GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA
(Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 108, 13-04-2013
NÚMERO 108, 13-04-2013
Semana
a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo
realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la
Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
Dibujos: Miguel Oscar Menassa
LIBÉLULA ILUMINADA
Entregada a paupérrimas
libaciones,
acometo el entorno con súbita rebeldía,
diatribas sin fe.
Después, arribo al sur de la
conciencia
y vuelo, multicolor, hacia la
luz.
Carmen Salamanca
LIBELULA ILUMINADA,
LA MUERTE
Los muertos ignoran el dolor de
partir.
Han partido.
Han rastreado la tierra,
buscando sin encontrar
encontrando lo que no buscaban.
No miran, no hablan ni sonríen.
Están a la merced de lo que de
ellos diremos.
Nada les afecta ya:
ni los altibajos de la bolsa
ni que llueva tanto en abril.
No son rencorosos
tampoco felices.
Nada les duele.
No cantan
ni temen
ni sueñan.
Ya han escrito
todas las líneas de su historia.
Claire Deloupy
UN DÍA EN NUEVA YORK O EL GUANTE DE LA LUNA
“Para ver que todo se ha ido
para ver los huecos y los vestidos,
!dame tu guante de luna,
tu otro guante perdido en la hierba
amor mío!
F.G.Lorca
En la gran manzana,
impasible
bajo el grito
del pulmón de elefante,
arrancando formas
que buscan el giro de la sierpe
en tu ausencia,
tu carne sin salida,
alcanzará con tocar
el pulso de nuestro amor
para que broten flores
sobre la tierra de mi ansia,
dibujando vertientes
de cielo en tu risa.
Estoy en Nueva York,
la ciudad de las 150 lenguas,
monumento al siglo de la expansión
y luces futuras.
La famosa estatua de la libertad,
clausurada.
Al lado, Superman,
con sonrisa congelada,
defensor del mundo
libre del mundo.
Y las nuevas torres gemelas,
recordando la estupidez del siglo,
muertes inútiles,
incineradas,
cayendo en alturas de cristal.
Estoy en la Avenida de la Américas,
recuerdo un paisaje seco en la rodilla.
Hasta el General José de San Martín,
está por aquí.
Ya no duele la
tristeza,
ni temo la muerte
en tabernas
al este de la ciudad.
Resucito en el vuelo de mariposas disecadas.
Camino por la pequeña Italia,
tengo en mis oídos las esperanzas
de aquel ingeniero,
muerto una tarde
construyendo
el puente de Brooklyn.
No duerme nadie
en los rascacielos
ni en el asfalto de marquesinas
y los marineros se asoman
a las barandillas, bajo la nieve.
¿Qué hacer entonces?
¿Ordenar paisajes,
amores que serán
imágenes virtuales?
Bocanadas de sangre
donde el Hudson
y el Atlántico
emborrachan éxitos,
oxidan antenas,
interminables madrugadas.
Mundos
de espejos y acero
en el corazón de las niñas
atravesando interminables
ferrocarriles
resistiendo días,
afilando navajas de neón.
Si no son los pájaros ciegos,
son gemidos de mitades olvidadas
brotando en savia nueva,
oscuridad inextinguible
en el verdadero dolor
manteniendo voraces astros
despertando células,
pequeñas quemaduras,
maravillas en los ojos
desbocando ásperas manadas,
en que todo rumor será piedra
y toda huella latido.
Jaime Kozak
Nueva York/marzo/2013
LA LIBÉLULA ILUMINADA
Si de pronto no existes
deja tu alma a la libélula
porque estarás cerca del sol
ayudándole a guardar en los troncos
del árbol
los fragmentos de la luna
destrozada por el rayo,
y entrarás a robar en el jardín
ajeno
una rama florida que arrojarás al
agua
como talismán de guerra abandonado.
En la noche llegarás hasta el tembloroso
firmamento
a sumergirte en una cascada de
estrellas olorosas
y con pies estrellados andarás con
sigilo por la casa
donde hemos dormido entre las
sombras
galopando al caballo del diablo
incendiado
que sueña brujerías,
y al despertar con el sigilo del aire
del perfume
me dirás, quédate allí, cuida del
camino
yo fui llamado a iluminar el surco
donde la tierra aloja su cicatriz
de piedra
y te vendré a buscar en la cintura
astral
donde se encuentran el fuego con la
nieve,
para que seas luz y habites con
forma de libélula
el cuerpo incierto pero claro de la
primavera.
