domingo, 17 de enero de 2010

TALLER DE POESÍA DE LOS SÁBADOS 16-01-10



GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR : MIGUEL OSCAR MENASSA NÚMERO - 40 - 16/01/10
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa




Cuadro: A la vuelta de mi razón. Manuel Menassa

¿ESTABAS TÚ?

Nos encontramos como luces perdidas
en el bosque amargo del desasosiego.
Nunca tuvo tu boca tantos dientes
Ni mi piel tantas pieles.

Fue el viento dos brazos atando tu cintura
y la flor prohibida del jardín, tu misma.
No esperamos tendidos en la parda tierra,
custodiados por la luna, a que nadie viniera.

Sin embargo
estaba la luna
y estabas tú.


Manuel Menassa de Lucia.




Cuadro: La Máscara de Nofret. Miguel Menassa.

¿POR QUÉ?

Por qué bailan así tus ojos.
Por qué los poemas se detienen al nombrarte.
Por qué mis sangre se hiela cuando te vas.
Por qué los días se alargan cuando hablas
y el mundo parece pequeño cuando sueñas.
Por qué, me pregunto, la ciudad late
al son de tus palabras
y las señoritas se ponen sus mejores galas
para verte pasar.
Por qué el negro no es nunca más negro
y el azul a veces es verde, violeta o amarillo.
Por qué la vida vibra cual tambores indígenas
y la ciudad es selva, pradera americana
o rivera o mar.
Por qué, mil veces, no te inventaron antes
y la historia se casa contigo
para no ser nunca más llanto,
venganza, desolación.

Helena Trujillo Luque



Cuadro: El tifón sobre Estocolmo. Alejandra Menassa

¿GANAREMOS EL NOBEL?

Un hombre se puso en pie, certero paso,
aseguró la montura de su yegua alazana
y cabalgó sin descanso su camino.

Después vinieron otros a descifrar
la letra que impregnaba las hojas:
destilación de saberes e historia,
y dijeron:
le sirve al mundo esta escritura,
le sirve al hombre.

Nosotros, compañeros de viaje,
ya habíamos descubierto el tesoro.
Y mientras pensábamos si
dárselo a los otros,
y mientras nos guardábamos las monedas
y nos comíamos las viandas del conocimiento,
vino la Historia a decirnos:
Deben entregar este patrimonio al mundo.

Y un poco nos resistimos a la empresa,
pero después leímos otra vez
y el maestro decía:
Es para el mundo esto que escribo,
Y si, era una flor en medio del desierto,
un oasis donde ya nadie tiene agua,
una fábrica de hombres, mujeres de la letra.

Y decidimos aceptar el desafío,
abrir las compuertas, decir a todo el mundo
que el trabajo abre las puertas del tesoro,
esta obra, este poeta que amamos.

Alejandra Menassa de Lucia






Cuadro: Y cada uno. Miguel Menassa.


¿TIENE FIN EL MUNDO?

Me pregunto
si este mundo perfumado de eucaliptus
podrá extinguirse.
Si podrá ser que nos quedemos
sin ver la lluvia a través de los cristales.
Si podrá prescindirse de sentir
la cálida caricia del sol
sobre la piel.
Podremos no volver a caminar
nunca jamás sobre la arena tibia?
Podrá súbitamente frenarse
la brisa fresca contra el rostro?
Será verdad la idea
de que este mundo ya no existirá
cuando transito por un camino tan sólido,
cuando la pena se empieza a diluir y
hay tanto sol explotando en mi pecho?
cuando tantas manos salen de mi
y a tantas otras recibo?

No,
no creo que este mundo
pueda ya no estar.

Gaby Melluso



Cuadro: El profesor de pintura. Miguel Menassa


¿A QUÉ VIVIMOS?

Vivimos a morir
Miguel Menassa


Danos tu mirada, vida, te digo palpitando
con las manos desesperadas y tanta sed de vivir.
Tengo entre las venas caricias, pólvora y huellas,
los zapatos desgastados de caminar el crepúsculo
como si fuera la patria de todos los sueños
para empezar a vivir.

