domingo, 11 de noviembre de 2012

TALLER DE POESÍA GRUPO CERO DE LOS SÁBADOS. 10-11-2012



                               
                                                   
                                    
GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 96, 10- 11-2012
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa

Dibujos: Miguel Oscar Menassa







EL RUGIDO DEL HAMBRE                                  


Y qué se yo de lo que pasa, cuando las manos callosas se doblegan
y vueltas las palmas hacia arriba se acurrucan en el atrio de una iglesia
o se amontonan en el furgón de cola de los trenes corriendo el riesgo de quedar     sujetos por un pié en la separación de los vagones.
Y qué se yo de aquellos, que rondan las esquinas a las siete de la tarde
buscando en la basura la bala perdida que perforó el chaleco
y fue a caer en el hoyo de sangre de un agujero entre las dos costillas,
y el encorvarse un poco, sólo un poco, para no perder el equilibrio
y rueden por el suelo las grandes bolsas en las que juntaron
los desperdicios de los vivos parecidos ahora al sueño de los muertos.

Por corredores sin luz avanza una mujer sosteniendo en sus brazos,
una palabra helada envuelta en mantas desteñidas
donde el llanto del niño se sepulta
y las manos entumecidas de la madre vierten
el vinagre de la angustia sobre sus propios ojos
tratando de arrancar el oro desvalido
en un desierto que apesta de dolor e historias de miserias
perdidas en veredas sin sol yendo a empeñar
el último reloj de plata, regalo de su abuela.

Eran tortuosos los caminos desembocando en el invierno,
siempre un lamento implorando un adiós demasiado temprano,
cayendo en ese tragaluz sin vidrios que llamaba a perderse
en las noches ahogadas por la lluvia, sin tierra a dónde huir.

Es verdad y no tanto, que buscó ser herida
en la equivocación de las esquinas,
pero el hombre decretó que había que aguantar esa agonía
y vomitó en los paredones rojos de la injuria,
la rabia de un cálculo mal hecho,
y ajustició con sus manos al corazón del juez,
allá en el sur, donde cortan las flores en pleno mediodía.

Y se desesperan los ecos de las tripas que estrellan sus paredes
alucinando legumbres frescas de una huerta
y peces y manjares que entran por una puerta falsa
que hoy no se abrió,  para alojar tanto cargamento sin destino.

Esas lágrimas…, estas lágrimas mías retenidas
que inundan sin piedad la brecha por donde se pierden
los casi muertos de una casi conciencia,
casi hombres dormidos, futuros esqueletos violentados
mordidos por las sombras de algún cielo corrupto
que no comprendió del todo lo humano y sus cenizas.          


Norma Menassa





EL RUGIDO DEL HAMBRE

Tu boca, un alud de temperamento
Que somete a mi cuerpo en el instante
donde tributo por ser tú mi tesoro.

Cuando eres del goce la otra cara
donde se esconde esa quietud transparente,
sólo mi deseo es capaz de descifrar
el surco que promulgan tus raíces
de mujer sosegada.

Lejano de mi,
pinto esa sonrisa en un bucle
de apacibles tardes,
cuando nos sumergimos para acallar
todo latido, toda respiración
en un círculo de entrañables palabras.

Donde tu cuerpo
es una campánula
silvestre que no dejar de sonar,
ahí mi mano te acaricia
para romper
todo pudor,
tus últimas alianzas.


Miguel Martínez.
                                                     

EL RUGIDO DEL HAMBRE

La noche serpentea en los alrededores de los sueños.
Canto las palabras que el aire hace circular.

Tomo la rosa que se abre, arrebatada,
esta mañana, entre mis manos.

Un leve movimiento para confundir al amor,
soplo de algún dios cayendo sobre la tierra.

El pan es amasado con el cariño del que sabe
de su importancia para los hombres.

El rugido del hambre acecha
para quien cree que la lluvia es un anhelo
y las sombras pura ambición sin consecuencia.

El mimbre de tu corazón se parte
y de su llanto sin remedio nace la luz.

En su sonido insistente están las piedras
que se rompen contra la guerra que esgrimes
como fundamento de todo dolor.

