y las calles
se pueblan de alegría.
El movimiento es un vaivén
con ritmo y con sonido.
Me dejo llevar
y escribo.
Prenden mis manos
junto a otras manos
gira mi cuerpo
junto a otros cuerpos,
y el horror de la carne
es hoy palabra escrita
y la muerte
forma parte de la vida.
Cruz González Cardeñosa.
UN
RELATO CASI POÉTICO:
REDES DEL AMOR
Era
una dulce mujer de mirada casi triste.
El,
un hombre regio, aun entero, enamorado.
Cuando
le nombraron jefe de investigación en la isla de Lis lo único que le importó
fue que ella pudiese ir con él.
Ya
llevaban 20 años juntos. Un amor profundo y maduro hecho a los avatares de la
vida.
Sin
embargo ella se asustó. La isla le parecía lejos de todo. No podría trabajar
durante un tiempo pero no se hizo rogar. Nunca se hubiera perdonado dar el
menor disgusto al hombre que siempre la había tratado como soberana absoluta de
su corazón.
Cuando
llegaron a la isla él le compró un ordenador
y le instaló un programa para relacionarse con el resto del mundo.
Pronto
ella se acostumbró a su nueva vida. Dos horas al día le sobraban para tener una casa acogedora. Después se
entretenía con sus pensamientos, con mil historias nunca acabadas, como un
novelista que siempre crea nuevos personajes,
nuevas aventuras interminables. El no aparecía poco por casa durante el día. Su
trabajo de investigación requería mucha atención y le suponía grandes
responsabilidades. Es un hecho que asumieron los dos cuando decidieron juntos,
que aceptase el cargo.
La
casita tenía un jardín lleno de olores, de sol y sombras, prolongado por una
huerta que le gustó a ella desde el
primer día. Ahí podía pasar varias horas al día leyendo con delectación los
grandes obras universales que nunca había tenido tiempo de leer.
Su
vida actual transcurría bastante tranquila como una especie de vacaciones prolongadas… fue en
esta misma época que empezó a intercambiar mensajes con “el hombre”…
Después
de comer sola ella se acostumbró a pasear por las redes sociales. Poco a poco
empezó a hacer amigos por Facebook. Uno de esos nuevos amigos que había
solicitado él mismo su amistad llamó rápidamente su atención. Le gustó al
principio su tono sosegado algo formal, culto. El tenía un nombre muy normal,
ninguna fotografía sino un cuadro que desde pequeña siempre le había gustado a
ella. Esta coincidencia despertó al principio su simpatía. Era un hombre muy
leído y en lo que le escribía ella
siempre encontraba una frase interesante para la vida. Al principio ella ponía
como único comentario un escueto “me gusta” como suelen hacer en las redes
sociales pero un día una de sus frases la tocaron especialmente y le contestó a
través del mensaje, más personal, aunque sin mucha esperanzas que él le
contestase. El le contestó amablemente agradeciéndole su comentario. Empezó entonces una
correspondencia más asidua.
La
sorprendía a sí misma la emoción que la embargaba a la hora de ver si había contestado a su
último mensaje. La sensación le recordaba sus primeras y tímidas cartas de amor
cuando sentía su corazón palpitar literalmente al abrir la última carta y se ruborizó un poco al darse cuenta. Rechazó la ocurrencia. “No tiene nada que
ver” se dijo, algo molesta. “Estoy descubriendo, a mi edad, los goces de la
conversación… ¡Nada más!” . Además, las cosas estaban claras casi desde el
principio. El le había hecho entender que vivía muy lejos y que tenía algún
hándicap físico que impedía de antemano cualquier encuentro que no fuese
virtual. Además un día había subrayado que estaba felizmente casado.
Eso
le puso en seguida entre ellos algún límite que le impedía de cuajo cualquier
deriva pero aumentaba a la vez su deseo por ese hombre enigmático, sensible,
tan culto, tan cercano y lejano a la vez. Notaba que algo de él siempre se le
escapaba y eso la tenía en vilo.
