-revista virtual-
COORDINADOR : MIGUEL OSCAR MENASSA NÚMERO - 41 - 23/01/10
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
Son las 5 de la mañana y el latido de la noche me ha desvelado,
un reguero de preguntas acometen con terquedad e interrumpen sin sueño,
la paz del descanso, huye con fuerza, de los contornos acústicos de su armonía.
Hay espacios de la habitación que me miran, esperando una respuesta,
yo permanezco quieta, en silencio, intento distraer sus ansias con mi indiferencia,
pero sus ojos son como llamadas punzantes al corazón.
Inquieta, me deshago entre las sábanas, hasta caer en las garras del poema,
esta vez, viraré los prejuicios y sentiré el resplandor de sus pasos en mis manos,
tocaré las tecla con firmeza y si fuera necesario, coseré mis dedos sus letras.
Han pasado casi treinta minutos desde el comienzo y nadie se ha dado cuenta,
la oscuridad que respiran las paredes de una casa en la soledad
me recuerda que aún, no he encontrado la voz para el futuro.
La tercera pregunta se esconde, como la muda palabra, que furtiva de mí, me condena.
No tengo respuestas, pero quizá las tuviera, quizá fueran las miradas
que me hicieron levantar hoy, a las 5 de la mañana, para escribir, este poema.
Quizá las respuestas sean la incertidumbre, la zozobra que desgaja la vida,
ese misterio que se coagula en el amor de aquellos que se fueron para siempre.
No quiero saber si la razón o la muerte, son las culpables, sólo quiero vivir.
Vivir a tu lado, al lado que se alegra y comparte, al lado que se tiñe de odio y comparte,
vivir en tus palabras, en la terquedad de una ilusión, en la planicie de los días al pasar;
dejar de llorar este silencio, que me aleja de aquella que me mira, desde el final.
Magdalena Salamanca
Cuadro: Sobre fondo blanco. Carlos Fernandez
EL TERCERO NOMBRA
Una antorcha de aire detiene su libertad de vuelo.
Llega la imagen impresa en el suelo de la voz.
La moneda cruza la mano en que respira la herida.
Comienza el juego.
Y cuando llega el frío, es abrigo la letra de lana en el pecho,
el duelo, un guante de cuero envuelto en versos,
la locura, un cascabel de lágrimas regando el invernadero.
Continúa el juego.
El error del acto se hace eco en el martillo yunque del estribo,
cayendo el delicado velo de las primeras impresiones
en el vacío margen del doble espacio entre los cuerpos.
Las reglas son el juego.
La terna pregunta es un título que nombra desde la altura lo hecho.
Su lugar de partida, un olvido nuevo, catarata de serpientes
que no ceja en vítores el risueño rostro del aplauso.
Todo infinitivo es juego.
¿Importar?…todo se importa: el hueso de la nariz y
la rosa del tiempo, el astro número que te nombra
y el pétalo interlocutor con quién se está leyendo.
Carlos Fernández
Cuadro: Doblaje cinematografico. Miguel Menassa
¿
En esta tarde aciaga donde
no zarpo hacia las muchachas.
Las sirenas de hielo deshuesan las horas
¡Que talle de virgen padecen!
Como si las hubiera pintado,
desde otra historia que se repite,
la misma mano.
Esta sombra tres veces proyectada.
Manuel Menassa de Lucia.
Sigilosa, cómplice de un Morfeo
siniestro e implacable
se presenta la tercera pregunta,
un murmullo que dice:
soy la tercera, ¡exijo una respuesta!
Como una liana peligrosa,
salvaje,
constriñendo palabras que, en tumulto,
se lanzan al abismo de una respuesta.
Vacilante, detengo las palabras,
que ahora, suavemente, danzan.
Pilar Rojas
Te espero tomando un café.
El local está abarrotado.
Ellos no te buscan, ni siquiera
nunca te soñaron.
La taza humea y mi cabeza,
parece que también.
