GRUPO DE POESÍA DE LOS SÁBADOS A LAS 18:00 h
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 103, 16-02-2013
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
-revista virtual-
COORDINADOR :
MIGUEL OSCAR MENASSA (Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010)
NÚMERO 103, 16-02-2013
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
Dibujos: Miguel Oscar Menassa
PALABRAS
DEL ADIÓS
Cuando
vivía en mi cuerpo
hacía
madurar a una mujer con una galaxia en la cabeza
y
un sello carnal en la nuca con la palabra adiós.
Bebía
el aire a bocanadas como si grandes alas aventasen
espacios
con humeantes andamios
por
los que ascendía entre amigos y desconocidas muchedumbres
que
cubrían el mundo con sus cuerpos.
Una
biografía sin certezas ni honras fúnebres
me
esperaba en el mismo lugar donde explotaba con su escándalo
una
copa de cristal contra un muro,
en
vano intento de correr el horizonte hasta su matemática de infinito,
y
un salvajismo llegaba hasta mi médula alterando el bienestar de la mañana
e
inundaba como el cuento del diluvio
la
superficie de mi pedazo de tierra en el que me tocó vivir,
un
patio de la infancia donde el sol estrangulaba las tardes de pobreza
y
el infierno era alejado en sueños místicos donde hablaba con dios con la
exasperación de todas las preguntas sin respuestas.
No
lo podré creer,
pero
igual caeré desde la cumbre nevada de algún invierno,
atraída
por el imán de un abismo abandonado por la magia,
y
no me esperará ningún secreto tenebroso,
sino
palabras de un adiós que solo dirigiré a algún pastor de almas extraviadas
mientras
dejo a mi cuerpo separado de sus ropas que se amontonan en un rincón para
habitar en los círculos del tiempo,
en
ese agujero penetrado por una neblina intermitente
que
sólo se deja iluminar por el relámpago de los besos
que
harán saltar el pulso de la sangre con la furia de un corazón inexorable.
Separados
mi cuerpo y sus ropajes, diré mi adiós:
Adiós
amor, y el principio que dio comienzo a todo, se vuelve amor de despedida.
Adiós
mi cielo, la puerta fue cerrada por furioso huracán y no podrán abrirlas mis
suspiros.
Adiós,
adiós, algo se rompió y estoy perdida.
En
la memoria de la piedra dejaré mis iniciales
para
que no me busques más
y
en el extremo de mi última canción habrá una cascada de libertad cumpliendo su
tarea ineludible.
No
podré huir,
arrojaré
mis últimas angustias a los astros,
y
en la emboscada de mi noche,
el
universo colgado del borde de mis ojos,
me
impedirá verme vivir.
PALABRAS
DEL ADIÓS
La lógica se deshace en
manos que no sé,
cuando tantos adioses
agolpan la garganta.
Adioses que resisten
cuando el viento me
obliga repetirme.
El azadón es necesario
para que la mañana
pueda su camino.
Adiós al pan con azúcar
y aceite de la guerra,
añoro el prado aquel,
de amapolas,
donde mis sueños
íntimos reposan.
Adiós al atlántico
Corrientes
que arrastró raíces
ancestrales de la infancia.
Adiós al megáfono
obstinado,
repitiendo los “no
debes”.
Adiós ,
en tus destruidos
templos sé que funda
su dicha y su dolor
toda la vida.
Adiós a tantos caminos
con barrotes.
La piel resiste, se
niega
se viste de bordó
insoportable.
Siento que vida adentro
me aletea,
un ángel de bondad que
me convoca
a renunciar del lodo
rojo que me afea.
PALABRAS DEL ADIÓS
Vertí algunas lágrimas
durante algunos años
por no permitir que el
amor tuviese su tiempo.
Después,
mucho después de las
guerras y los desastres,
bastante después de los
adioses a mansalva
crecí y fui lo
impensable.
La muerte
me llama todas las mañanas
para decirme que sigo viva.
me llama todas las mañanas
para decirme que sigo viva.