Norma Menassa
POEMA
LA LIBÉLULA ILUMINADA
Llueve veneno de amor
en tiempos del universo.
Un grito
hacia las sombras
dejó para siempre
la libélula iluminada.
Planetas que las
investigaciones abren
al metal noble.
La primavera llega,
la población es huérfana
y la libélula busca un lugar
para multiplicarse.
El alma del océano
emigró al corazón del olvido.
Desde entonces,
habita
la casa del color.
Nuestro oficio
es amar y recolectar los
frutos.
Madreselvas personales
que el vértigo soñó
en la orquesta de estrellas
que la luna, en su vuelo,
besa y aplaude.
Floridas sonrisas
que recuerdan
el porvenir.
LA LIBÉLULA ILUMINADA
Hay sucesos interminables que
siempre nos conmueven,
insobornables e inasibles, a
nuestros huesos estremecen.
No se puede despertar a los
dormidos sin tañer la palabra,
sin quitar de su frente ese oscuro
sueño que abate sus manos.
Ni la insolencia ni la violencia
pueden doblegar al maestro,
ni siquiera la ausencia de maestro
puede romper su luz.
Los héroes y los amantes celebran
la llegada del poeta,
nacemos cada vez que su
palabra cual libélula iluminada
alumbra caminos antes inhóspitos,
antes inexistentes.
Si callase una sola vez, si la risa
vencida despertara en otros labios,
si las orillas de la espera
desbordaran los contornos del espejo,
los días no se ahogarían en la
nostalgia del quebranto,
ni mis miedos me buscarían como la
guerra sus escombros.
Perplejo, el tiempo se ha detenido
en tus manos y, se encorva,
como un huracán sobre los hombres
que huyen buscando silencio.
Poeta de las horas que corren de
boca en boca,
del huésped que convoca la lejanía
y la incólume oscuridad,
dame tus palabras y viajaré por
frases que nadie ha pronunciado.
Amelia Díez Cuesta
LA LIBÉLULA ILUMINADA
Pájaros multicolores embriagados
del vivir
Luciérnagas nocturnas para adelgazar
la noche
Voz inmemorial de los poetas
Cabalgando con su fuerza milenaria
En la sencilla libélula iluminada
Y su constante bramar de universo
abierto
Universo y latido
Pulso humano y casi animal en el
dintel de la palabra
Temeraria es la voz que subterránea
emerge
Canto mineral bajo el podio
herrumbroso
De las escaleras que suben en
caracol hasta los cielos
Clamando su desesperación de metal
y hambre
Pectorales acordes acompañan la
tarde
Como las teclas que la vida
Con su esqueleto de oropeles
Va escribiendo golpe a golpe
En el corazón de la muerte.
LA LIBÉLULA ILUMINADA.
Ella, con su cuerpo
larguilucho y su cadena de anillos
planeaba batiendo sus alas siempre
abiertas
hasta atacar subrepticiamente los
insectos,
amable carne de su festín.
Un rayo de luz escapando entre las
nubes al pantano,
iluminó los lunares de sus alas
que refulgían dibujando en el aire
pequeñas estrellas multiformes
Cayendo sobre ojos absortos
que seguían embelesados
su vuelo hipnótico.
¿Qué serías libélula sin la luz?
Olga de Lucia
LIBÉLULA ILUMINADA
Doble élitro que zumba en la noche
clara y despejada,
un cuerpo como un junco que se extiende
silencioso,
envidiando ese batir de alas,
cintura que se quiebra
dorada, hendiendo el manto oscuro de la noche.
Se ha posado en el libro,
taciturna,
sobre la página rezuma su lenta luz
de farolillo,
su gran cabeza coronada con ojos
relucientes
pareciera leer, pero no es ojo el
del insecto
que penetre el humano saber que la
página alberga.
Debe ser un raro cruce, me digo,
luciérnaga
y libélula eludiendo las leyes de
la especie,
en ella entró la luz, polizón
anidando
en un cuerpo equivocado, y la hizo
brillar
para que esta noche, donde oscuras
tormentas y rayos imposibles
anularon
eléctricas centrales, dejando ciega
a la ciudad adusta, su centelleante
cuerpo,
ilumine estas letras, este libro
que leo,
bestia lumínica, engendro
desconocido,
que me hace pensar en avernos fragorosos,
en estrellados cielos, fantásticas
hogueras,
en torno a las cuales se reúnen
brujas celestes,
iluminando al hombre que habita
entre las páginas,
y borrando, de pronto, mi imbatible
ceguera.
