GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO - 79- 10/09/11
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
Dibujos de Miguel Oscar Menassa
LA MADUREZ ES TODO
Toco mi cabeza y la perfección ósea me sorprende,
un hueso duro de pelar me digo y surgen vertientes de vida que vienen hacia mí guardando el orden del vuelo de pájaros que emigran.
No he visto,
solo entreví y acudí a quien me llamaba en medio de quimeras
donde los muros se aflojaban y no había sino formas abatidas que ingresaban en mi juventud y que sólo llegaría a conocer en una lejanía de años.
No hubo sombras que opacasen esa búsqueda entre otros,
que estaban allí y yo entre ellos tratando de desnudarme en la fusión que hacía imposible mi reconocimiento.
Y no bastó ninguna historia ni ningún solidario corazón para llegar al cielo.
Me quedé en la tierra esperando una claridad redonda que traspasase mi cristal virginal y algo de la realidad llegase a mis sentidos y desajustase los tiempos verbales que me ceñían a una biografía que nunca terminaría de consumarse.
Porque el último que habla no es siempre el que vence y la madurez es no alcanzar ninguna consumación sino comprender la urgencia de dos voces marcadas por el desaliento tan poco razonable del desencuentro.
Norma Menassa
LA MADUREZ ES TODO
Ruido acudiendo al son de la letra
Letra sucumbiendo al son del cuerpo
Cúspide infernal de una muerte segura
Silencio sin retorno, agua sin boca.
La primera llegó cuando llegaba el año tres
La segunda después de cumplidos los cinco
La tercera hizo suyos los primeros paso,
ahora todo consistía en mantenerse humano.
Efímero humano, vacío estupefacto,
Rictus fatal y esa eterna sonrisa
Cruzando el tiempo in memoriam,
Saludando idos y venidos.
Suprema fuente incesante
Madurez no me abandones
Mientras pueda nombrarte.
Amelia Díez Cuesta
LA MADUREZ ES TODO
Duro escalofrío el que pertenece a tu sangre,
el que viaja por donde el hombre, voraz,
escucha la ausencia y retumba en sospechas tecleadas.
El eco desenvuelve nuestros nombres
y adorna la incertidumbre altiva.
Estamos bailando con la catástrofe,
ninguna letra se separa del sobresalto.
La vida aprendió a comer el pan enamorado,
a sacudir los labios frente al orden astral,
a reinar como un olvido
y a ceñir las sombras sin escapar.
Clémence Loonis
LA MADUREZ LO ES TODO
Algunos arrojan sus dardos hacia el infinito,
otros disparan balas con puntas de muerte a sus hermanos
mientras lloran la palidez de las flores secas.
La madurez lo es todo;
una simiente regada con caudal exacto,
un traspiés, sin caída, que levanta la frente.
A veces, el color de las rosas,
logra templar un temor y el miedo huye,
escapa entre la maleza para no volver.
La ternura de la sazón de tus frutos
licua mi cuerpo que se desgrana en dulces jugos
aunque la piel despliegue dunas y surcos por doquier.
Prudencia, me digo, la madurez impone sus normas,
templanza y buen juicio acompañan sus actos.
Pero tus labios, tus labios arruinan su poder
mientras rocían de sabia loción, la extensión del mundo.
Magdalena Salamanca
LA MADUREZ ES TODO
Como quién escucha la lluvia
golpeando la noche sin cuerpo,
aparece invisible la llama de la madurez.
Con tinta inmóvil,
escribe una fábula danzante
mientras la hora del movimiento
regresa en un silencio
tendido en piel de viento.
En la orilla de un “soñé”,
el torpe vuelo del sol
juega con la sombra del mediodía de la juventud.
Unos labios aleteando
en un atardecer,
se encadenan al grito de un alma
de mirada nocturna
tinta derramada
en transparentes versos
atravesando mi pecho.
Soledad Caballero Castro
LA MADUREZ ES TODO
Desde ese extremo
donde la conciencia sacude
la vida y sus contornos,
observo con avidez
la rotunda silueta de tu voz.
La madurez es todo, dijiste.
Y el tiempo es nada, contesté.
Periplos de tersura fascinante
embriagan mis sentidos
mientras tu rostro muta,
en direcciones opuestas,
obligado a resistir y perdurar.
En acción permanente,
desanudo mi alma de caracol
y el néctar de tus palabras
invade realidades donde la esperanza
musita, entre dientes,
acertijos contrarios al pensamiento.
La madurez es todo, repetías,
y yo, sin alcanzar el miedo,
asentía y dibujaba,
entre tus ojos, una canción.
Carmen Salamanca
LA MADUREZ ES TODO
Tengo la inquietud de la flor entre mis manos.
