GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA
(Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 107, 16-03-2013
NÚMERO 107, 16-03-2013
Semana
a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo
realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la
Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
Dibujos: Miguel Oscar Menassa
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS.
Todas
las noches, desciendo a visitar mi cuerpo.
Es una
esfera complicada,
donde
la veracidad del encuentro,
subyace
entre oscuros rincones.
calma
el dolor de existir,
escondiéndonos
de un quebranto
que son
nuestros cuerpos,
afanados
en la lujuria de un sentir inmaculado,
donde
invocamos ese desvarío,
tratando
de alcanzar el perímetro de la piel
que nos
separa de un mundo sumergido
cuando
ya no queda otra verdad que
nuestros
cuerpos destruidos.
Somos,
a decir verdad,
ese
fragor de antiguas batallas
que se
recuerdan en la lejanía
de la
noche, cuando un viento
viene
atormentar la paz del reposo,
la
tranquila muerte avenida
después
de un goce
donde el
amor
es refugio
de nuestros miedos.
Miguel
Martínez Fondón.
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS.
Cuerpo
mortal, que te empeñas en negarlo.
Surcos,
colágeno que cae reverenciando al tiempo.
Y todo
es ritmo lento, para alargar las horas
y
posponer la llegada a la meta.
Yo te
imagino, muerte, no como dama triste,
sino
como un guerrero con su talón de Aquiles.
Tu
madre te tomó por ese pie al hundirte en
inmortal
río.
Tu
punto vulnerable, es tu amor a tu madre.
Quizás
me engaño pensando que si amaste a madre,
también
podrás amar a una mujer.
Quiero
creer que podré seducirte,
robar
un día más a tu ceguera arrasadora.
Quiero
creer que podré subyugar
tu sed
de sangre de decapitaciones con mis besos.
Pero
igual llegarás, igual serás tú el que tome mi cuerpo
en
copulación última y lo vire al gusano. No me importa,
si me
dejas vivir sin que el tiempo sea ratón que roa,
o ácido
que corrompa, si me dejas vivir lejos de tu reinado
de
amargas destrucciones, llamándote tan solo
para
puntuar el verso o separar los cuerpos amantes
hasta
el próximo encuentro.
Entonces,
serás mi héroe,
no
habrá caídas, y moriré de muerte,
con la
cabeza alta,
quizás algún
dolor pequeño para rendir culto
al gran
dolor de saber que acabaré en tus brazos,
más
tarde o más temprano,
con mis
células íntegras,
sin el
trueque falaz de enfermar para negar
que
estás enamorado hasta los tuétanos de mi cuerpo,
y que
algún día, tu amor me extinguirá, por demasiado intenso.
Yo, por
si acaso lleno los papeles de versos.
La
poesía es para mí ese río de inmortales efluvios
donde
calé mis huesos
y
al verso no hay nada que lo roa o lo corrompa.
Otra vez
te ganamos, terrible guerrero.
Sea
quien sea el muerto, siempre vence la letra.
Alejandra
Menassa de Lucia.
Sobre la destrucción de nuestros cuerpos
¿Se destruye lo que se destruye
o lo que se destruye
es lo que imagino destruyéndose?
Ayer temía que mis ojos no viesen más las estrellas
que mis manos perdiesen su fortaleza
que mi corazón no palpitara y me descomponía.
Hoy canté y no vi más que belleza y luces
que le daban luz a mis ojos, fortaleza a mis manos
y hacían que mi corazón saltara de alegría.
Que no sea obligatorio morir destruído o destruyendose
que mis manos sean mis manos sobre tu piel
produciendo sonidos.
Los cuerpos sólo se destruyen
cuando la ingravidez de las miradas teje
la inexistencia de una piel extendida sobre la tierra.
Cruz González Cardeñosa
SOBRE LA DESTRUCCIÒN DE NUESTROS CUERPOS
Toda crudeza
aparece obstinada
flagelando
rebeliones injustas
confines aseguran ataduras
que reine la mudez.