Esta
sostenida relación escrita empezó a
cambiar paulatinamente sus relaciones
con su marido. El cambio se operó poco a poco sin que ella misma se percatase. El, por su lado, seguía
trabajando mucho, más que nunca, y a la hora donde volvía por fin a casa, la
encontraba más contenta. Además, como se sentía algo culpable por esa nueva
relación (que bien podía parecerse al amor) para compensar lo trataba mejor.
Cabe decir que en esos últimos años, ellos habían pasado como suele pasar hasta
en las mejores familias de un ardiente amor juvenil a un tierno compañerismo.
Ella se había acostumbrado a dejarse querer con devoción por ese marido amable
pero poco afloraba ya el deseo sino en especiales y escasas ocasiones.
Durante
el día seguía leyendo mucho para estar al nivel de su interlocutor así que
cuando su marido llegaba después de su larga jornada de trabajo empezó a
proponerle pasear a orillas del mar. Caminaban lentamente en el tibio
atardecer, a menudo en silencio y ella se ensoñaba pensando que podría ser el
otro, él de letras que nunca podría ver. Así que le entregaba su pequeña mano y
él la apretaba con firmeza y parecían dos jóvenes enamorados que se bastaban el
uno al otro.
Un
día, al final de uno de esos largos
paseos en la playa, el la estrechó de repente
en sus brazos y rozó sus labios. Esta misma noche, ella, por la primera
vez desde hacía mucho tiempo, se entregó a sus besos.
Fue
para ella un maremoto. No podía creer que a su edad y después de tantos años
pasados juntos y separados se hubiera vuelto a enamorar perdidamente y…de dos
hombres a la vez. Al principio se torturaba y cuando él la estrechaba en sus
brazos se sentía culpable de querer estar en los brazos del otro pero sin darse
cuenta llegó a sentir totalmente que él era el otro y gozó plenamente de esa nueva llamarada del amor.”¿Por qué
torturarme -pensaba- si disfrutó tanto? “Y se dejaba llevar por la gigantesca
ola donde todo era algarabía y fuego. Él
hablaba poco pero no se cansaba de mirarla, rejuvenecida, coqueta como nunca la
había visto.
Varias
veces ella pensó que tenía que decirle algo pero pronto abandonaba la idea por
miedo a perder ese regalo inesperado de la vida.
Mientras
tanto, su relación virtual se iba estrechando: ella, persuadida que nunca vería
ese hombre desconocido, se atrevió cada vez más, en su relación epistolar:
“Eres mi mejor amigo… No puedo tener
secretos para ti. Desde que nos escribimos todo cambió en mi vida. Esas frases
que me dices han cambiado el rumbo de mis días. Al no poder entregarme a tus
brazos por todas las barreras que nos separan me entregué de nuevo a él, sueño
que me dice esas frases que me escribes tú, que
eres tú que te hundes desesperadamente en mí como si fuese tu tierra
prometida, tu más allá…”
Pero
inesperadamente cuando estaban en la cumbre de su nueva pasión su marido-amante
empezó a llegar a casa con el ceño fruncido, la empezó a mirar con recelo, y no
buscó más su cuerpo por la noche. Ella temó lo peor: se había enterado de todo.
Desesperada, pensó entonces confesar su amor secreto, rescatar por lo menos el
amor cercano, pero no podía decidirse a perder él que la hacía soñar, que
alegraba su sangre con sus palabras.
Le
escribió de nuevo: “Mi marido está muy raro… Creo que se ha enterado de todo.
¡Ya no sé qué hacer! Se encierra en un
silencio amenazador. Temo lo peor. Quizás tendríamos que dejar de escribirnos
aunque me parta el corazón, ¡Ojala fuese como tú!”