Pendular historia esquivando las muertes que acontecen en ti
cuando la jauría arremete contra el mundo, las ventanas se cierran
y los ojos miran estupefactos la rosa que, marchita, produce tu voz.

Cruz González Cardeñosa

                                                        
EL RUGIDO DEL HAMBRE

Es la cumbre del hartazgo propasada,
el rayo que a si mismo se adelanta
y no deja de ser la misma cumbre oscura
de lenta ambición humana.

El rugido del hambre de los gordos,
sublime canto de la sed de los borrachos...
Este dolor que hay como de otros, dolor
como de cosas que faltan en el fallo...
Son para distinguir al hombre igualitario
y sirven para mostrar un odio como poco.
¿Qué iba a rugir entonces el estómago?
El perro que muere comiendo
es un humano. El hambre que calla
pertenece a un sólo perro. Sin embargo,
el hambre humano...

Kepa Ríos.
                                                         

EL RUGIDO DEL HAMBRE



El olvido se expresa en gotas de tinta,
levanta muros impasibles bajo sombras vegetales,
despierta el confort dormido
de la suave celeridad de las orugas.

Atardece el pan.
Y las reivindicaciones son extremas
en las fronteras de lo humano.

Es un viento fuerte
en la elevación de signos
y ciudades bajo el mar,
emociones en hojas blancas.

Libelos y gaviotas en mismo vuelo.

Las grandes invasiones doctrinales,
arrinconan gentes en sus tripas,
mantienen en jaque fosos de hambre
y el imperio de los vivos
desvaría en silencio,
arranca raíces
y moja el pergamino de tambores.

Jaime Kozak

                                                         

 EL RUGIDO DEL HAMBRE

Perdonad, esta urgencia  no se hace esperar,
Y ha tocado mi puerta, y me ha levantado de la silla,
Y soy ahora una pirueta en el aire,
Una delgada línea quebrada en el silencio
De esta noche inmemorial.
Mientras un coro de voces hambrientas
Un aullido, sacude la estepa milenaria,
Levanta el polvo de 200 caballos,
Uno por cada uno de nosotros…
Membrillos,
Tambores heráldicos
Hay una voz más clara que el rugido del hambre?
Hay una voz más…
A 10 minutos del poema
Busco desesperadamente un trampolín de fuego.

Paola Duchên
                                           

EL RUGIDO DEL HAMBRE

Vuelan sobre la ciudad y sus alrededores
buitres hambrientos de corazones.
El entrañable y eterno remanso de sus calles
se ha tornado helado, entumecido y yerto.
El desaliento irrumpe y se hospeda
tan impetuosamente que desborda los quicios de las puertas,
ahora inútiles para detener tanta impunidad.
Las alcancías se han vuelto avarientas
porque los verdes maduros dejaron su lugar  vacío.
No hubo primavera ni siega que colmara el rugido del hambre,
ese que deja los ojos abiertos a la infinitud.


Pilar Rojas

                                              


EL RUGIDO DEL HAMBRE

Un recuerdo imposible:
el olor de una frase con harina tostada
desde el obrador de los antebrazos desnudos
asciende por las paredes del patio
hasta las sábanas de la infancia
despertando,
el rugido del hambre.

Esa presencia de calma esculpida en mármol
sobre los esclavos hombros del designio nocturno
trabajando el yerto erial sin lágrimas con la libertad de agua
y harina mezclando con sabiduría el milagro del pan.

Pan pidieron,
señor juez, ¡pan!
y los mataron por la espalda
con sus caritas pegadas a la luna del escaparate.

La guerra en mi barrio escucha las sienes madres
de los ahorcados. Escucha el pectoral padre aullando
la matanza del trigo amasando un recuerdo imposible.

Carlos Fernández  

                                                              


EL RUGIDO DEL HAMBRE


Ruge el silencio en la boca que calla,
las horas en las laderas del tiempo,
las lágrimas en las cornisas del dolor,
los nombres en las calles del cementerio,
pero no es de eso que hoy quiero escribir,
sino de cuando ruge el hambre…
es entonces cuando todo y todos se igualan,
todo se compra, todos se venden, por un pedazo de pan.
No dejes que el hambre cale tus huesos,
tu nombre, tu dolor, ni las orillas de tus sueños.