La distancia
castiga mi cuerpo y tu voz
que sucumban
que se rindan.
Absortos en vasta planicie
los días caminan
hacia el infinito.
Hoy cosechamos nueces
y es la vida
cosechamos las últimas calabazas
y es la vida
revive la fuerza telúrica de los ancestros
muertes
carne de nuestra carne
y es la vida.
el sol acaricia las espaldas
clava dagas al corazón palpitante
y es la vida.
Y asì
En magnánimos atardeceres
tu me dictas
escribo
mira còmo yerro
mìrame.
Asì
ensangrentada y loca
me apropio de los bordes del planeta
y desde allì
todo tiempo
soledad
lucha
antes
ahora
todavìa
la vida
la muerte.
Sobre la destrucción de nuestros cuerpos
Me enamora tu destino inmortal.
Rosalba Pelle
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE
NUESTROS CUERPOS
Esta
mañana
el
embrujo del fuego
no
podía escribir
ni
llorar
ni
respetarse a sí mismo.
Cuando
ya nadie se conocía
y
éramos victoria,
Cuando
palpitaba la ira airosa
de
las amapolas
en
los ojos del tigre que habitan la
catarata
del petróleo,
vi
las imágenes de los cuerpos aniquilados,
habían
asesinado
a
mi pueblo,
a
unos niños junto con su padre,
a
las mujeres modernas.
Habían
saqueado los edificios y matado al dirigente
habían
reducido a cero la manifestación.
Y
ahora, nuestro ser era invisible.
por
el odio y el rencor,
por
las palabras que se apostrofan
por
el rugido de la noche de los desamparados
por
la putrefacción de la ideología
que
dicta la melodía del horror.
Un
llanto de desgracia que el hombre
es
capaz de hacer desparecer
sin
amigos ni cobardía
en
la locura de la muerte.
Virginia
Valdominos
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS.
Se
extiende este cuerpo entre formas inciertas,
acallando
a quien pide un mar para plegar los sueños.
La
propia piel, se revela en la dicha de
una boca
que
muda de sangre, escribe secretos con la
lentitud del tiempo.
Cuerpo transparente que transita la noche
con
el reflejo de la búsqueda tatuado en la cintura.
Tibia
pasión clamando entre tardes matinales,
destino
del penúltimo instante.
Soledad
Caballero Castro.
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
Nada
sabíamos de aquel sortilegio
que
los antiguos conjuraron
con
sus ruegos y misterios.
Bebíamos
de los frutos más secretos
los
néctares acuosos
destilados
en los labios de aquellos
que
tenían para nosotros
un
nombre y un camino
antes
de ser hombres.
Estábamos
en el aire, en las flores,
nuestra
piel y nuestros huesos
se
debatían en los círculos concéntricos
de
misteriosas metamorfosis.
Nuestro
destino era repetir el fin
antes
de todo principio.
Precipitados
sobre nosotros mismos,
longevos
de tanta eternidad,
prescrita
ya la altanería
del
fuego inicial,
conjuramos
la mortalidad
en
la perduración de nuestras voces.
Empeñados
en ser uno y los mismo
comíamos
nuestros últimos productos.
Caníbales
de la desesperación,
la
obesidad rampante de nuestros corazones
daba
a la cultura un nombre
que
hacía pasar por genuina
la
falsedad de las costumbres.
Hábito
de cárcel, cadalso de altos vuelos,
nos
especializamos en la destrucción
de
nuestros cuerpos.
Ruy Henríquez
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
A
las cinco de la tarde olvida el redondel la sangre vertida.
Insisten
los acordes del segundero su insolente belleza de taconeo
y
la sombra que anticipa el dibujo de tu silueta sobe el escenario
se
cimbrea exhalando el humo ardiente del último cigarro en el puerto.