Y
él contestaba: “Por favor…¡No dejes de escribirme! Eso sería lo último! Quizás
sea imaginación tuya y esté preocupado
por otra cosa…”
El
marido se volvió más silencioso que nunca.
No
sin razón: había caído en su propia trampa. Al querer reconquistar a su mujer
había creado él mismo ese amante epistolario que la había enamorado
perdidamente y ahora le devoraban los celos: se había vuelto locamente celoso…
de sí mismo.
En
pocas semanas estuvo a punto de echarlo todo a perder… La empezó a maltratar, a
volverse distante y apenas la miraba ya sino con un odio mal disimulado.
A
su vez el amante epistolario, tan abierto hasta ahora, se volvió frio,
hiriente: “¿Y por qué me cuentas estas cosas a mí?” le escribía. Ella sintió el
mundo derrumbarse bajo sus pies. Pensó que se volvía loca.
En
cuanto a él, sintiendo subir en él una violencia que desconocía se asustó y
decidió, en un arrebato de lucidez,
buscar remedios a su mal. “Me estoy volviendo loco,…” se dijo. “¡De seguir así
puede ocurrir cualquier desgracia!-
Ella
empezó a hablar de marcharse un tiempo a
casa de su anciana madre. Esa misma noche fantaseando que la estrangulaba antes
que dejarla partir encontró, a la desesperada en internet un psicoanalista de
guardia.
La
primera sesión fue muy violenta pero decisiva-
“
No puedo más, doctor…Voy a reventar. La voy a reventar.
Estoy
viviendo ahora con una puta de la peor categoría….
Antes
era dulce y cariñosa, casi angelical…pura.
”
Así que usted preferiría vivir de nuevo con su mamá”
“¡Será
hijo de puta! ¡Cómo se permite!”
Colgó
violentamente el teléfono.
Toda
su rabia se había volcado contra la voz impasible.
Esa
misma noche le envió a ella un mensaje ardiente y ella, como una flor después de la dura sequía
veraniega resucitó y ardió en sus
brazos, como nunca.
Pero
a él, el demonio de los celos lo seguía devorando y cuanto más había gozado y
la había hecho gozar cuanto más la quería torturar, matarla como si fuese su
cosa.
“¡Así
que esta mujer es suya…Como unas zapatillas o una vaca”…puntuó por teléfono la
voz .
Pasaron
así varios días.
Ella,
a fuerza de coincidencias, rozó la
verdad. Pero no dijo nada.
Hablar era dejar esfumarse de repente varios meses
de vida …
y un porvenir. Decidió seguir viviendo su nueva
pasión,
alimentada
por las palabras que no conseguían decirse cuando estaban
cuerpo
a cuerpo, palabras que refrescaban y aumentaban su deseo,
ampliaban
los límites del espejo.
Ahora,
eran cuatro y mucho más , eran todos los amantes de la historia , vibrando al
sonido de la letra.
Dejó
el secreto inundar su vida
las
letras hacerse carne en su carne.
Ninguno
de los dos quería perder estos territorios desconocidos
que
estaban construyendo
palabra
tras palabra
caricia
tras caricia
sin
saber
a
tientas
Invadidos
de luz
Arrebatados a sí mismos.
Claire
Deloupy Marchand
AHORA
VAN A LIMPIAR EL MAR
Ahora
van a limpiar el mar
de
cuerpos de niños estorbando
a
las bandas imperiales
de
tiendas ultramarinas.
Allí
donde crecen el musgo
y
el olvido en fosas comunes,
sin
banderas.
Dicen
que el hambre es negra,
no
tiene color y los almanaques
son
objetos inútiles
porque
las vacas tristes
no
saben leer.
Los
niños son arrasados
y
ni siquiera tienen
un
número en el pecho,
porque
según cuentan,
las
mariposas mueren jóvenes,
y
los buitres esperan ser abatidos
sin
nombre, ni edad, ni tiempo.
