NÚMERO - 13- 25/04/09
Semana a semana iremos mostrando en este blog el producto del trabajo realizado en el Taller virtual de poesía los sábados a las 18:00 h de la Escuela de Poesía Grupo Cero, coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa
“Llegué hasta aquí, dejando en el camino todo lo que tenía. Los caminos eran tan abruptos, que hasta mi ser me pesó y tuve que dejarlo”.
Veredas ardientes marcaron mis pasos con mi primer estremecimiento en busca de armonía.
Quería el equilibrio de un destino claro.
Una interrupción de tinte metálico me devolvió a las sombras de lo incierto y tambores de sangre me avisaron que estaba en mi país.
Apostados como hienas contra las ruedas de una estación en primavera, me veían pasar como a la última pasajera que atravesaba puentes de la tierra de las sombras.
Insistían en el intento de corromper el pudor de una juventud que ponía a la paternidad entre los paréntesis de hierro de una jaula.
Un golpe de saliva sobre el adoquinado barajó corazones pintados de rojo y de tristeza.
El rey de la muerte acometió con su profesión de “ser” del desahuciado comprobando la fatalidad de la distancia.
Cual párpado caído llegué atravesando el vértigo de mariposas esparcidas en el angosto pasadizo que separaba a los ricos de los pobres. Llegué hasta la caja de caudales donde encontré solamente a un niño arrodillado llorando sobre miniaturas, que tenían el alcance de una rueda lanzada en un alambre de carril que transportaba sueños de asaltantes con antifaces rociados por el sol del mediodía que iluminaba el barrio.
El rey de la codicia acometió con su profesión de “ser” de porvenir eterno y me mandó a unirme a extraños cazadores de piojos comprobando una vez más que dos caras tiene la moneda.
Una mujer pequeña asomada al desierto buscando el ocio en los hoteles, alucinados por la fiebre que imponía el amarillo, me devolvió una llave y el poder del ocio se transformó en cólera escapando como cataratas de bestias con ojos salidos de las órbitas que buscaban ser únicos a golpes en mi pecho. Pedí a los desesperados la esperanza para que borde sobre mi corazón monogramas de amantes entontecidos separados del reino del deseo por violar a ángeles distraídos que vacilaban con su “ser” de selva virgen perdidos en sábanas claudicantes que sin rozar ningún cuerpo caían amontonadas a los pies de la cama.
El rey del hambre acometió con su profesión de “ser” arrodillado y tuve miedo que mi boca loca se llenase de espuma e inundara con su aliento la guarida de un pesebre encantado, desprendiendo de mí al intruso que ya sin fuerzas ni pasión sólo quería dormir debajo de los árboles, comiendo el pan de las comuniones festejadas siempre a sus espaldas.
Y mis comarcas quedaron capturadas entre las contracciones de la tierra y de la noche que agujereaban tejidos desiertos de la sangre con una crueldad de miseria y estropicios que hicieron rodar los grandes escrúpulos alimentados de promesas incumplidas de un cielo bifurcado.
Uno a uno pesaban en mi espalda, el ser del desahuciado, el ser de porvenir eterno, el ser de selva virgen, el ser arrodillado, y en un intento de encontrar el sitio de mi mortal destierro, dejé mi propio ser en la insaciable tiniebla de este mundo, sin lágrimas, como sepultado en la tierra bajo el brillante musgo del olvido.
Norma Menassa
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MORIR PARA NACER EN CADA VERSO.
“Un poema que todo lo contenga y que todo lo destruya a la vez”
Miguel Menassa. Aforismos y decires.
“La destrucción de un objeto no lo aniquila, nos enfrenta con una nueva realidad del objeto, la carga de un sentido que antes no tenía”.
Aldo Pellegrini. Fundamentos para una estética de la destrucción
Hablábamos con Dios esa mañana,
Dios había muerto, yacían entre mis manos sus cenizas,
me dijo entre pavesas: haremos el mundo en siete libros.