Hoy nada claro hay en mí.
El mundo se debate
entre un presidente descafeinado
y otro con mirada sádica.
Entre un motor diésel o gasolina,
casa independiente o adosada.
A mí qué se me importa.
Yo sólo quiero escribir un poema decente.
Desbaratar la tarde y empezarla de nuevo.
Olvidar todas mis preguntas
para que alguna nueva nazca.
Desvirgar todas las palabras
que nunca pronuncié
y dárselas a la página.
Helena Trujillo Luque
Cuadro: El poeta llega a Madrid. Miguel Menassa
¿QUE ES UNA MUJER?
Tu cuerpo es un río extendido que no deja de pasar,
y de sus orillas gozo, mirando al fondo de tus ojos,
vida y canto que me llama.
Siento la creación de un reflejo junto a tus pies
y adoro ese gesto tímido cuando naufragan
tus pétalos de labios sobre mi frente ávida
de ti.
Entonces, siento el mundo más cercano.
Tu disimulo es goce de pecho enfebrecido
que solo pide el brillo de la luz.
Y todo es sorpresa.
Navegas con ardor
sobre mi ansia erguida
y ligo mi latido a un concierto de aves
que revolotean bajo tus caderas,
y noto como asciende el amor
en nuestra morada, estallando
en una dicha sosegada,
que arrebata tus suspiros,
en un placer que nunca acaba.
Miguel Martínez Fondón
Cuadro: El poeta llega a Madrid. Miguel Menassa
El pajarito
A Paco Urondo
Todos duermen.
Plácidamente todos los otros duermen.
Dejan caer sus cabezas
Decapitadas por la noche.
Y duermen.
Pero hay agujas clavadas en mi sueño
En todos mis sueños.
Y aleteo con alas ajenas.
Y es penoso decir te amo
Con una voz extranjera.
Y me pregunto:
Cómo vivir sin este sol
Sin este mundo
Sin este brazo derecho
Sosteniendo tu bandera?
Cómo ser habitual o simple
Cuando muere un pajarito
Y eras vos?
Todos duermen,
Plácidamente todos duermen.
Dejan caer sus cabezas
Decapitadas por la noche.
Y duermen.
Y cómo pueden?
Cuando se muere un pajarito
Y era yo?
Marcela Villavella
Cuadro: La cueva de Ali Baba. Olga de Lucia
MUJER ¿POR QUE CALLAS?
¿Por qué callas?
Te busco, te reclamo, te convoco
y sólo encuentro soledades
partiendo entre las dunas,
perdiéndose en el dorado reflejo de la arena.
¿Por qué lloras?
¿Por qué cristalinas perlas ,
resbalan por tu rostro,
si no conformaran un oasis para tu alma,
ni estremecerán corazones de hojalata.
¿Por qué te niegas?
Brutal, inhumana, omnipresente.
Majestad de las tinieblas,
te consumes bajo el signo de tragedia.
Olga de Lucia
Cuadro: miradas en la cumbre. Miguel Menassa
En tu melodiosa desnudez
escribo el estallido que no te abandona:
¿cómo escapar?
Luz y pregunta
en tu cabeza acostumbrada
a la rebeldía del cabello
ondeando los misterios del mundo.
Tiene el alma su división
iluminada en heliotropos abiertos
que partirán mañana
como si fuera la última lluvia,
la última gota abrazando
la respiración de la noche.
Vuelan las gaviotas
y nadie responde
en el fondo de mi garganta.
Cuadro: El cañon del Colorado. Alejandra Menassa
¿Y SI YA NO ME PREGUNTARA NADA MÁS?
No preguntes por el camino,
pon el pié, y anda.
No le preguntes si te ama,
ámalo.
No preguntes cuántos son los pétalos de la rosa,
déjate embriagar por su perfume.
No preguntes si es hoy o si es mañana,
siempre es hoy.
Y si algún día dejas de preguntarte
¿en qué planeta vivo?