Después
de la cinco de la tarde todo lance, vivo o muerto,
será
burla del payaso cuerpo imitando el grácil vuelo del trapecista
sobre
las garras del suelo, ávido gusano gimiendo su flor de pascua.
Cuando
inútil quiere el candelabro dirigir la orquesta de los ruiseñores
la
gruta de los elefantes tiembla al compás de la batuta.
¿Alguna
vez desnudó un cuerpo al ritmo de los besos?
No
quiero hablar de la ética de la destrucción, hoy no. Hoy quiero
desencuentros
integrales en la ecuación simbólica de la copulación.
Ese
rictus de tu rostro partido en el goce imposible de la voz
ese
temblor de cinturón acompañando tu trote de libertad
búsqueda
de las bocas ciegas, mirada oceánica del regreso
en
el pecho descoyuntado por las frases de un pueblo que compra pan
y
a los ciegos les canta milongas sobre la verdad.
Todos
fuimos mutilados.
La
destrucción del cuerpo es un camuflaje frente a los insectos del sueño eterno.
Carlos
Fernández
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
Calendarios cromados e irreverentes
Perforan máculas devoradas por el fuego
Máquinas y terraplenes
Largas cabelleras extendidas al misterio detenido de tus besos
Tu cuello de magnolias como un ramillete de flores, abierto a un sinfín de interrogantes...
Paola Duchên
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
La
ciudad se desvanece como detrás de un ensueño.
Quisiera,
estremecida, entregarme al son de la palabra,
habituarme
a las infinitas y palpitantes formas de lo humano.
¿Puede
alguien decirme hasta dónde una vida alcanza?
Soy
un frío que sólo tirita un instante y se desvanece ante una mirada.
¿No
iré acaso en una tormenta y creo ir en una onda que habita en el estanque?
Si
el silencio se posara en mi boca y mi risa se extinguiese,
el
tumulto de mis pasiones rompería las horas y su martillo,
donde
los fugaces pensamientos quedaron eternizados,
donde
los huracanes son, simplemente, horarios del odio.
Tú
eres el futuro que clama por poseer el sentido de mi destrucción,
hazme
guardián de tus transformaciones, dame tus ojos
melancólicos
y haré una ruta que nadie ha recorrido.
¿Has
cerrado los ojos y no has logrado acallar el murmullo de tu ausencia?
¿Se
ha callado tu boca y sigue la pesadumbre del paso del tiempo?
Detengo
mis manos entre dos nostalgias y desnuda de mí misma
vuelco
mi nombre sobre la desesperación de las alas y vuelo.
En
torno a mi cuerpo la noche está despertando y mi voz
destapa
la alegría que late, abrasada de gozo, entre sus límites.
Otros
cuerpos se precipitan hacia mi quietud y el tiempo
es,
una palabra entre otras palabras, ese fuego del que habla el poeta.
Amelia
Díez Cuesta
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
Estrechas
paredes corrompen la virtud,
solitarios
surcos donde la macilenta
soledad
se cierne en las formas.
Ser
transfigurado en amores sombríos
en
imborrables imágenes que incendian
océanos
abandonados al olvido.
Escucha
la demacrada célula de Narciso,
besa
la moneda que te pervierte,
aniquila
el latido impertérrito
donde
el nácar se perfuma
en
la pálida ola que destruye nuestros cuerpos.
Helena
Trujillo
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE
NUESTROS CUERPOS
En
tanto rodamos frenéticamente por las vertientes de la vida,
subsanando
equívocos a destajo, remiendos al por mayor...
Dado
que nuestro interior se reviste de materia imaginaria,
casi
ausente, impregnada de misterios y desconocido poder...
Puesto
que la propia imagen resulta ininteligible en general,
exageradamente
parca o magnífica en su extensión,
y
que todo ser depende de la inexperiencia de su voz,
de
ese tímido sollozo que forjó, alguna vez, su eco...