Le agradezco su
amabilidad
y voy al trabajo contenta.
y voy al trabajo contenta.
Con ella voy
aprendiendo
algunas palabras para el adiós.
algunas palabras para el adiós.
PALABRAS DEL ADIÓS
Ojos
que no encuentro en
sueños,
vuelven como el
desafinar
de un violín roto un
atardecer de invierno.
Decías estar segura
de que podía
comprender tus
emociones
y a través del abismo
te extendía la mano.
De todos modos te
escribiré.
Tal vez no sea
demasiado tarde,
contaré ciertas
historias extranjeras
y ligeros éxtasis,
que no aparecen bajo la
luz del sol
o cuando tiemblas de
ternura
meciendo estrellas
distantes y solemnes,
que se apagan.
Miradas entre lágrimas
que no veo,
distancias que nos
separan.
Instantes que contemplo
cuando intento evitar
reinos crepusculares,
donde mis labios
quieren besar
y componen alegorías en
pieles del adiós.
Me siento como alguien
que al volverse,
súbitamente mira al
espejo
y mi aire impasible se
diluye,
estamos a oscuras.
PALABRAS DEL ADIÓS
Soy el que ya no sufre.
No pido pan.
Pido extensión marítima.
(Miguel Oscar Menassa)
El pan aprendió a
olvidar amasando harina de trigo en el obrador.
¡Agua y pan! no
confunden en la mina el rastro de los perros.
El Señor bendice la
libertad del preso cada domingo. ¡hermano date la paz!
¡Pan, agua y libertad!
clamaban en el frente despoblado de enemigos. ¡Silencio!
Después de reclamar al
cielo…llega el silencio cabalgando su recuerdo.
Y si quieres bailar
salta la acequia del doble espacio, en blanco,
como el pan recién
horneado en las madrugadas del labriego.
Si agua fresca de la
fuente de los enamorados anhelas beber
haz como el sediento
castellano que esquivando las ortigas y el zarzal
sonriente acude ante la
amada silueta del cántaro en tu costado.
Del resuello bajo la
sombra del chopo, no podrán torturar la memoria,
tus palabras alejando
mis ojos de la tristeza y el pañuelo
que suelto vuela de tu
cabello a mi pecho, son ofrendas de aquel amor nacido
en la ribera del río
-aquella primavera- de girasoles que al unísono
siguieron tu danza del
vientre detrás del molino.
Deslizabas prenda a
prenda por la cintura tus palabras:
¡Agua!, decías y la
cinta del pelo volaba sobre las ramas del almendro.
¡Pan! y las sandalias
bailaban hacia la ribera y nos besamos sin premura.
¡Trabajo y ¡amor!
¡trabajo y amor! tus manos canturreaban sobre la cremallera
y algún libro con
poemas del adiós repicaba el campanario del destino.
La prenda que olvidada
perdimos, guarda los secretos del goce y
las palabras del último
adiós en la piel.
Carlos Fernández.
PALABRAS DEL ADIOS.
Escribir, escribir, vivir todos los días.
Y el adiós será una palabra más.
Paola Duchên
Escribir, escribir, vivir todos los días.
Y el adiós será una palabra más.
Paola Duchên
PALABRAS DEL ADIÓS
Ciertamente no sé
cuando me iré,
es por eso que puedo
despedirme
de ciertos amores que
ya no serán,
de las playas que
mojaban
nuestros
delicados pies en noches de luna,
de las pieles tersas ,
los pechos erguidos,
los saltos en alto, las
carreras llanas.
Quiero despedirme de
mis sesenta y cinco años,
mirarme en el espejo y
sentirme a mi altura,
mirarte en las
sombras y forjar aurora,
ser un haz de luz incandescente
encerrada en cristales.
A golpe por minuto, ya
no alcanza una hora,
sesenta y seis mojones
de útil travesía, señalan el paso
de tantas historias que
habré de contar un día,
cuando diga adiós, por
fin, a tanta hipocresía.