Resplandece la esperanza.
Hay tiempo de todo en este juego de morir.
¿Dime, cuánta vida te debo, y cuánta muerte?
¿Qué preguntas hallan respuestas?

Tiene la Parca su armonía
entre los vivos y los muertos.
Son mis labios todos los besos
que le ganan la partida, lentamente,
en cada sesgo distraído de la tarde,
en el amor de la palabra que brinda en mi piel,
sin esperar nada, ni siquiera, a la muerte.

Mónica López Bordón




Cuadro: Estallido vegetal. Miguel Menassa

BRUMA NOCTURNA

Te acercabas despacio
al mundo de los vivos,
y temías que algún
ser deformado,
te tragase
Caías a la tierra,
perdido,
y la bruma nocturna,
cubría el escenario,
con una mortaja azul,
confeccionada para ti,
por ti mismo.

Lucía Serrano





Cuadro: Juntos al amanecer. Miguel Menassa


¿A QUIÉN PERTENECE ESTE FRÁGIL CAMINO?

Amanece y unos rostros insaciables avanzan.
Errante pócima impregnando cuerpos rendidos,
distancia de miradas violentadas
por unos párpados plegados.

Algunos renuncian al reposo,
otros caminan con aire vencedor,
buscando la luz que no ilumina y las palabras imposibles.
Pregonan esperanzas entre el pasado, presente y futuro.

Una herida en mitad de la frente cristalina sangra,
azota las paredes,
deambula entre templos en ruinas,
atraviesa la belleza de las formas,
camina con lentitud en la oscuridad.

Hebras del viento, clamor azul
que se lanza sobre el centro de una multitud tambaleada.

Hay escalofríos que se deslizan por el espacio,
con la imperfección del abismo suspendido,
de noches desnudas,
del cristal sin imágenes,
de los rostros vacíos,
de los pasos que se alejan,
de los portadores de dudas.

En este laberinto de pausados símbolos,
mezclan su apasionada sangre,
lo vivido y lo soñado.



Vicente Prada Gómez.



Cuadro: Espadas de la noche. Carmen Salamanca

PORQUÉ QUIERO ESCRIBIRLO TODO


De tus ojos,
el sabor estricto en dicotomía,
molécula especular al viento
y el arrobado fulgor de la mirada.

De la noche,
profundo sumidero de huérfanos en desgana,
músculos arrepentidos y, al amanecer,
conspicuo laberinto de salidas.

De la vida,
esas ganas de arrancarlo todo,
rescatar el velo y taponar la herida:
mi propia fecha de caducidad
derrotada en cada página.


Carmen Salamanca




Cuadro: Sin respuestas. Miguel Menassa.

¿QUÉ ES UNA MUJER?

A veces, todo es difícil: el silencio,
la alegría, el coraje...
Hablamos de morirnos, pero no lo creemos.
cuando te abrazo, te surca una cascada infinita de marfil
que rasga tu espalda, iluminando cada minuto
y así hasta lo eterno.

Entonces, tu divina indiferencia me hace mirar
la puerta, donde veo naufragar el lado opuesto
del adiós, y recojo mis trozos de mi,
como rayo súbito que se detiene antes de arrojar
su mortal belleza, sobre tu cuerpo celeste.

Amada, me has apartado del cruel camino
con el don supremo de tu suave piel infinita,
con únicas caricias que entre jadeos callas.

Alzo mis ojos de moribundo y entre azotes
de cólera, la vida y muerte se separan.

Recojo mis ojos desvanecidos de sombra
y juntos, nos echamos a andar


Miguel Martínez.






Cuadro: La Dama verde. Miguel Menassa.

¿QUIÉN ES LA LOCURA?

Una vez mudada la piel y
encerrados en la guardilla
los restos de toda una vida,
aparece desvanecida ante mí,
deshecha en mil preguntas,
como si del futuro, tuviera yo, algún saber.

Le digo que se calme
que los vientos del norte
traerán las respuestas.