Yo no quise renunciar a lo imposible, obnubilada por su brillo.
Comencé por mostrarle al horizonte
mi propia capacidad de aniquilamiento,
diluí mi alma en el tintero,
olvidé ideologías y nostalgias.
Puse luciérnagas al rostro de la noche,
me vacié los bolsillos,
busqué un corazón prestado
para latir a un ritmo universal, desconocido.
Perdí mi paso vacilante, de poeta apenas hecha
y otros hombres, que antes que yo hicieron sus caminos,
me cedieron sus pasos, y caminé con ellos por la letra,
con su cadencia de siglos en la cadera izquierda.
Mi mano renunció a juegos sexuales, a goces paroxísticos,
para intimar al punto con el verbo desasido,
un cuerpo de vacíos que entregaría al poema,
poniendo fin a un celibato de siglos.
La letra debe ir a la letra, como los ríos
al océano,
así, mi cuerpo ha de morir en el poema,
para nacer de nuevo en cada verso.
Y así, sin más Dios que el del verbo,
sin nada que recuerde mis maneras, sin manos y sin cuerpo,
roto el antiguo corazón a martillazos,
me dejaré bautizar por un líquido verso iluminado.
Esa poeta que soy, la hicieron estos versos,
la de ayer, yace como cenizas en mi mano,
quería hacer el mundo en siete libros,
le bastó con dejarse nacer al poema.
Alejandra Menassa
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HAY PÁGINAS ESCRITAS
Hay páginas escritas que resultan
imposibles de encarcelar en un tiempo,
de atarlas sin piedad a la lógica celeste
que enmascaran los sentidos.
Son palabras que vuelan sin materia
y se filtran por poros microscópicos.
Hay un hombre en el texto
que desprecia su hombría,
una mujer que se despoja.
Un pensador que nos inquieta.
desmorona ídolos anquilosados
por la fuerza servil de la costumbre
y ensaya nuevos cantos sobre melodías
que cantaron los vates desde antaño.
Pequeños desvíos, son necesarios para la poesía.
Un hombre se pregunta por la guerra,
el sexo, la droga, la locura.
Un hombre que filtra el amor
por el caleidoscopio de la ciencia.
Un pensador que escudriña el alma
en sus más ocultos vericuetos.
Que observa desde un tercer ojo
y nos hace caer en la certeza de lo humano.
Mi mano de arma líquida
dibuja en alba página su nota silenciosa
y al punto pregunta, cuándo será el tiempo
en que caigan las vendas de los ojos.
Un ser que nace en la palabra,
atraviesa lo ignoto,
se brinda cual oasis en el desierto de la vida,
capaz de hacer crecer bellas rosas en la arena.
Olga de Lucia
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Cuadro: Mi pequeña Geisha. Miguel Menassa
UNA TARDE CUALQUIERA
Hoy quiero agradecer las mil vidas vividas,
los combates ganados,
las veces que mi cuerpo se batió en retirada,
las largas madrugadas volando en un celeste espacio inexistente.
Ruidosas consonantes fueron mis compañeras,
débiles vocales me indicaban la ruta y
mi destino fue mover un milímetro palabras olvidadas,
abrir sentidos, nuevas combinaciones
y caer, con alegres sonidos en un vacío imposible de llenar.
Pilar Rojas
HOY TODO ES CONFUSIÓN
Hoy todo es confusión, reorganización.
Llega lo nuevo y lo cambia todo,
también lo que no tenía que cambiar.
Mi mente se nubla, no sé cómo organizar
algo que ya tenía su organización.
Cierro puertas, está claro, para abrir otras,
pero avanzar hacia lo desconocido abruma.
Tomo los nuevos instrumentos entre mis manos
y aún ellas se muestran extrañas en su presencia,
añoran el tacto pasado,
el sonido de las teclas que tantas veces escuché.
Todo muere y todo nace
dando paso a este infinito.
Acosada por el tiempo
me entrego a esta novedad buscada
que crea un nuevo hombre, una nueva mujer.