Alejandra Menassa
LIBÉLULA ILUMINADA.
“En plena noche noche, Ella
sigue siendo mi luz y descansar,
me parece absurdo en su presencia.”
Miguel O. Menassa
Libélula Iluminada, hacedora de
fuego y agonías, rosa descalza en la intención
del verbo, racimo posible de
otras vidas,
tu luz me provoca y me dispone al
incesante desplegar de alas
en un espacio donde es posible el
amoroso abrazo de Abadón y Gea
en el mismo tiempo que transitas.
Y así te acepto y te celebro,
Poesía.
Poesía fue el acorde, -el sagrado
movimiento de su mano-
con que mi madre meció mi cuna. Y
la sublime armonía de su voz,
en su primera canción de madre para
mí,
donde su marca signó mi lengua,
para que el milagro repitiera al infinito
cada temblor del verso por parir.
Ella tenía una fiebre de palomas y
pinceles que despertaban al caer el día,
era la hechicera de la fragua, la
perpetua pitonisa que guardaba
la luz donde los hombres acudían a
engarzar palabras para celebrar la vida.
Poesía era la tormenta de su
sangre, la rebelión de todos los sentidos
ante el niño descalzo en la tierra
oscura, el pecho abierto del soldado,
el pan ausente del mendigo. Y era
la ternura intacta por el jazmín de
Octubre,
una mirada frutal y alborozada, en
permanente estreno agigantado
para crear el mundo que creía.
Repetí esa Poesía, en el goce de mi
mano en la cuna de mis hijas.
Cada vez que corto el pan en la
mesa tendida.
En cada temblor azul de un beso.
Y en mi cuerpo,
-libélula iluminada, bienvenida-
cada vez que el éxtasis me toca.
Norma Beatriz de María
LA LIBÉLULA ILUMINADA
Estaba al lado del camino nocturno,
cómo confundir su pequeño cuerpo ideal.
Ocurría en medio de la oscuridad
como un en medio de las dudas.
Estaba en el suelo, como todas las ideas,
la recogieron los niños curiosos.
La tocaron, acariciaron aquella luz animal
que brillaba como un pequeño led ignorante
de la voluntad del dios interruptor.
Aquel maravilloso gusano que brillaba
era extraordinariamente tímido. Apenas
movía su cuerpo alucinante, estaba
muy quieto.
Era evidente que no podía apagarse.
Entonces no estaba encendido
si no que su color era más que un color,
era una pintura de la noche viva.
Lo tiraron al agua, pintó la corriente,
se hundió, pintó el fondo del agua,
un pez lo comió y se encendió su boca
por dentro iluminada.
Después, este pez comenzó a silbar
debajo del agua. No sabía aquella melodía
que comenzaba muy lentamente.
Era un silbido que salía
de la corriente diciendo: soy una libélula.
Entonces los niños cantaron esa canción.
El pez ser fue río arriba.
Siguió silbando, nadie escuchaba.
Los niños también siguieron cantando.
Kepa Ríos Alday
Estaba al lado del camino nocturno,
cómo confundir su pequeño cuerpo ideal.
Ocurría en medio de la oscuridad
como un en medio de las dudas.
Estaba en el suelo, como todas las ideas,
la recogieron los niños curiosos.
La tocaron, acariciaron aquella luz animal
que brillaba como un pequeño led ignorante
de la voluntad del dios interruptor.
Aquel maravilloso gusano que brillaba
era extraordinariamente tímido. Apenas
movía su cuerpo alucinante, estaba
muy quieto.
Era evidente que no podía apagarse.
Entonces no estaba encendido
si no que su color era más que un color,
era una pintura de la noche viva.
Lo tiraron al agua, pintó la corriente,
se hundió, pintó el fondo del agua,
un pez lo comió y se encendió su boca
por dentro iluminada.
Después, este pez comenzó a silbar
debajo del agua. No sabía aquella melodía
que comenzaba muy lentamente.
Era un silbido que salía
de la corriente diciendo: soy una libélula.
Entonces los niños cantaron esa canción.
El pez ser fue río arriba.
Siguió silbando, nadie escuchaba.
Los niños también siguieron cantando.
Kepa Ríos Alday
LA LIBÉLULA ILUMINADA
Detenida en el cristal,
temblando en sus alas
metálicos destellos,
la luz vertical del mediodía
se esfuerza en cantar
los colores que creía perdidos.
