GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 112, 11-05-2013
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 112, 11-05-2013
Semana
a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo
realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la
Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
Dibujos: Miguel Oscar Menassa
LA NOCHE ESTRELLADA
El mar
es un poco más
que agua azul
que encanta
que fascina.
Flotar
buscando al ángel que me
alcance.
Llegan
los Abaddones del abismo
en el verso
exorcismo silente
piel ausente
sordera perenne.
Busco
un pedazo de arco iris
en la noche estrellada
intento nadar…
estrello contra la noche.
Rosalba Pelle
NOCHE ESTRELLADA
El hombre, ¡Qué maravilla, qué misterio!, ese ser que nombró las estrellas,
¡Ochenta y ocho constelaciones!, algunos de sus astros también tienen nombres.
Y tan lejos parecía ese disco redondo que los enamorados llaman luna.
Y sin embargo, él, lo alcanzó con su deseo. El hombre ¡Qué maravilla! ¡Qué misterio!
El mismo hombre que esta noche, tumbado sobre el césped,
mira titilar los pequeños remiendos en el manto del cielo,
cuya lechosa luz inunda aquel prado, ¡cuántos misterios
encierran para él esos diamantes salpicando el abismo de la noche!
No sabe sus nombres, el primer lucero que mancilló la pureza negra,
y parecía poder alcanzarse estirando los dedos de la mano,
él ignora que se llama Venus, el tercer astro más brillante del firmamento conocido.
Pero eso no le impide gozar, deleitarse, mirando las estrellas.
Le señalan su extrema pequeñez frente a la infinitud del universo,
le muestran que lo que sus sentidos alcanzan resulta casi siempre inalcanzable.
Él no sabe, no sabe, pero goza escrutando la inmensidad
¡Qué misterio, qué maravilla el hombre! ese ser que nombra las estrellas.
¡Qué inexistente noche si él no la mirara!
Alejandra Menassa
El hombre, ¡Qué maravilla, qué misterio!, ese ser que nombró las estrellas,
¡Ochenta y ocho constelaciones!, algunos de sus astros también tienen nombres.
Y tan lejos parecía ese disco redondo que los enamorados llaman luna.
Y sin embargo, él, lo alcanzó con su deseo. El hombre ¡Qué maravilla! ¡Qué misterio!
El mismo hombre que esta noche, tumbado sobre el césped,
mira titilar los pequeños remiendos en el manto del cielo,
cuya lechosa luz inunda aquel prado, ¡cuántos misterios
encierran para él esos diamantes salpicando el abismo de la noche!
No sabe sus nombres, el primer lucero que mancilló la pureza negra,
y parecía poder alcanzarse estirando los dedos de la mano,
él ignora que se llama Venus, el tercer astro más brillante del firmamento conocido.
Pero eso no le impide gozar, deleitarse, mirando las estrellas.
Le señalan su extrema pequeñez frente a la infinitud del universo,
le muestran que lo que sus sentidos alcanzan resulta casi siempre inalcanzable.
Él no sabe, no sabe, pero goza escrutando la inmensidad
¡Qué misterio, qué maravilla el hombre! ese ser que nombra las estrellas.
¡Qué inexistente noche si él no la mirara!
Alejandra Menassa
La noche estrellada
Dejo la maleta en el desván
y bajo a tomar
un zumo de naranjas con los
niños,
que ya crecieron
y vienen ambos con compañía.
La casa es grande, no hará
falta
que nos encontremos
podremos llamarnos por
teléfono
cada vez que sintamos un poco
de nostalgia.
El día pasó sin darnos cuenta.
Cuando se fueron
la casa quedó vacía
y yo cerré los ojos
y escribí
como si hubiese vuelto de un
largo viaje
y tú no te hubieses ido.
O como si fueses un amigo
querido
al que no veo hace mucho
tiempo
y en quien confío.
El silencio persiste a pesar
de los golpes de reloj.
Mañana saldrá el sol y los
gorriones cantarán su melodía.
Suena el teléfono pero ya no
hay nadie
que pueda atenderlo.
Atrás la pesadumbre y el
miedo,
el inquietante deseo
y la mano que limpia la cabeza
y no la ves más.
No estás, nunca estuviste,
fuiste un sueño de mujer,
una promesa.
Parto de nuevo.
Ésta vez
dejo en tus habitaciones
el silencio.
La noche me pertenece
cuando mis manos
se deslizan por la página
y yo desaparezco.
Cruz González Cardeñosa
NOCHE ESTRELLADA
I
No tengo de escribir ni ganas
solamente obligación.
No sirve para cambiar el mundo
ni para cambiarme a mí. Por eso
no escribo poesía.
El ritmo,
la música no viene. No escucho
brotar la alegría en lo escrito
y estoy cansado de saber porqué.
Noche estrellada, déjame en paz.