PALABRAS DEL ADIÓS
Atrapado en el
laberinto de las letras,
rompo las páginas que
llenan el vacío,
abro nuevos espacios
con mi nombre.
Torpe atleta de los
días, agoto los silencios
con la música
impalpable de mi voz.
Líquenes de la
indecisión
cabalgan en palabras
del adiós
cerrando las vítreas
pupilas del pasado.
Vuelan las manos hacia
el misterio,
se abre el virgen
cuerpo de papel
donde rubricar la
consigna del verbo.
PALABRAS DEL ADIÓS
Llegaste con la ilusión
de un niño que espera no ser abandonado,
no estabas dispuesto a
claudicar por los pactos con la muerte,
tu mirada, una decisión
tomada de antemano
en la que esperabas
paciente cada beso,
cada palabra
pronunciada por los encuentros.
El vacío acechaba la
noche y el silencio no era más
que la soledad que
entregabas por un verso,
por una mujer anclada
en tu olvido,
voraz recuerdo por el
que los sueños velan tu descanso
en un adiós pasajero.
Tanta entrega por unos
ojos de amianto a punto de palidecer,
tanto amor desconocido
junto a la almohada,
el que queda por vivir
cuando es tu cuerpo el que me habla,
cuando es tu piel la
que cae como un manto sobre mi espalda desnuda
antes de desaparecer
con el fuego del amanecer.
El tiempo jugó a
nuestro favor
y deseo tu cuerpo con
mi sexo de pantera enamorada
y mis manos no
envejecen frente a tu boca de miel
que estremece mis
piernas en cada paso
en que ilusiones
venideras nos susurran un futuro por construir.
Bebe de mi, hazme tuya
sin someterme,
nuestra voz será el
delirio, el estremecimiento de una pasión.
PALABRAS DEL ADIOS
Entre el dicho y su
máscara,
rondan acueductos
multicolor,
desdibujando el eco de
tus manos.
Después, callabas la
venganza
y encogías el espíritu,
justo al atardecer,
cuando el dolor
acampaba entre tus
piernas.
Nada perdura, decías,
todo es fugaz y
entrecortado.
Y reducías, una vez
más,
el contorno de tus
ojos,
las cuatro esquinas de
tu vida.
El eco de tus pasos
aceleraba
algún final, palabras
desesperadas
de un adiós postergado.
Carmen Salamanca
PALABRAS DEL ADIÓS
Y te dejo, Alejandra, en aquel banco de la infancia,
en la sorpresa de ir descubriendo el mundo,
con esos ojos vivarachos, del color de la esperanza.
Te veo crecer entre palabras amorosas, caricias
de laboriosas manos que trasiegan para que
en el plato no falte la comida, y la poesía
pasee por la casa a sus anchas.
Te dejo en ese hueco de saliva,
la leche helada en el recreo con pan caliente
la algarabía de los niños creciendo contra todo,
tu sonrisa serena saludando al sol de la mañana.
Cruzar el patio como si fuera el mundo,
todo empedrado con adoquines de ilusiones.
Y Filomena, la maestra, se secó su pecho
de tanto amar a Dios.
Primer amor en el cordón de la vereda,
calzando los zapatos de mamá.
Y los fueron llenando tus piececitos,
parecía imposible.
Papá me trae manzanas, para la inteligencia, me
dice.
Yo me las como porque creo firmemente en su decir.
Partir se parte siempre hacia algún sitio.
Hacia la edad adulta, hacia la madurez.
Cuarenta años, madre,
Cuatrocientos amores.
Brilla mi pelo por la manzanilla que
tu pusiste sobre él cuando niña.
Aún percibo ese olor de camomila.
Para atrás ya no se puede ir.
Hay que avanzar, artillería pesada
derribando los días. Hay que avanzar.
Dile adiós, Alejandra, manito blanca
con cinco dedos blancos, y las uñitas
rojas pintadas por primera vez,
tan desmañadas.
Flamenca mía, maña mía, mi acróbata.