Amelia Díez Cuesta

                                                     

EL RUGIDO DEL HAMBRE
                 
El hambre ruge sobre el mundo,
devora a sus hijos tal un saturno desatado.
Sembrando desolación y muerte
el hambre devora las entrañas y el propio corazón del hombre.

Hambre de comida, de un techo seguro, hambre de justicia, de libertad,
hambre de palabras.

Las tiranías surcan el planeta.
Tiranía del hombre contra sus semejantes
tiranía contra sí mismo.
El hombre ensimismado es el peor enemigo del hombre.
arrastra sus pies sobre la tierra, falto de deseo,
falto del amor que no sabe dar.
Su vida tiene los estrechos límites de sus prejuicios,
de su pequeño cuerpo que ama con destructora pasión.

Nada sacia su hambre.
Su ambición le ciega.
Cree matando a otros vivir más.
Quiere comerse todo el pastel y muere reventado.
Su pasión por crecer le nubla los ojos.
Su afán por sobresalir le corta las piernas.
Su anhelo por ser único lo deja solo.

Devora  su propia vida
y su rugido desalmado
es su última compañía.

A ese hombre aun le falta
 hablar.


Claire Deloupy Marchand


                                                 

EL RUGIDO DEL HAMBRE

Abrí los ojos, en el preciso instante
en que la realidad se disponía a devorarme.
¡Ven -gritaban sus ojos ciegos-
ven, que el hambre no perdona!

Retrocedí a tiempos de abundancia,
donde la queja era puro artificio:
adornaba nuestros pasos, ceñía
nuestra cintura y, después,

se evaporaba, leve, ingrávida,
derrotada por su propia evanescencia.
Después, alguna nube aparecía,
tímida, pero teñida de dolor:

Ese dolor del alma, cuando la piel,
estremecida, arranca del futuro
presagios de lo que hoy es la vida:
el rugido del hambre invade toda realidad.

Carmen Salamanca

                                               

EL RUGIDO DEL HAMBRE

El rugido del hambre acecha, nos persigue.
Creímos desvanecer entre nuestros cuerpos el halo del amor, mas la limosna desnutre nuestra soledad, la sonrisa de los niños cae al amanecer.

Donde nuestros platos hambrientos libran sus batallas, vivimos la desnutrición y el odio,
cómo contar las cifras del recuento
del olvidado día de la ausencia
si la disolución ya se produce
y somos resultado?

Caímos desde la profundidad a un fantasma amargo
que nos desnutre
que nos guarda para sí
y nos piensa endemoniados como anaqueles tortuosos
o flagrantes armisticios firmados por hombres halcón.

Nos avistan desde sus túneles
acechan como platillos obnubilados y nos asesinan
como a cifras incandescentes que desangran su tersura.

Cañizares y caníbales que del tiempo conocen su espesura
por la algarabía del hielo y del acero
y, también, la pulcritud del plomo.
Trabajar cansa
y las hogueras florecían al horizonte
cual íntegras batallas encendidas.
Sal de la oquedad, mística firma intransferible
nombres que en el subsuelo se reflejan
pobres.

Oh, muchos creyeron ser.
Y desaparecieron
de un hambre fugaz
por alcanzar la muerte.

Y en sus cadenas múltiples,
en sus oleados encuentros con la algarabía
alzaron su voz.

Más tarde, el olvido fraguando su cabello
en la alforja de miel
inusitada la mácula
del encanto del águila
da su encuentro con la máquina
que acaba con el hombre.

Los botones que atraviesan nuestra razón de vivir.
Nuestros cuerpos firme y apretados
como se aprietan los transeúntes
acunados por la hiedra
en la caída vacía
de la aurora.

El rugido del hambre
que revienta
la mirada tenue del poema.


Virginia Valdominos.

                                           

EL RUGIDO DEL HAMBRE

Hay bacanales del alma que no se sacian nunca,
almacenes repletos de sueños, convertidos en vertederos
que supuran la poderosa inconstancia del odio,
simiente primera naciendo reiteradamente
con el rocío de la mañana.

Algunos días busco un refugio para el hambre,
una lápida que apacigüe el desencuentro
para no morir constreñida en el rugido,
eco inalterable, eléctrico y vivo,
de las carencias propias de mi especie.