No quiero ni morir.
II
Le chupé todas las piernas
una noche estrellada.
Ella me dijo que siguiera.
Le chupé toda la cara
una noche
de estrellas y tormentas.
Ella me dijo que parara.
Le di un beso entre las nalgas
una noche de estrellas separadas.
Ella me dijo que no le gustaba.
Era una noche de estrellas normales
ella me dijo que se la clavara y yo
se la metí como si nada.
Kepa Ríos Alday
NOCHE ESTRELLADA
« Un plain-chant monte à gorge pleine
Est-ce vers l’étoile Hölderlin
Est-ce vers l’étoile Verlaine”
Louis ARAGON
“Un canto llano sube a plena voz
¿Será la estrella Hölderlin?
¿Será la estrella
Verlaine?”
Cuando al anochecer el coche empezó a
hacer ruidos raros, me paré en la primera gasolinera y le llamé a mi marido.
“Mira…” me dijo “¡No te preocupes!
Estás muy cerca del pueblo donde vive mi amigo José. Vete hasta su casa. Es muy
buena gente; no tendrá ningún inconveniente. Ahí podéis pasar la noche y mañana
por la tarde, os voy a buscar.”
José
era un hombre solitario y muy callado. Sólo me había encontrado con él en dos
ocasiones y a pesar de que fuese mucho más joven que yo me impresionaba por sus
prolongados silencios.
Nos
acogió amablemente, preparó una buena cena, me ayudó a acostar a los niños
contándoles cuentos y cuando todo estuvo en calma me dijo: “¡Ven! Vamos a ver a
las estrellas…”
Me
llevó de la mano hasta la pradera, bajo el cielo estrellado y me dijo: “ Mira
bien… Cada estrella es un poema” y después de un silencio empezó a recitar con
voz grave un viejo poema de la infancia del cual cada verso tocaba mis fibras:
el verso depurado, su voz, la oscuridad, los olores de la noche. Todo en mí se
estremecía como se estremecían las estrellas. La belleza del silencio que
siguió el último verso resuena aun en mí…Tan intensa era la noche, tan cercanos
estábamos que ninguno de los dos sentía la necesidad de hablar. Sólo el vuelo
de un pájaro nocturno, el viento suave en las ramas... Después, mucho después,
enseñó lentamente con su mano a otra lejana estrella y con la misma voz grave y
melodiosa empezó a recitar .
Me
dejé llevar. La voz tomaba el ritmo de la noche, el ritmo de los movimientos de
mi cuerpo si hubiese podido moverse. Era un poema de Verlaine muy dulce cuyos
versos quedan grabados en mi corazón:
“ Hay una música por la cual daría
Todo Rossini, todo Mozart y todo Weber,
Una música muy antigua, lánguida y
fúnebre,
Que para mí solo, tiene secretos encantos”
No sé
si al final del poema me tomó en sus brazos, si sus labios besaron mis labios,
si enlazamos nuestros cuerpos en los olores de la noche…Sé que durante horas,
recostados en la hierba, mi cabeza reposando sobre su brazo, miramos a las
estrellas compañeras… A veces, uno de los dos rompía con su voz el silencio y
el poema subía lentamente, cálido hacia las estrellas, hasta que la última se
apague en el pálido cielo.
Cuando
llegó mi marido el día siguiente, los tres niños estaban jugando en el patio,
yo preparando una tarta y José en la huerta.
Al
despedirnos unas horas más tarde, José rozó mis labios con un beso suave y susurró muy bajo: “ Gracias por haber venido…”.
Ya en el coche me dijo mi marido: “¿Has visto? José te besó en la boca…”. “¡A
sí viste!”. Y después de un silencio: “ ¡Habrá tenido cada fantasía conmigo
esta noche!”. Mi marido me miró de reojo y exclamó: “¡Siempre tan solitario
este José!”. “¡Qué chico! ¡Qué chico!”… Y soltamos todos una carcajada cuando
el más pequeño de los niños, que estaba entonces, aprendiendo a hablar, repitió
en eco, imitando a su padre: “¡Qué chico! ¡Qué chico!”
Fue
una risa franca y abierta, de las que te limpian el corazón…
Claire Deloupy Marchand.
Claire Deloupy Marchand.
LA NOCHE ESTRELLADA
¿Si las estrellas se
encienden,
quiere decir que a
alguien le hace falta
quiere decir que alguien
quiere que existan
quiere decir que alguien
escupe esas perlas?
Vladimir Mayacovski
Quiza tenga que dar la inversa,
¿quiza haya inversos?
Pero el periplo desde donde salgo
es la aventura que no toma
como trampolin al cuerpo
Estandarte
que cada uno lleva desigual
o otros que no llevan
o llevan en su lugar,
apóstoles de los hombros.