Teniendo
en cuenta que somos apócrifa mezcla,
insistente
expectativa de libertad, hueco deseo...
La
ignorancia ciega nuestros pasos y la carne sufre,
impotente,
los ataques del tiempo y su vorágine.
Sobre
la destrucción de nuestros cuerpos, nada
corrige
el destino, nada sabe el alma y, sin embargo...
Carmen
Salamanca
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DEL
CUERPO
Hemos
vivido tanto tiempo juntos…
tu
corazón era mi casa, pequeña, latiente, roja,
he
visto con el tiempo como caían algunas hebras de colágeno
y
el momento preciso en que abandonaste el calor duro de un rom
y
el alba fue un negro despertando tocando un son
que
llegaba hasta la costa de mis válvulas enamoradas de mi infancia
teñida
de alegrías y cierta insuficiencia
en
las cuerdas rojas que gritaban por los litorales
e
hicieron de ellas dos fuertes orillas de fusiles
que
gobernaban esos raros terremotos,
esos
raros sacudimientos que intentaban destruir el orden primordial,
el
que se manda solo, el que no necesita mi presencia,
y
que descansa sobre mis pies macizos,
aquellos
separados de la tierra y hundidos en mi canto.
Estoy
de pié, la sangre aún circula,
de
sus desnivelados territorios oigo el clamor de tanto en tanto
de
idiomas extranjeros saltando las avenidas del escombro,
donde
mis pasos son sacudidos por el escalofrío
del
que no se sabe dueño de sus noches
y
mira con ojos impasibles como ojos de indio,
gobernar
la marcha de piquetes y explosiones
que
dan sombra a los nervios,
y
ríos estancados son un ardor de voces estallando
que
unen la dispersa conciencia de las vísceras
ahora
sin patrón, desencajadas,
desprendidas
del oscuro terrón que las pariera.
Un
acuerdo te pido, no quiero que te enfades,
mas
bien conserva la perfecta armonía
que
junta a dos desconocidos al fin de la jornada.
Crecer
no es enfermarse.
Te
canto una canción para que te detengas en un dulce soñar
sin
tener que pintar de negro el frente de las casas,
abriendo
el puño que contiene la vida de los hombres
y
dando paso a la vida cotidiana de los ángeles.
Me
puedes escuchar entre latidos, sin detener la marcha:
Que
sí, que sí, que a los latidos les gusta el grito…
que
no, que no, que el grito es sólo una conversación.
Norma
Menassa
SOBRE
LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
Nuestros
cuerpos hundidos en cuerpos de ciudades,
inmensos
edificios para envejecer dentro. Aniquilar
este
montón de huesos, aquellas teclas del piano silencioso,
estos
pactos con sangre seca para incumplir.
Y
qué si se destruyen las células del pensamiento
y
el cuerpo se queda inútil para amar o amasar cuerpos
con
rabia de jóven panadero... Y qué
si
vamos a morir como perros ladrando a oscuras...
No
tengo ganas de estar triste por la muerte
ni
alegre por la vida. Trabajar, huir, trabajar y huir
sin
saber de qué.
No
quiero morir antes de tiempo ni antes
que nuestros cuerpos acaben de destruirse
que nuestros cuerpos acaben de destruirse
entre
muros y celdas y hojas de papel.
Antes
que los antebrazos se peguen al cuerpo
y
los muslos se cierren como huchas rotas
mostrando
todo su tiempo desnudo
a gente que mira para otro lado.
a gente que mira para otro lado.
Kepa
Ríos Alday
SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
Una nube de humo atraviesa la antesala de
la muerte,
punto que frena nuestra escalada pertinaz
hacia la nada.
Guadaña invisible siega pausadamente
piezas de la máquina
cansada de repetirse, exhausta porque nunca tuvo
vacaciones.
Sin embargo, quisiera adaptarme a las
flores marchitas
que aún endulzan con sus aromas las
tardes de invierno.