Helena Trujillo Luque
LA POESÍA NO LE TEME A LA MUERTE
sentarse frente a ella
y abrir los ojos sin detenerse,
dejarse llevar, vestirse de fuerza,
emprender un vuelo de altura infinita,
sin horizonte.
Abrí los ojos.
Hice del abecedario una sonata
de primavera, sin miedo.
dibujé su punto y aparte.
La poesía no le teme a la muerte…
su sangre se transforma en el próximo verso,
al llegar el alba y tocar, de la mirada,
su nuevo despertar.
Soy de tu sangre
la que resplandece en el amor.
Abrí los ojos al mundo.
La poesía no le teme a la muerte.
Mónica López Bordón
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“ La poesía es de todos ,
y darme cuenta de eso me hará bien”
MOM
…Y dieron pasos pensando andar
y comieron pensando alimentarse
y vivieron pensando vivir.
Las palabras se quedaban atascadas entre sus dientes
sus manos nunca alcanzaban el horizonte
y sus ojos ciegos de luz
no veían más allá de sus manos quietas
asustadas por el próximo movimiento.
El dinero se acumulaba en sus bolsillos
mas no eran ricos.
Les pesaba tanta libertad al alcance de la mano
y la destruían de día como de noche
con pequeños martillos de nácar azulado
aprisionando sus sueños
aprisionado sus hijos
por falta de palabras.
No es que les faltasen palabras.
Las palabras las amontonaban en gruesos diccionarios
las estereotipaban en pesadas academias
se las tiraban a la cabeza
como si fuesen pompas de jabón.
Del amor hicieron una cárcel de lujo
“A ti …mi amor, para toda la vida.”
Mas no tenían vida.
“Te querré hasta la muerte”.
Y la muerte para ellos
no era más que un inmundo agujero negro
disfrazado como mucho de cielo o de purgatorio.
La muerte era de otros
ajena
pornográfica.
Hablar
hablar con las palabras humanas
les resultaba una tortura.
Mas hablaban todo el día para no hablar;
del tiempo
del dinero que no tenían
del vecino que no amaban
de “sus” hijos que no educaban para vivir.
Hablaban con palabras que parecían palabras
pero no eran palabras.
Del próximo fin de semana
de las próximas vacaciones
del próximo amor
de la próxima vida.
La música había invadido el mundo
y no se escuchaba nada.
Sólo unos pocos locos empecinados
seguros que iban a morir un día
jugaban al juego infinito de las palabras
que dejaban plasmadas sobre
pantallas
hojas inmaculadas
libros
para que un día quede algo de ellos
para otros.
Claire Deloupy
Cuadro: Imprecisión. Miguel Menassa
EL HOMBRE VIVE ATERRORIZADO, PERO DE SÍ MISMO*.
*aforismo 913 de Aforismos y decires, de Miguel Oscar Menassa.
Cercado, acorralado, discontinuo e informe
descubro el aire que hace del amor un viento incontrolable
y discurro entre las avenidas como un ser inexacto,
oblicuo, desnivelado.
Bandeo las caderas y soy un elefante amurallado
con alas a los lados. Escapo de tu rostro deforme
y caigo sobre el asfalto.
Los coches siguen circulando
y un transeúnte que pasea tranquilo
por las cercanías de la ciudad
se va quitando ropa, rompiendo espejos,
dejando colgados de los árboles pestañas inservibles,
ojos gastados por la lluvia o el frío,
y el miedo a ser ese
que decide
seguir adelante o caer.
Cruz González Cardeñosa
INSOMNIO
"Se va perdiendo el tiempo,
porque se tiene la ilusión de tenerlo.
Si no se tiene, el tiempo no se puede perder. "
Necesito dormir,
ordenar mis ideas,
iluminar la noche con mis sueños,
mas soñar no quiero.
Las piedras tampoco sueñan
caricias de viento en el rostro;
el precipicio me atrae,
me abrazo a todas las caídas,
caigo irremediablemente.