Libélula iluminada,
trajín de cristales rotos,
fugitiva me alcanza
destrozando sombras,
agujeros inundados,
vanos vacíos.
Noticias del hambre,
de la juventud
y sus íntimas sustancias.
Voraz reencuentro,
dialéctica semblanza
que aspira encontrarse en sus destellos.
Sostengo en la mirada
los tiempos perdidos del sosiego
y las ambiciones sin medida.
Tiembla tu cuerpo en el pulso locuaz
del que te espera.
Botánica maestra,
preciso insecto que me clava
en su corazón de húmedo suspiro
el metal agudo del que busca
un reflejo matizado por el viento.
Benigno sol, su cálida mano
pasa calentando mi espalda
para que pueda girar nuevamente
y olvidar por fin la cifra que me delata.
Ruy Henríquez
LIBÉLULA ILUMINADA
Hay días
depredadores de ensueños,
plúmbeos como armaduras
pesadas
que atenazaran los
horizontes.
Días que transcurren
en aconteceres nimios,
convertidos en
relojes de sol
contando los
vilipendios posibles
porque la
determinación carece de piedad
y se instala con la
brusquedad necesaria
para que el cuerpo
no conozca derrota.
Pero hay días en los
que el milagro es posible
y libélulas
iluminadas alumbran la noche.
Pilar Rojas
LIBÉLULA ILUMINADA
Escapando de uno mismo,
vuela la libélula, iluminada por el verbo.
Simple en su fatal movimiento,
se pierde en la cadencia de los pies,
rasgando el piso a ritmo de caricias.
Solitaria de color, se descuelga en petrificados
movimientos,
bajo el telar nocturno que quiebra el cuerpo.
Ángel desterrado, arranca las cadenas de la voluntad,
atravesando el crujir de la madera en sinfonía final.
Helena Trujillo
LA LIBELULA ILUMINADA
Tomo varios tragos del infinito
y compongo vértebras
que quieren decir más.
Quizá haya otro mundo cerca ;
Pero donde la luz brilla más,
es en mi mundo.
El espectáculo constante del trabajo.
Se escogen libélulas de colores
cada voz toma también su pulso,
su derrame
sin embotellar ningún sonido.
Quizá un día tenga una mirada
para la que ha sido
pero
hay una voz por encima de mi voz
que se casa cada día con tus páginas iluminadas.
Clémence Loonis
LA LIBELULA
ILUMINADA
Sobre la faz de sus
ojos
creía el mundo
iluminado,
el gesto de la noche
bordando sueños de
vivo despertar
y nuestra propia
luz, destino que buscaba hambrienta sobre sus pasos inalcanzables.
Asomada a la calle
en que el trueno alumbra las almas dormidas,
vuelo a ras de
tierra, sigo el rastro de su huella sobre la arena,
lento y seguro
caminar sobre las olas, constancia de corazón celeste para la eternidad.
Susana Lorente
Rosalba
Pelle
La libélula iluminada
Iluminada, multicolor,
iridiscente?
Yo,
sí,
yo quise morir
no había cupo ya
para ponerme de pie.
Después de tantos
amores perdidos
tantos estragos del
horror,
agua por todas partes
energía en
cortocircuito…
Según la luz
que me atravesaba
era el color que me
vestía
corría a través del
agua
buscando
más allá de la
superficie
volaba como un
helicóptero,
volvía hacia atrás como
un colibrí.
Fuerte , valiente,
enamorada,
así
emprendía el vuelo
una y otra vez,
cada mañana,
con toda la potencia
cerebral,
porque la mente lo
puede todo,
con esa visión de
trescientos sesenta grados
que me desinhibía
y ver, así, más allá de
las limitaciones.
Hoy es el negro
el único color que me
viste
todo negro
agujero negro,
deslizándome en oscuras
aguas negras
ilusiones,
sueños desmoronados
dejan ver
la visión clara de la
vida.
Una libélula
a la que le cortaron
las alas,
y le pegaron los ojos.
LIBELULA ILUMINADA
Vacila el atardecer,
se iluminan las aves,
el viento recorre los caminos
y va hacia el sueño.
Se queja el otoño
de todos los comienzos
y brutal la sombra de la noche
llega sangrante.
Silenciosos espíritus
bajo las estrellas.
Restos dorados
tiemblan de placer.
Ocaso negro del vuelo.
Lucía Serrano
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