Soñaban
cada noche
mientras
corrían al alba
por
sucios mercados
sin
saber que su sangre
correría
todo el día.
Los
bravos soldados
no
saben porqué
pelean
y mueren,
tal
vez en nombre
de
la diosa muerte
con
trajes de luces,
creyendo
que
el primer cadáver
fue
un maniquí pintarrajeado
de
amarillo color desierto.
Jaime
Kozak
LA
NUEVA TEMPORADA
Sobre
el rectángulo de la función, letras con espalda de cifra
se
juegan los puntos de la estrenada ilusión.
Entrenan
los músculos del abrazo y el abductor regatea los sueños de infancia.
Saltan
al verde cicerón, con galones de valor en los hombros, los elegidos.
Ruge
la grada. A la terna de luto saludan los brazaletes de la deuda anticipada.
¡¡Furioso
y fanático atleta del dios redondo!! Te invoca la plegaria.
Ariete
del verso te convoco, con paciencia de hilo, en la arquitectura del juego.
Gira
esférico el deseo y el clamor, en tu llegada de reina, alcanza las mallas.
En
el descanso, se cocina la verdad del veneno, se rompen apuestas del oro.
Ánforas
sin pasado, porcelanas desteñidas del sustento y papel de periódico
taponan
las fisuras del combate en el área, buscando la insaciable victoria.
Elegido
el equipo titular para comenzar el juego, la máquina trabaja
las
gradas sedientas del grito que atruena en sienes plateadas de laureles.
Tomar
ventaja en el marcador libera de fuerza al rival y reubica la táctica.
Llega
el momento del redoble. La afición arrulla la furia sin venganza
y
los colores del equipo disipan el cansado fanatismo de la traición.
Es
el momento de rematar el partido y cuando se juega una final, ganar
te
proclama, durante una temporada, campeón con derecho a revalidar.
Carlos
Fernández
NO
QUIERO QUE LA GUERRA VENGA
No
se de que manera apareció una señal de miedo.
Era
una lluvia, pero de sangre
y
una nube negrusca la sobrevolaba empujando a dos odios,
dos
odios enamorados locos, que se fusionaron hasta ser
una
ardiente masa de explosivos con una velocidad
como
para romper todos los sueños.
Los
espías mandaron cartas imprecisas,
una
mentira más del miedo,
prisioneros
del mal cedieron a su furor y todo fue violencia.
Miro
el silencio y veo en los tejados de la ciudad descansar pájaros melancólicos
con alas rotas porque el piloto del viento
cayó
en un cielo de lágrimas donde el dolor se oculta
y
hay una blanca extinción de los recuerdos.
Caras
que no se preguntan por la lluvia o el buen tiempo,
grandes
sabanas de plomo cubriendo los campos
y
un viento de polvo destruyendo las espigas,
la
balanza deja de sostener la libertad que huye
y
todo se trastorna,
el
alba nunca ha comenzado ni acabado,
y
la labor que debían hacer quedó inconclusa para siempre.
Se
pierden las formas de los cuerpos vencidos de cansancio
las
estrellas dejan de ser miradas,
una
noche más de párpados caídos,
días
de cautiverio, de espejos rotos, de cúspides caídas,
la
imagen se diluye y el sueño se desnuda en las trincheras.
Privada
de sangre y de reflejos, las columnas de hombres que marchan sobreviven en las
barricadas más secretas de las sombras.
¡A tierra! A tierra! Y todo caminante se
arrastra entre despojos,
el
mundo se desprende de su cabellera,
el
espanto deja a los héroes sin sentidos
y
todos son signos precursores de un incendio animal
donde
el hombre será el movimiento impreciso de sus llamas.
La
guerra danza entre la audacia y el peligro, no sonríe,
por
la hendidura de su boca se escapa un animal aullante
que
sólo goza en los pozos que esperan a los muertos.
Norma
Menassa
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