Otros días, me escondo en las entrañas,
cierro las vísceras de lo posible,
que se descomponen como torrente salvaje,
aproximándome a la agonía, sorda y muda,
llanto inmortal de la calumnia.

El rugido del hambre no es lo peor, me digo,
lo más dramático es el hambriento hombre
que vive tendido y débil sobre el asfalto,
de una ciudad atestada de zombis,
regresando a sus tumbas, cada tarde, a la caída del sol.

Magdalena Salamanca

                                            


EL RUGIDO DEL HAMBRE

Como extensas llanuras arrasadas al raudo paso de ejércitos sanguíneos,
como estepas desiertas por negarse la nube a destilar su llanto,
Así mi estómago recibe con estruendo la gota de agua que engaña
haciendo creer que hay algo que llevarse a los labios.
Fulgurantes océanos de sal haciendo en mi boca la infinita sed.
La muerte de la risa, por no tener bocado que alimente su curso.
El suicidio de la carcajada, en una boca ahíta de nada, de aire.
El pan requiere la moneda, y la moneda viene montada en el trabajo,
y eso hace meses que se extinguió en este país mío,
ya no tengo derecho a ganar con mis manos mi sustento.
Se me cierran las puertas a la vida, pues sólo el trabajo es la llave.
Se me condena a esta hambruna sideral, de cultura, de educación,
de salud. La comida es, al fin, lo de menos, ese pan ázimo que llevarse a la boca.
Absoluta abstinencia, que ha traído el marasmo, la caquexia,
adelgazan las mentes. Las ideas, en inanición extrema, convulsionan
y se empieza a escuchar en la ciudad un sonido sordo proveniente de las cloacas,
del centro de la tierra, un sonido que rompe con su frecuencia atronadora
el asfalto, que resquebraja los cimientos de los edificios, mortal ruido
de humano en descomposición, amordazado, es el rugido sobrecogedor del hambre,
o del hombre que busca su alimento: un libro, una palabra, una tijera
para cortar mordazas, su fuerza, su potencia laboral perdida.

Alejandra Menassa

                                       



El rugido del hambre

Una pasión despierta el viento,
se mecen las hamacas sobre el mar,
la luna se ata con su alegría de borrasca a los bailarines de una noche atemporal,
un rugido permanente que mueve con su fuerza la vida templaria de estoico cazador,
negro azabache, albino, multicolor.
Ese viaje prometido acrecienta el hambre,
mi guarida es solo la herrumbre en que retumba el ladrido de los perros,
el batir de las alas de un ángel,
el deslizarse del peón hacia el alfil,
para que la reina por fin corone con jaque mate.

Susana Lorente


                                                 
EL RUGIDO DEL HAMBRE

Frente al rugido del hambre  
El hombre se irguió 
Ayuno de letras 
Sobre sus dos piernas estelares. 
Caminó vacilante
Con el espanto 
Rabiándole por dentro. 
Y era un espectro,
Y una sombra era su cuerpo,
Y un tumulto en el alma su
Débil pensamiento. 
Soñaba con flores al aire
Y mujeres anhelantes, 
Las manos tendidas  
De multitudes lo arropaban. 
Ahora que no recuerda las cadenas 
Ni de la sed ni del frío 
Ahora que conoce de la mujer 
Los íntimos abrigos, 
No deja de escuchar del hambre
Su más secreto grito. 

 Ruy Henríquez


EL RUGIDO DEL HAMBRE
 
Noviembre está llorando,
rugen doloridas las entrañas ,
tristeza,
ausencia de ti
pan que me alimentas,
salud que me sustentas,
abecedario pisoteado
en tantas lenguas.
 
Ruge el hambre
en las calles de mi aldea.
 
Araño sangre de las venas,
te extiendo el cuenco
para que la compartas.
Aquí en la bahía
con gestos indecibles
braman mis entrañas
reclamando la ceremonia justa
de la sangre.
 
Grito decretando
libertad al abecedario,
libertad al sustento necesario.
Aquí en mi Santa Clara
sobre  la frente del mar silente,
grito cautivo que libero.
Rosalba Pelle

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