Hay frases más altas que un quejido
del cuerpo
que cruje elocuente tallados sus huesos
por la mano del tiempo.
Un frío de tumba diré por ejemplo y no
habré de sentirlo
porque cuando acontezca no estaré en la
escena
ni volveré por las tardes a sorprenderte
quieto,
entre la arena del puerto con huellas
humanas.
Olga de Lucia
LA
DESTRUCCION DE NUESTROS CUERPOS
o
CANCION A MI CUERPO
Un día tocará el adiós, fiel
compañero de mi vida,
mi cárcel de carne y huesos, mi
gran libertad.
¡Eres de mí tan indisociable!
No sobreviviré, lo sé, a tu partida.
De ti intenté escapar varias
veces
mas siempre terminaste envolviéndome.
Te desprecié, a veces te amé, a
menudo de ti me quejé.
Muchos años te soñé bestia y
ángel sin poder decidir
y entre dos aguas tuve que
vivir.
Reconozco: nos atormentamos a
ratos
a ratos dejamos estallar la alegría.
Hoy, te saludo, mientras lo puedo
aun.
De ti, quedarán las palabras, lo más valioso.
Y un día, cuando de mí intentes
escaparte
para siempre, diré:
“Te lo ruego, acompáñame aun un
trecho
y si de verdad quieres
despedirte: cuanto más tarde, mejor”.
Claire Deloupy
SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
No sabía cuál era el número del sorteo, no había sorteo
que convocara la decadencia que el colorido de su testa
detentaba.
La regia corona blanca presagiaba el invierno que acechaba.
Sus células nada sabían de la destrucción
y su instrucción biológica no fue impedimento para que
en un baile rabioso
mitocondrias y nucléolos confundieran su pasión
y se entretuvieran en columpiarse indolentes.
Algún desarreglo invadió su digestión y la respiración,
entrecortada,
le sobresaltaba en momentos inesperados, donde antes la
brisa brotaba.
Caminaba vacilante, algo de su prestancia se había quedado
en el camino
cuando su talla mermó y mantenerse erguido era un trabajo
continuo.
Cuando a la mañana se miraba en el espejo las arrugas
se confundían con los pliegues de las sábanas borrando el
tiempo
y sus pupilas, aún transparentes, brillaban con la luz de la
mañana.
Amaba la vida con tal fiereza que el entusiasmo inundaba el
gesto
Que su mano, a veces temblorosa, acertaba a iniciar.
Su voz permanecía clara porque no conocía la vejez y los
músculos
de la laringe no sufrían de deterioros complejos,
se entretenía en conversaciones variadas y no renegaba
de los gusanos que en el futuro darían cuenta de su cuerpo.
Había días donde se revelaba contra los prejuicios que
asediaban
sus palabras y le hacían pensar que su cuerpo era sólo eso.
El, era un hombre corriente.
SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE NUESTROS CUERPOS
El viento arrastraba todas las ilusiones a un país lejano,
bosques encauzados hacia la sombras,
un oficio locuaz y perseverante que roía los huesos de cantos antiguos,
volcando su desdichada tez al
delirio de una vida pasada
que regresaba sin saber,
que el buey más se hunde cuanto más
fuerte patea las arenas movedizas.
Un cuerpo que habla nos es un cuerpo,
Un cuerpo que habla nos es un cuerpo,
solo un escenario de cristal sobre
la almohada,
sobre la nube impetuosa que descarga
su llanto en la arena que limpia el mar.
Es inevitable,
Es inevitable,
el rasguido final se posa sobre el
reloj de la cocina,
se cubre las piernas,
pero el frio tenue y delicado de la
caricia angelical
horada cualquier destino que no
quiera entregarse a su luz.
¿Quien osa encontrarse con el vacío
¿Quien osa encontrarse con el vacío
sino solo el que mancha una y otra
vez tu blancura?.
Susana Lorente
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