Toma color la senda oportuna,
hecha, arrebatada
en la madurez de su tiempo.
El cielo deslumbrante
pinta los ojos de verde
y se desatan las horas
en sus onomatopeyas repetidas
hablando de amor.
El mar me escucha atento
cuando recuerdo a aquellos niños
jugando a la tala en la calle,
envueltos en la risa sin cesar.
La luna, ondulante, crece, se colorea
como pájaro viajero
que baila noche tras noche
sobre el ombligo de Venus
sin mirar atrás.
Se me quiebra el verbo en el umbral,
llega a mis ojos.
Hundida en la carne de la voz
la madurez es todo.
Mónica López Bordón
LA MADUREZ ES TODO
Linda palabra en tus labios
ahora que el invierno pasó
y quedan los rescoldos de la lumbre
y los restos de comida que fueron recién cocinados
hace tiempo y que ya tienen la forma del olvido.
Creía que bastaba con las cuatro paredes de la celda
que no eran preciso puertas ni ventanas
hasta que la madurez entró por mis ojos abiertos
y se quedó a vivir en mi alma.
Cruz González Cardeñosa
La llamó desde el primer día “mi dulce fruta”.
¿Por el sabor de sus labios? ¿Por su fruta secreta?
Ella se lo preguntó a sí misma pero durante años nunca le dijo nada.
La hubiera podido llamar pantera o gacela, o darle los dos nombres a la vez. No faltaban en sus encuentros los múltiples sabores de la selva.
Y así “dulce fruta” cruzó con él las estaciones de la vida.
Su primer encuentro fue de pasión encendida, desbocada, salvaje como las olas gigantescas del acantilado en la tormenta. Ese irreprimible movimiento del uno hacia el otro les unió durante décadas.
Pero no encadenaron por eso sus vidas.
Volvían el uno al otro como las mareas a la playa pero su ritmo no seguía ninguna regla conocida. Ellos mismos desconocían cuando sus propias palabras, las circunstancias, la vida misma les arrojaría de nuevo hasta la entrega salvaje de todas sus fibras.
Hicieron sus vidas paralelas y cruzadas, a veces alejadas pero siempre dispuestas a una nueva lucha, cuerpo a cuerpo, por los abismos y las alturas hasta el oasis de la saciedad donde siempre les esperaba las palabras.
Porque si bien los cuerpos llevaban aparentemente el compás bailaban entre ellos miles de palabras combinadas.
El hablaba primero, contaba de la vida sus batallas, sus éxitos, sus próximas etapas. Ella, poco lo interrumpía, escuchaba, aprobaba, descubría sus nuevas facetas. En el remanso de la tormenta, unas tardes, decía de ella, de sus anhelos, de la cotidiana vida. Ella de él, sabía casi todo. El de ella ignoraba las fuentes secretas. A veces la creía mujer de muchos amantes, a veces se imaginaba que sólo a él esperaba, cuerpo y corazón estremecidos por la espera.
No compartían, ni despertador, ni desayunos del domingo en la cama, ni la educación de hijos, ni cuenta bancaria…
Cuando se encontraban entre otros, sus ojos brillaban, juntaban sus manos o sus labios un intenso segundo, o se ignoraban, como si de nada o casi nada se conocieran. Lo hacían adrede o sin querer. Pero ineluctable, por una mirada, por una frase, por nada reanudaban con pasión, como si de la primera vez se tratara, el baile inevitable de los amantes y los dos sellados en el abrazo dejaban, fuera del tiempo, florecer la vida.
Pasaron -sin que nunca se cansaran del tumulto irrefrenable que el uno en el otro producía- varias décadas.
Un día, ella por fin se lo preguntó…
- ¿Por qué, mi amor, desde el primer día, me llamaste y no dejaste de llamarme tu dulce fruta…
-Porque sabía que -fruta apenas madura, fruta jugosa o puro perfume que no se olvida- me ibas a gustar y acompañar en todas las estaciones de la vida…
Claire Deloupy
TRAS EL VIENTO CORRE EL MAR OSCURO
Tras el viento corre el mar oscuro
mordiéndole los pies
con sus olas de furiosa espuma.
Canta con su garganta azul de plata,
sus metrópolis de acero derribadas,
su mercurial aplomo de gaviota oscurecida,
el tórrido historial de este verano que se acaba.
De la arena emerge un hombre
de idéntica sustancia.
El tiempo que desgrana su vida,
entre renglones y palabras,
no distingue su sangre del agua,
ni su alma de los pájaros cantores.
Es una ficción o un sueño,
y sus ojos huyen de los últimos reflejos
que la tarde colorea en los cristales.
Busca una historia, un cuento,
la leyenda de un pequeño héroe
para poder justificarse.