Sempiterna mirada detenida
en el tiempo de nacer
nada quiere saber de su hombre
en todos los objetos que analiza.
Soy el que no muere nunca,
el que nunca puntúa su existencia,
el creador de sueños;
indómito huracán sobre tu centro,
magmática implosión en tus entrañas,
Soy... el que no duerme nunca
Fabián Menassa
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Cuando la soledad me rodea
por los cuatro costados,
cuando quedo abandonado,
me sublevo y rompo el blanco
contra la nostalgia de otros cuerpos
contra la parsimonia del volver,
contra la ilusión de ser uno,
contra los verbos y proverbios,
contra el azul y sus cubículos.
Contrariamente a lo esperado
distanciado de los finales
acudo a la palabra que acuerda
y avanzo sin mirada, escucho
sin remedio, el murmullo de tu voz.
Ella danza para que yo pueda
alejarme de mí, de ti y de aquello
que no gira bajo el ruido del verso.
Yo no quería impedir que aullaras
ni tampoco quería encontrar tu sed,
solamente, no podía dejar de querer.
Cuando la noche interpone su color
como senda de huellas sin rostro
me apiado de mi mismidad,
olvido lo leído y escribo.
Quisiera escribir como si leer
hubiera transformado mi mano
en mil manos y una soledad,
palabras mínimas y una beldad,
y mi lejana mortaja dice ?nunca más?.
Este siglo mece sus años en carnes
maceradas entre inocentes e ignotas
informaciones enlatadas en formatos
ultramodernos, humus y detritus.
¡Qué siglo y qué sustantivos
avanzan sobre el yo y sus sucedáneos!
¡Qué infancia tan crepuscular y oceánica!
Sólo queda el caminar del hominis putrefactus.
Cuadro: Piedra Astral. Miguel Menassa
A veces se presentan las noches
navegando por las aguas del silencio.
Siempre el mismo derrotero,
la misma oscuridad, plena,
donde el corazón vive aprisionado, sin amanecer,
con su ritmo de muerte,
y sus mil caras pintadas sobre almas compungidas,
socavando la angustia,
impregnando las paredes tapizadas de voces interiores,
que ocultan su rostro,
pasto del recuerdo.
Otras veces, las noches son tus bellos ojos
mirando el brillo de mis labios,
donde el carbón no es negro,
ni las estrellas teoremas del pasado,
donde los verbos indecisos preguntan:
¿subir es ir hacia arriba?
¿descender es ir hacia abajo?.
Beso tu boca de yegua encandilada,
no tengo sed,
vivo entre versos,
el camino de los hombres.
Un silencio mortal
y me alejo de mi voz,
ya no soy quien escucha,
ya no soy quien espera,
ya no soy quien escribe.
Vicente Prada Gómez
Cuadro: Besos. Magdalena Salamanca.
UNA PÁGINA EN BLANCO
Es fuego el resplandor de tu blancura
la llama ausente de tus versos
se define en lazos de mirada tenue.
Son caléndulas los bramidos de tu reflejo
y la pluma, la mancha de tus desaires.
Mecida por las horas
tu palidez se torna difusa,
rauda magnitud aquiescente
que fusiona, en vertientes,
el vacío y su decadencia.
Sé tomarte entre mis brazos
y rumiar, sigilosa, tu inmensidad,
puedo convertirte en estallido, en habitación,
pero desconozco el destino.
Has de producir intervalos,
robustecer fuerzas y
anudar palabras a tus pies,
palabras que conmuevan la paz,
que destruyan la soledad,
que, como nácar, brillen opacamente,
en este arrecife de coral.
Magdalena Salamanca
Cuadro: Sueños de la prisión. Miguel Menassa
Por las noches, donde abunda el silencio,
tengo sed de palabras,
que imagino guardaron los encierros.
Busco en los umbrales de un corazón
acostumbrado a vivir entre las sombras,
resplandores inciertos.