Dile adiós, niña mía, te saluda. Dile adiós
Tu niña se despide, palabras del adiós.
Alejandra Menassa
Una vez tuvimos otras palabras. Y era posible, entonces,
crear las cosas del mundo que soñábamos.
La miga de pan sobre la mesa quieta,
era la Rosa de los Vientos para un viaje de amor y de locura.
Los profusos jazmines de mi patio,
la vía láctea que albergaba mi próximo poema. Y era,
mi muslo oscuro en tu cintura, ardiente armonía en movimiento
que lograba en cada acorde, las palomas,
para llevar de mi boca hasta tu pecho
la sal del universo.
¡Esta era la tierra en que moraban los dioses que habían decidido
sembrar de una vez, y de repente, toda la belleza de la vida!
Y yo canté. Canté para después, para mañana, por si acaso,
canté en todos mis poemas… hasta que mis huesos se blanquearon al sol
celebrando dantescas batallas.
Ahora, debo remendar ecos y sonidos remotos, lejanas resonancias…
hasta encontrar el vocablo que me aproxime a tu nombre,
y no puedo.
Alguien degolló las campanas demasiado temprano,
le cortó la garganta a la palabra esperanza
para que nunca más remontara el sudor ni el aroma.
Y no me exculpo. Yo tampoco recuerdo por qué
dejé caer la porción de luz que me tocaba sostener en el camino,
ni cuándo olvidé el nombre de la rosa
o la curva de tu boca sobre mi pezón descalzo,
donde Octubre era una escándalo de verdor en mi ventana.
Si embargo, porque canté,
para ayer, para hoy, para mañana,
no sólo palabras de adiós me quedan para abjurar del fuego.
También hay un poema inmenso y elocuente que atestigua
que es posible el fuego.
Norma Demaría
LAS PALABRAS DEL ADIÓS
Recuerdo el agua moteada por zócalos azules y multicolores
tu voz estupefacta cuando nos descubrió
al fragor del ocaso en plenitud.
Enrojecidas y viriles,
las palabras del adiós
nos despertaron cuando éramos
verdaderamente menores.
Desvencijados cuerpos
atados por rojas evanescencias
y capuchas vanas.
Un día otro país
recorrería los senderos
tristemente apagados por el verdor del limo
casi muerto tras nueve años de prisión
en un lugar inhóspito de un barco
poderoso con un proa inmensa
y bravucona.
El barco se sumergió en el dinero
y el duque que lo constituía, el capitán del barco
y el almirante del mirante de los monos, decidió
brocar el molde y solidificar nuestras últimas pertenencias.
Es el discurso del amante.
Maldigo los versos indescifrables y
el arlequín del tiempo inmortal.
Tus palabras fueron la brújula.
Hablaste y desapareció el mito.
El universo de tus ojos empequeñeció
y la mirada se hizo devastadora.
¿Dónde fuiste?
¿Dónde te quedaste?
Me persigue el futuro.
Arremete el cuarzo de tus ojos
el deseo del hombre en este puño
rebelde y aturdido por el soplo del amor.
A los rincones reverencia tu escaramuza.
Virginia Valdominos.
PALABRAS DEL ADIÓS
Quizás podríais pensar que fue una historia amable,
era lo que pensaban muchos de sus allegados.
Es inevitable que murmuren, decía él, y ella se
calentaba
con el humeante bol donde había cocinado todo el
amor.
A veces él se atoraba en una circunvolución e
implacable
celaba la sonrisa con la que ella saludaba al alba.
Incapaz de la mínima cortesía confundía su
obstinación
con la mineralogía y se empeñaba en reducir tiempo y
espacio
a una pequeña perla marina que colgaba, desafiante,
de la cadena de su chaleco.
Las mañanas donde las palabras sulfúreas horadaban
su cuerpo
ella se quedaba atónita, porque jamás había oído un
roce de cadenas
y no podía imaginar gestos intempestivos, así que
renunciaba a sociedades benéficas
con el mismo amor propio con el que había renunciado
al adiós.