Gusta ver la noche y su eternidad
el movimiento
saca mi temblor de entre las palabras
y con el nudo de los ecos,
se tornarán avalanchas en desacuerdo.
Voy hacia ti porque realizo.
Voy hacia otro y me engaño.
El cofre se ajusta al tiempo
cada engranaje suelta las trincheras
y se decide a vivir en libertad.
El caminar es estrella,
la noche estrellada
pasos, huellas musicales.
LA NOCHE ESTRELLADA
Una cosa es cantar a la sangre
que circula
y otra muy distinta cantar a
la sangre derramada.
La voluptuosidad invita a un
tumulto sin fin
y aplacada se retuerce sombría
sobre la curva
de unos labios cerrados por
terrores antiguos,
que se debaten ante el choque
de una presencia.
¿Acaso crees provenir de tus
propios sueños?
¿Acaso crees que amas como las
plantas siguen su ciclo?
Cuando desciendes a los
abismos hay progenitores
Cuando tus primeros
pasos siempre hay otras manos
Oh, ceguera que lates sin
florecer y sin marchitarse,
devuélveme la vista, quiero
conocer el borde de mi contorno
y la dimensión de mi fluir,
más allá de mis antepasados.
Cuánto amor removió tu cauce,
cuánto odio rodeó tu noche.
¿Quién no tuvo miedo cuando se
levantó el telón de las despedidas?
Cuando las máscaras caen
siempre hay algo que ver,
comienza el espectáculo y la
metamorfosis de lo impasible
dibuja sus límites y ninguna
cosa es ella misma.
Cuando la noche estrellada
habita en mí, cuando camino
sabiendo donde mis pasos no me
llevarán, río y lloro,
al unísono, de manera
indescriptible.
Amelia Díez Cuesta.
LA NOCHE ESTRELLADA
Dibujo un encuentro apasionado
llamarada equinoccial y ventrílocua
Despertando el inmenso mar
nocturno
De una hambrienta noche de
soles y lejanas estrellas
Mudos espectadores del vivir
humano
Pulso y latido del poema
transfigurado
Bajo el calibre impetuoso del
imposible horizonte de nieve
Cuando miro a las estrellas
desde el telescópico vibrar
De mi alma
Baila la Cruz del Sur como una
brújula de párpados
Y caen los abanicos y
calendarios
Bajo el fragor de la fina
arquitectura de tus labios.
Paola Duchên
LA NOCHE ESTRELLADA
El cielo tiene miedo de la
noche,
de ese silencio lleno de
murmullos
cuando los ojos se llenan de
recuerdos
y una invasión de ópalos se
cuelga en la mirada.
Levanto la cabeza y veo un
nido de luciérnagas
rodando por el cielo,
cruzando todos los signos
zodiacales,
mientras un aerolito cae sin
mirar a nadie
de la elipse cerrada de los
astros
y se ve abrir en el cielo un
bosque de hadas extasiadas
que me prometen el
cumplimiento de un milagro inalcanzable.
Un vuelo se agranda en la herida
de su estela
y se ahoga un grito que solo cicatriza
en el espacio.
Mi mirada se vuelve delirante
en un aire de verano y primaveras
donde danzan las luminarias
sin moverse
porque tienen la luz dentro
del cuerpo
y aprendieron la lección del
telescopio que creyó mirar y era mirado.
Con un llanto de luna oigo el
ladrido de un perro
que da la vuelta al mundo
y un nocturno durmiendo en un
concierto único
reposa sobre el piano que
ensaya muertes tenues
junto al sonido del mar que
prepara algún naufragio
mientras doblan las campanas
de los astros muertos
y el azul del universo se
salpica de luz,
aquella que desbordan los
planetas
dominando un insomnio
interminable
e invade todos los rincones
cuando es hora de dormir en
todas partes.
El tiempo de los siglos se
insinúa terriblemente envejecido,
cansado de soñar en esa espera
que salte una ilusión y llegue
al cielo
sentada en una lágrima.
Norma Menassa
LA NOCHE ESTRELLADA
En el clamor de la noche,
las voces pierden sus
acostumbrados sentidos,
los cuerpos se transforman en
titubeantes sombras
proyectando sus desvelos en
las aciagas paredes.
Escapando de uno mismo, vuelo
en oníricas miradas
atravesando la profundidad de
las pupilas
de habitantes que se nutren de
la oscuridad.
En ese abismo, permanezco
obnubilada
y mi cuerpo muta,
irradiando
la atómica mujer que invadirá
el universo.
Noche pintada de estrellas,
nace este desvío necesario,
y veo el rostro de mi destino.
Helena Trujillo
LA NOCHE ESTRELLADA
Habíamos desarrollado múltiples habilidades,
espejismos relativos a la pericia de nuestras manos
recorriendo tu piel, mis recodos imposibles.