¿de qué materia el verso?
¿qué palabra me hiere y
cuál otra me consuela?
¿cuánto mide el amor?
¿cuánto pesa el deseo?
¿qué color los amantes?
¿qué destreza preciso
para desembarcar con el navío indeciso
de mis labios en la tierra prometida de los tuyos?
Y si algún día dejo de preguntarme,
quizás sean ceniza mi lengua y mi garganta,
quizás haya dejado viuda ya a mis palabras,
un aire mortecino recorrerá el recinto,
y entre tú y yo la parca, habrá hallado su sitio.
Alejandra Menassa
Cuadro:Horizonte de otoño.Miguel Menassa
EL MÁS PROFUNDO DE LOS DESCUBRIMIENTOS
Un interminable escalofrío recorre un mundo lejano,
lentas sacudidas de frentes de cristal,
deteniendo relojes de horas simétricas.
Cuerpos caídos, sorprendidos por el despiadado sueño
del que emergen cada mañana.
Sembradores de la angustia,
gritando que es posible zarpar,
hacia el país del descanso.
Y la alegría de vivir atada a columnas derribadas.
Un sudor frío empapa los semblantes desesperados,
la sombra de los viajeros,
la quietud de las puertas,
que muestran el camino recorrido.
Y esas almas se emocionan,
ante la sencillez del poeta,
que escribe del dolor para ahuyentar a la tristeza,
que sus gritos de muerte convocan al amor.
Versos donde Dios se rinde,
y el corazón se parte en mil pedazos,
al paso de un viento tenue,
donde borrar el rostro que se contempla a sí mismo,
se hace necesario.
Versos desde los que partir,
a la búsqueda de caminos paralelos,
al encuentro de nuevas formas,
de amar la vida.
Vicente Prada Gómez
Cuadro: Observando la experiencia. Miguel Menassa
No habían sido tantos los pecados cometidos,
y sin embargo, temía que la tercera pregunta nos delate.
Me imaginé llegar muy livianita en la primera nube de la mañana,
sin demasiado cuerpo, sabiendo que era fácil vernos pasar,
y recordando el silencio de las estrellas íbamos al encuentro
de aquél sabiondo tribunal.
Al entrar en el salón, una esfera luminosa giraba enloquecida
frente a mis ojos extraviados,
y ya no sabía de donde venía el miedo.
Revisaba la textura de mis cabellos y los sentía ordenados,
después quería escuchar mi nombre,
esa voz que me llamaría para realizarme la tercera pregunta.
Haber aprobado las dos anteriores no nos salvaba de nada.
Era imprescindible responder con celeridad esta última oportunidad,
para ser absuelto, para no tener condena,
para escribir en el aire, las grandes obras, como los parias.
Rama desnuda.
Cruz transparente.
Nocturna mariposa apoyada esperando en la rama del antiguo árbol.
Toda luz.
Tierno cáliz.
Lucía Serrano
La tercera también es la primera.
Rueda sinfín de una eterna circularidad
sin retorno, asimétricamente perfecta,
impúdica y voraz, como sus sedientos
soportes humanos, terrestres renovables,
incipientes músicas queriendo alcanzar
sus propios labios, sus próximos latidos.
La tercera vez que he nacido
sobre la faz de la palabra y sus redes,
silencio clamando su puesto y su despertar
callado por los que nunca habitarán
sino entre calles vacías o barcos sin deriva.
Era una lluvia que no conocía el desierto
ni la confusión propia de la indecisión,
¿era acaso una pregunta acercándose
sin pudor a mi puerta,
que espero me sea dada en mi propio vacío?.
Una vez más me pregunto por mí
y la respuesta no se hace esperar,
mí no sería sin lo múltiple y lo simple
arrebatado a las cornisas afiladas
de aquella noche de invierno.
Mí no sería sin las calladas letras
que me cortaron sin parsimonia
entre página y página, entre mirada y voz.
Amelia Diez Cuesta
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