Quiero beberme el horizonte entero,
Brindar con los ídolos muertos,
Salir al sol como un siervo,
y que nadie me vea llegar de ese planeta,
barnizado por ángeles que nunca existieron.
Esta sed, suplica un espacio que no tenga lleno.
Recuerdos bajo la luna llena, una noche de invierno.
Visiones que armaron las palabras mirándome al espejo.
Lucía Serrano
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Cuadro: Carlos Fernández. Detrás del espejo.
Una vez ubicado el margen de la lente
y los pies abiertos en escápula fiel
amplifico en tres órbitas el vacío ostensible del rasgo.
Cuando ella quiere, la sombra es un batallón de hombres.
Sutil canto, acariciar con el dorso de la mano diestra
el vientre de mujer
y en cóncava palma llegar al misterio
de la piel afiebrada en turbulencia.
La espera quiso que fueran dos espaldas
para defender más seguro el abordaje.
La izquierda aguarda la orden precisa,
al caer el grito de tu frente entre los labios.
A veces pido nada, a veces nada quiero
y obtengo un portentoso descubrimiento:
el hombre construye puentes y el río después tuvo riberas,
y el agua sonríe el valle dividido como cuna del pasado.
A veces no escucho tu canto, me arrastro cual salvaje por
el silencioso perfume, le canto a la luna
y mirando por el futuroscopio: me veo bailando con las estrellas.
Carlos Fernández del Ganso
DE LIBRE INSPIRACIÓN ESTÁS HECHA.
No hallo la mezcla de lo que estás hecha.
Suenas a música, oleos de amor, versos. Cercanía.
Enigma de vértices que calman la inquietud de la noche.
Nada se parece a tu sombra. Luna llena.
Reflejos de ti. Escritura.
Trato de acompañarte en tu danza.
Tu cuerpo, templo de la aurora,
esclava que se ata al aire de la noche.
Imagino tu vuelo secreto,
desvanecerse en tu nombre,
contaminar la ciudad de tus versos.
Quebrar el dolor, dejarlo huérfano de dueño.
Sentir cada paso de vida, encontrándome con mis defectos,
amamantar la esperanza de un paraíso a tus pies,
crear una estela de estrellas para tus manos cansadas.
Y en la lejanía, sentir tu respiración calmada,
agotando la vida, cada pulso, cada mañana,
cercano a tus seres.
Amando la inspiración
de la que estás hecha.
Aforismo 939- Miguel O. Menassa
A una pasión, sólo puede oponerse el vértigo de otra pasión.
Incandescentes rumores de madrugada
preparan, con frenesí, el encuentro
de ajenos límites, detenidos
en el hueco rumor de tus encantos.
Salpicada por el humo de la vida,
repaso ínfimos desenlaces del amor,
al abrigo de alguna escucha.
Rémoras en entredicho, superfluas
configuraciones de algún dios ensimismado
en la desdicha de vírgenes oídos,
para saciar sospechas.
Sutura de párpados y renglones, decían,
sofoquemos el odio en su despiste,
marca inaugural para futuras víctimas.
Héroes de un espacio a la intemperie,
sólidos recovecos de la razón al descubierto,
olvidamos el desastre, sólo,
cuando el recuerdo abraza la pasión.
Carmen Salamanca
Cuadro: Latitudes de la locura. Manuel Menassa.
Llovía un lunes húmedo el parabrisas de su coche.
La pena ardía el habitáculo de hierros y huesos
y guiaba instintivamente las manos y los pies.
Las lágrimas huían
como antes hubieron de haber huido en el bar
recordando a alguien.
Qué solo se sentía aquella mañana
en la butaca giratoria, metáfora del mundo.
Llovía un lunes trágico, acelerado
La nivea inocencia de la piel apareció
Un angel de doce cruzaba la calle
Sus trenzas eran rubias o morenas.
Una nube de paraguas se acercó a la pequeña
fue inútil, la sangre caía de abajo para arriba.
Del otro lado de la calle
la pena se va con la niña,
la culpa se apacigua, se enrostra.