Preferíamos esos instantes en que la luz no estorba
y el cielo se transforma en una multitud
de pequeños ojos blancos, que nos vigila.
Sin tropiezos, tu mirada y la mía se trenzaban
hacia arriba, en una danza milenaria que desvelaba
pasiones inscritas en los comienzos de la vida.
Así, desperezábamos el alma y nos lanzábamos
a la aventura de explorar mundos imaginarios,
vidas paralelas, con el regusto de volver a empezar.
El tiempo no era obstáculo, ni la pereza del retorno,
ni los límites de altura o dimensión. Nada impedía
nuestro amor, cuando la noche estrellada, surgía.
Carmen Salamanca
LA NOCHE ESTRELLADA.
Entrego mi piel en una mañana
abierta
a la orilla del deseo,
donde el amanecer despierta
derramándose con el viento que
llega del Sur.
Un olvido se teje enhebrando
noches estrelladas
con la distancia de tus manos
amando el necio juego de la muerte.
Me desnudo en palabras invisibles.
El fuego azul
se despliega en voluptuosos
mares de cuerpos que se abren a la
tierra
en el costado de los eternos amantes.
Y con la lentitud de las cataratas
contemplo el murmurar de tus besos
clandestinos.
Giro hasta devorar el aliento
de tu pasión
y me tiendo en la madrugada
devorando las sílabas de tu
aliento.
Soledad Caballero
LA NOCHE ESTRELLADA
Los
vacíos no pueden entregarse,
a
veces cruzan islas del alma
en
veloces barcas con tripulantes de nubes.
La
pasión nocturna me despierta,
muerde
riberas que la ciñen
sin
jacintos que las ronden.
Detrás
del bálsamo carnal,
aspiro
noches estrelladas,
cósmicos
climas
y algo
de eternidad
me
invade.
Como
los contornos de la mujer
y el
halo de emanaciones de la especie
que
fluyen al concentrado
olor
de cortezas
y
pieles protectoras.
Quise
evolucionar
para
que mi espíritu
fuera
solamente
atmósfera
tuya.
Deshabitarme
de
figuras aéreas amadas:
astros
continuos o migratorios
que
palpitan
en
repentinos enlaces,
luces
en las sienes del mundo.
Jaime Kozak
NOCHE
ESTRELLADA.
Esa estrella que
apenas late, antes era una vida.
Su perfil de
agónico presente, tiene forma,
es un círculo de
esmeraldas acompañado
Con el amor que
todavía late en su seno
no quiere que
tras su muerte se extingan
sus recuerdos.
Llora y su
llanto como estalactitas
se licúan, no dejando resto de color
en su origen.
Cuando la noche
es estrellada,
se puede sentir
ese brote de ánforas
con sus núcleos
parpadeantes
contemplando las
agonías del mundo,
de una tierra
que no logra alcanzar su espíritu
y sin embargo…..
Era una vida,
si,
esa estrella tuvo
sus amores
pero de extraños
sentimientos.
confundió el
invierno
con los dulces
frutos del mar
Ahora, en su
distancia intocable,
en su arrogancia
perpetua,
es un camino sin
retorno, sin vida.
Lúgubre noche
cuando desaparezca tu luz
y sobre tu
silencio, un frio aliento invadirá
tu espacio, sin
saber quien te habitó, estrella.
Ahora,
congelada, como hombres que se apagan
como estrellas,
cuya existencia vana no permitirá
ninguna
descendencia,
solo el
decadente vacío que invade la tristeza.
Solo, vencido,
sin rostro, disolviéndose en la palabra
que reinó
mientras vivía, nunca.
Miguel Martínez
Fondón.
NOCHE ESTRELLADA
Esperaba las noches de luna nueva con fruición
repitiendo obsesivamente el gesto de abrir la ventana
y sentarse en el alfeizar, al borde del abismo.
Sobre la mesa un ajado mapa de las constelaciones:
Casiopea, Orión, Osa Menor, Hércules,
una combinación impecable.
Amaba el firmamento más allá de lo estático,
sin afán de mortalidad, nacían y morían estrellas
en ese vasto horizonte que ampliaba su mundo.
Sus ilusiones, esqueletos de saurios,
se amontonaban en las esquinas de su casa
donde los cocodrilos abrían sus fauces
para tragarse la dignidad
que cada cinco minutos le arrebataban.
Él, obstinado, se subía al carro de la Osa Mayor
para viajar la noche estrellada
buscando un lugar con decoro
donde reposar, tranquilo, su vida.
Pilar Rojas
UNa noche sin luna, noche de saber y sueño, noche plena de sabiduría es solo la noche de la sola soledad que embarga un alma...
ResponderEliminarMaravilloso todo lo que se expresa...en tan hernosos parajes del pensamiento del grupo, que elabora la poesía.