No le alcanza su historia, ni su tiempo,
ni las mujeres que amó en secreto.
Sólo la letra podrá salvarlo
y él sólo a medias lo sabe.
Ruy Henríquez
¿LA MADUREZ ES TODO?
La vida ¿cuándo nos da una tregua?
¿cuándo deja de azuzar contra nosotros
el inclemente perro de la angustia?
¿cuándo nos hace príncipes de nuestra propia sombra
y nos corona con los laureles de la dicha?
La vida: ese ciclón que arrasa todas las ilusiones,
¿cuándo nos dice: basta?
Detente, la pulpa de tu pecho ha tomado el color
de dorados metales, y está ya en su sazón el corazón humano,
le han pasado el amor, el odio y la nostalgia,
le ha pasado la dicha y la tristeza,
y madura en su seno el prístino diamante de la sabiduría.
No, la madurez no es todo,
no se llega hasta que levantamos la
carta en que la muerte anuncia nuestro último viaje.
LA MADUREZ ES TODO
Sopa y pan mueven las manos del mundo.
Se declara primavera: la sed y el hambre.
Se fuman la paz como epidemia africana.
Crecer y estudiar parece cosa del pasado.
El extranjero es un viaje sin vuelta,
al sur con la bacía de la triste figura,
al este con el zurdo y la pulga de acero
no hay norte en las historias de la jornada.
Leyendas de perfil atusado -dice la manada- y así,
la mirada se troncha en el papel Biblia
salpicando en la cara el aire cálido de la sonrisa.
Hoy disfrazado de alcanfor fui a comprar la prensa y
de súbito
encontré en la calle, abandonado, un alfiler de novia
¿Quién madrugaría tanto por una noticia así?
Mis amigos dejaron caer por la chimenea libros y clásicos
las estanterías están repletas, deben ser para leer.
Mis dedos hacen gimnasia todas las mañanas,
antes de afeitarse
dirigen el augurio que hoy despliegan en azul baile
los visillos del balcón después del naufragio.
Flores en el jardín interior, macetas de agua en libertad y
arena sobre tu piel morena y
un susurro de porcelana en tu almohada.
Sopa y pan mueven las manos del mundo.
Carlos Fernández
LA MADUREZ ES TODO
Impávido,soy testigo mudo de mis sombras,LA MADUREZ ES TODO
Al halcón Felipe
Madurez es lejanía
de corridas vehementes sin rumbo
con el corazón palpitante y de
querer apresurar el tiempo
con extrañas fuerzas desatadas.
Es ralentar el tranco,
es contemplar la serpiente implacable
que muerde calcañares,
es borrasca lúgubre
reiterando a la memoria que ella negra y punzante,
está más cerca que ayer.
Es tiempo de síntesis
de torrentes desbordados
en cámara lenta,
es dolor arcaico ,recuerdo crónico,
insistente balance.
Es, tejer cuerdas
para volar livianamente…
Tu le canjeaste décadas al tiempo.
Tu madurez sabia, coherente, tierna
la tenías a los cuarenta y cuatro.
¡Amabas tanto a tu pueblo,
orgulloso de tu acento y tu talante!
Y así como tus halcones
volaste hacia el mar azul,
en viaje sin regreso,
caminante incansable terrenal.
Rosalba Pelle Mancuso
LA MADUREZ LO ES TODO
Perdió el avezado caminante
la cuenta de sus pasos.
No se mide la madurez. Se goza.
No pesan como equipaje los lugares
que atrás quedaron, ni enturbian el paso
alegre, montaraz, las cumbres imposibles
que en lontananza punzan la conciencia.
Al pie del cansancio amontonadas,
descansan las leguas futuras,
pacientes perentorios a la espera
de algún desenlace,
que el lento trabajo va moliendo
con impasible solera:
No se trata de terminar
se trata de seguir. Nosotros somos aquello
que no es infinito. El resto del universo es puro silencio.
Recuerda haber hecho hablar a las estrellas
en una noche de apacible soledad,
y cómo sus voces le parecieron conocidas.
El caminante que emprendió la madurez
atraviesa todas las mentiras
en sentido de la marcha. Sólo se empeña
en sostener su báculo. Queda así convertido
en humano. Lo reconoceréis siempre
por la cachava que lleva con él.
De pino, roble, plástico o marfil...
poco importa eso. Lo veréis apoyando
el peso de su alma; fatigado o no,
afligido o jovial, implorante o dador...
Ama la generosa bondad del andamiaje
que humildes torres y oscuras grutas apuntala.
Y la servil firmeza del el sencillo cayado
que, como un ciego a su perro lazarillo,
alimenta y utiliza cada día.
Kepa Ríos Alday
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