Ella insinuante y, a la vez,
comprometida en sus palabras,
se tiró al suelo, formando hélices,
que brotaban a gran velocidad de sus cabellos,
mientras se retorcía sobre sí misma, gritando;
¡Quiero una respuesta! ¡Dame una respuesta!

Cómo explicarle
que hay preguntas que no tienen respuesta,
o que si hubiera respuestas para todas las preguntas
a veces, es mejor no preguntar.

Ella no podía detenerse,
el torbellino que ya ocupaba casi toda la habitación
cada vez aspiraba con más fuerza las pausas de la noche,
tuve que acercarme mucho para escuchar su voz,
la violencia de su delirio me introducía furtivamente
en esa espiral de sueños que brotaba de sus ojos.

¿Cómo detener aquel instante de locura?
¿Cómo cautivar, su dimensión astral, con una palabra?
En ese momento, me rendí ante la evidencia,
aparté la mirada de ella, sabiendo que nada podía hacer,
y, bruscamente, aquel remolino de viento cesó con severidad.
Ella se levantó del suelo, como si nada hubiera pasado,
se acercó hasta mi cuello y besándolo con fervor me dijo:
Gracias, esta vez hemos vencido.

Yo no dije nada, la besé repetidamente los labios,
hasta que su cuerpo y el mío, desaparecieron.


Magdalena Salamanca






Cuadro: Matérica soledad. Amelia Díez.

UN DÍA ME PREGUNTÉ

Un día me pregunté
y después no dejé de preguntarme.
Me pregunté si quería vivir
o no quería vivir. Entré en los libros,
los libros entraron en mí, entré en el amor,
el amor entró en mí, entré en la universidad,
y nada me conducía a ninguna decisión.
Un día me topé con una manera de pensar,
envuelta en forma de libro y bajo el nombre de Freud,
y una pequeña alegría atravesó mi pequeño cuerpo
imaginado, mi pequeña oportunidad perdida.
Después todavía la pregunta caminaba en plena libertad.
Ninguna palabra saciaba su sed, ninguna frase calmaba
su fricción y su insistencia impertérrita, su constancia.
Hasta que un día que no volvería, que nunca conocería,
un libro me dijo: “el goce será el encuentro
con lo que no soy ni me pertenece; el goce será,
el goce de las diferencias”
Desde entonces una decisión me ha tomado,
quiero vivir, quiero vivir...hasta morir
y todavía más, quiero vivir más allá de mi muerte,
quiero vivir, en voz de otros.

Amelia Díez Cuesta





Cuadro: Húmeda sed. Miguel Menassa.

UNA PREGUNTA

En el límite exacto
donde la voz se dispersa en ecos,
allí, donde la fulgurante palabra dibuja límites,
horizontes remotos,
y la respuesta exhibe su labranza
convirtiendo en vergel el yermo sigilo,
aún sostiene, el nimbo, lágrimas estériles,
fragmentos inservibles.

Pilar Rojas



Cuadro: Sombras y siluetas. Carlos Fernández


ÉRASE UNA VOZ…

Los naipes están servidos,
cada plato espera el abordaje comensal del oro
en copas esmeriladas por el fuego que la espada blande
cantando el coro ¡¡las cuarenta en bastos!!

Es un juego cantar con alegría, la novel noticia que titila,
en los corazones bruñidos del pulso mortal con la suerte.
Cada partida es una muerte, todo efebo un número exacto
y el pétalo una letra capaz de trocar el pescado en veneno.

Érase una voz que de cinco continentes provenía…
¿alucinaciones esa melodía? ¿es furtiva la locura?

Nuestras manos siguen siendo educadas en el saludo, en cada pacto,
nuestras manos conservan la caricia y del dolor conocen
la distancia precisa de la espada, el brillo del oro, la esencia del brindis.

Esa sombra de nuestras manos abiertas al sol
ese puño que de madera suena al cantar las cuarenta verdades del fango
ese temblor, del eco que somos, conserva el aplauso en la copa de tu sed
y la dureza en diamantes del trébol que elegantemente asciende
por la escalera de color para dibujar el bronce índice de la sirenita.

Carlos Fernández

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