Cuando los vecinos miraban de soslayo los colores
púrpuras
que inundaban su piel les hablaba de la moda del tatuaje
y de su inclinación a tomar distancia de los
remordimientos que corroen la ciencia.
El saluda a los hombres con invertebradas frases en
un tono de circunspecta afabilidad
y dirigía miradas lascivas a las mujeres como le habían enseñado en su
familia.
Era un hombre conspicuo. Sentía predilección por los
sublimados
y desconocía las ganancias y pérdidas de una
sosegada conversación.
Ella entretenía los años con fantasiosas hazañas de
muñeca inanimada
como durante siglos hicieran las hembras bien
nacidas
no vaya a ser que alguien sospechará que podía
desear.
Las diferencias intolerables redujeron sus vidas a
un pequeño cuarzo negro
- porque como ya había dicho él era un amante de la
mineralogía
y sabía que el cuarzo negro contiene el cúmulo de la
sabiduría ancestral -.
Si bien los días pasaban respetando estaciones era
difícil,
en esas circunstancias, que la primavera llamara a
la puerta
porque no hay lugar en un cuarzo negro para brotes
de futuro.
Pero ella, con la fe debida a un facultativo, se
obcecaba
en creer las promesas de su hombre, que sabía de
música
porque siempre pulsaba la cuerda precisa y la hacía
vibrar.
Un día ella se animó a decirle que se había
enamorado
del esfenoides porque le había prestado las alas que
siempre deseó
que le permitirían viajar para cultivar la tierra
que florecía en primavera.
Y esas fueron las palabras del adiós.
Pilar Rojas
PALABRAS DEL ADIOS.
Esas palabras del adiós, han roto
una esperanza.
Han dejado el sonido de un
corazón
perdido en un universo de no
palabras.
Su rastro asemeja al de las aves
migratorias
cuando el verano abandona la
estación de los olvidos.
Justo ahí, mis manos quieren
borrar lo no escrito,
parecerme a la esencia del agua
que no deja rastro en su batir de
olas,
o a un ave que surcando el viento
solo deja estelas de plumas.
En el adiós, no hay tiempo,
ni logro beber de esa fuente agónica
inmersa,
sobre un pecho cuyas gotas
semejan caudales de rocío.
Hay un extraño pesar,
una mirada sobre mí que extenúa
mi intimidad,
parecido a esos mundos de la
noche,
donde dos amantes quiebran con su
cuerpo la soledad,
y acompañan con sus sombras ese
vacío
donde corazón y respirar
llenan con su sonido,
el imperturbable silencio de una
roca abandonada,
solitaria en su pesar sin más
color
que el de un musgo que con el
tiempo,
sembró sus raíces en las dulces
entrañas
de su amargado destino.
Ahora, toca pensar.
Cuando la desolación haya
sucumbido
y alguien decida partir
no seré quien detenga con la mano
ese pesar que es el abandono
de lo que ya no vendrá.
Semejante cruz, sin hombre,
ingrávida luz que me hace caminar
y soportar esta duda,
que con ternura se amansa,
como las manos
cruzadas sobre pecho
para gestar un sueño,
donde sueño que la muerte
también se alcanza.
Miguel Martínez Fondón.
PALABRAS DEL ADIOS
Vivir con los que viven, aconsejas.
Concepción Silva Belizón
El
desorden es un capítulo que se absorbe
pero la
dicha ha encontrado nombres
y
cuando apresados flotan sobre las cáscaras de pan
piden
un trozo para la gloria.
Tomo
tus palabras,
siento
al lado mío toda la música
y bebo
la naranja.
Veo
mujeres, hombres y ejemplos palpitantes.
¡Cuantas
llaves escuchamos en derredor del alma !
Se
perpetúan las melodías como enlaces asombrosos
se dice
que mañana, ¡Oh mañana !
Perla
que retorna y toca mi frente.
Distanciemos
los sonidos
quieren
quedarse para siempre.
Clémence
Loonis
No hay comentarios:
Publicar un comentario